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Región Caribe

Ni los bicitaxistas se salvan de las extorsiones en Ciénaga

Una joven de unos 25 años se baja de una moto, camina hacia el mostrador de un estanco, llama por su nombre al propietario y, celular en mano, le dice que alguien necesita hablar con él. Extrañado, el hombre toma el móvil y al otro lado de la línea un desconocido que se identifica como Marlon le informa que es el jefe de Los Paisas y que debe “colaborar con la causa”.Le exige una cuota de $200 mil mensuales, a cambio de brindarle una supuesta seguridad y de no atentar contra su vida ni la de su familia. Le indica que debe fijar una fecha para los pagos. Aturdida, la víctima trata de hacerle entender que su negocio no produce lo suficiente para cumplir con el monto, a lo cual el extorsionista le responde que le va a “colaborar” rebajándole la mitad.Apenas cuelga, todavía nervioso por la amenaza, la joven estira una mano para pedirle su celular y con total naturalidad se marcha en la motocicleta que conduce un muchacho, también de apariencia joven. Todo ocurre a plena luz del día frente a la playa de este Municipio que hoy cierra el Festival Nacional de la Leyenda del Caimán Cienaguero, después de cuatro días de parranda.División del territorioLa escena de la extorsión se repite sin cesar a lo largo y ancho del pueblo. Lo único que cambia son los autores, según la ubicación del negocio. Es vox pópuli que el territorio está dividido por fronteras invisibles que controlan dos temibles bandas criminales (bacrim): Los Paisas y Los Urabeños.Los primeros dominan desde el estadio de béisbol Julio Silva Bolaños, en el barrio La Manga, hasta la playa. En este sector predominan los estaderos, licorerías, misceláneas, droguerías, cafés Internet y los llamados SAI. Mientras que los segundos tienen su zona de influencia en el sector del mercado público, donde pululan los graneros, tiendas de abarrotes, pescaderías, carnicerías y un sinnúmero de vendedores estacionarios.Comerciantes afectados le revelaron a EL HERALDO que la cuota de la extorsión generalmente es del 10% de los ingresos del establecimiento. “Esos delincuentes estudian bien cada negocio, observan el movimiento de clientes y la cantidad de mercancía que entra y sale. Calculan cuánto se gana uno al mes y fijan el monto”, cuenta el dueño de un granero, con cara de resignación.Señala que las extorsiones no son cosa de ahora en esta población. Empezaron desde hace unos 12 años cuando estaban sitiados por las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, específicamente por el frente William Rivas, al mando de José Gregorio Mangonez Lugo, alias Carlos Tijeras.Fue una época de terror y muerte bajo el yugo de este frente, adscrito al Bloque Norte, considerado el grupo paramilitar más sanguinario de las AUC, según la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía.Tras su desmovilización en 2006, las estructuras criminales del paramilitarismo en esta zona fueron heredadas por Los Urabeños, quienes siguieron con el lucrativo negocio de las extorsiones y actualmente en Ciénaga están comandados por alias Jacobo.Infortunadamente para el pueblo, este reconocido criminal no tiene ninguna orden de captura vigente. El pasado 11 de enero sobrevivió a un atentado a bala, presuntamente cometido por integrantes de su misma banda, en el populoso sector de Santa Inés.En estos momentos se encuentra hospitalizado en Santa Marta, bajo protección de la Policía.Todos son víctimasNo solo los medianos y grandes comerciantes son víctimas de este flagelo. Hasta los bicitaxistas, que se ganan por día máximo $20 mil, pedaleando en medio de unos 38º de temperatura, deben pagar la denominada “vacuna”. La cuota para ellos es de $2 mil diarios.El cobro, según cuentan, lo hacen al final de la tarde jóvenes, mujeres e incluso menores de edad procedentes de barrios marginales, que trabajan para los jefes de las bacrim.Algunos de estos mandaderos han sido capturados, pero la mayoría queda en libertad, bien sea por ilegalidad en la captura o por falta de elementos materiales probatorios. El año pasado, a una mujer capturada en flagrancia le concedieron libertad condicional porque es madre lactante.“Nadie se atreve a denunciar porque más demora uno en dar aviso a la Policía, que los bandidos en quedar libres. Entonces es peor el remedio que la enfermedad, pues queda la ‘culebra’”, comenta el propietario de una tienda de abarrotes en el sector conocido como La Frutera.Tiene la mala suerte de que su negocio está ubicado justo en la línea imaginaria que divide los territorios de Los Urabeños y Los Paisas. A ambos tiene que pagarles la “factura”, como también llaman los delincuentes la cuota de la extorsión. A cada banda le entrega $200 mil mensuales.Muy pocos se oponen a las exigencias de las bacrim. Quienes lo han intentado han terminado muertos, como le ocurrió a Javier García Cogollo, apodado Cali Cali, quien fue asesinado de tres tiros en abril de 2009, cuando atendía su piladora en el Mercado.Lo preocupante del caso es que por el terror sembrado por estos grupos al margen de la ley, el silencio impera mientras el poder de las estructuras criminales crece a pasos agigantados. “Sabemos que la problemática existe, pero si no hay denuncias es muy difícil combatir la delincuencia”, indica el coronel Juan Carlos Restrepo, quien asumió como comandante de la Policía de Ciénaga hace apenas una semana.Tiene la esperanza de que las labores judiciales que vienen realizando la Sijín y el CTI, y la implementación de un nuevo Plan Integral de Seguridad (ver recuadro) den resultados.Por Redacción Judicial

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