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Santos se saluda con ‘Timochenko’, jefe de las Farc, en la firma del Acuerdo Final. Archivo El Heraldo
Política

Análisis Ley del Montes: Y después del plebiscito, ¿qué?

De lo que pase hoy dependerá la suerte del presidente Juan Manuel Santos y también de su máximo contradictor, Álvaro Uribe, cabeza visible de la oposición.

El resultado del Plebiscito de la Paz cambiará el panorama político nacional. El triunfo del Sí significaría el surgimiento de una gran alianza política, que actuaría bajo la batuta del presidente Juan Manuel Santos. Se trataría de la gran coalición de la paz, de la que harían parte el liberalismo, La U, Cambio Radical, sectores del conservatismo y de la izquierda democrática –entre ellos el Polo y los verdes–  y muy seguramente el sector menos radical del partido político que surja de la desmovilización de las Farc.

Esta nueva fuerza política –que podría llamarse “la alianza habanera”– estaría compuesta por los partidos y movimientos políticos que respaldaron la negociación del Gobierno con las Farc en La Habana. Se trataría –sin duda– de una coalición con un gran músculo electoral y con reales posibilidades de éxito en las elecciones presidenciales de 2018, que será la verdadera prueba de fuego que deberán superar los ganadores del domingo.

Pero la fuerza electoral estará determinada, en buena medida, por la contundencia del triunfo del Sí. Una victoria por estrecho margen no solo compromete la gobernabilidad de Santos en los últimos años de su segundo mandato, sino que lo vuelve vulnerable ante una oposición fortalecida. Si a ello se suma un precario respaldo a su gestión, entonces el escenario que surgiría sería el de un presidente débil y con poco margen de maniobra.

En contraste con el anterior escenario, un triunfo contundente del Sí –como indican algunas encuestas– fortalece a Santos y blinda de forma automática los acuerdos de La Habana. Pero –sobre todo– un triunfo inobjetable del Sí garantiza un tránsito expedito por el Congreso de la República de todas las iniciativas que permitan la implementación del Acuerdo Final. Es decir, en lugar de transitar por un camino tortuoso, las nuevas normas lo harán por autopistas de seis carriles y sin semáforos que se interpongan en su camino.

El triunfo del No –por su parte– fortalece la figura de Álvaro Uribe, quien terminó siendo la cara representativa de aquellos que se oponen a los diálogos con las Farc y a su refrendación mediante el Plebiscito.

Uribe fue el abanderado de la oposición a Santos, mientras que los sectores opositores tradicionales –como el Polo– terminó sumándose a la causa de la paz, aunque con múltiples y profundas diferencias políticas con Santos. Uribe se convirtió en el referente del No, puesto que si bien es cierto que no todos los que respaldan el No son uribistas, todos los uribistas respaldan el No.

Al igual que sucede con un triunfo del Sí, en caso de ganar el No su éxito debe ser contundente, pues hacerlo por estrecho margen limitaría el juego político del ex presidente, tanto en el Congreso como ante la opinión pública, que terminaría viéndolo como un ganador sin suficiente fortaleza.

Pero un triunfo estrecho del No también compromete el futuro político-electoral de Uribe, cuya gran apuesta son las presidenciales de 2018, donde deberá enfrentarse a la “Alianza habanera”, cuya maquinaria está siendo engrasada, a todo vapor, con miras a tener un candidato presidencial que permita la continuidad de todo lo pactado en La Habana. Contrario a lo que dicen algunos analistas, la derrota del No está lejos de significar la desaparición de Uribe del escenario de la política nacional. Todo lo contrario: arreciará sus críticas y reparos al proceso de paz con las Farc y continuará su crítica feroz al presidente Santos. Uribe encarnaría la oposición, ante la conversión de la izquierda democrática al santismo.

De otra parte, el silencio estratégico del vicepresidente Germán Vargas Lleras –que optó por no meterse de lleno en la campaña por el Sí– podría pasarle una costosa cuenta de cobro en términos electorales y políticos. Resulta curioso que Vargas –acostumbrado a tomar posiciones, aunque sean impopulares– haya preferido el camino de quedarse callado, cuando sus múltiples seguidores esperaban oír su voz, sea por el Sí –como se lo recomendó el Presidente Santos– o por el No, como le aconsejan amigos y allegados.

El otro escenario que podría darse este domingo es que la votación no supere el umbral del 13%, en cuyo caso ninguno de los dos ganaría. Punto. No gana el Sí –que por pura conveniencia política logró bajar el umbral a su mínima expresión–, pero tampoco gana el No, puesto que quedar por debajo del precario umbral establecido, quiere decir que la votación uribista está muy distante de lo que el Centro Democrático cree tener.

Triunfo del Sí: Nobel de Paz para Santos
Juan Manuel Santos se puso la camiseta del Sí de frente y sin tapujos, hasta el punto de que le dio a la campaña un perfil electoral cuyo principal fin es la derrota de Álvaro Uribe. A Santos le interesa que gane el Sí, pero mucho más le interesa derrotar a Uribe. Poco a poco el Jefe del Estado fue colocando las piezas que faltaban en el rompecabezas de la paz y ninguna quedó al azar. Desde el fallo de la Corte Constitucional, que declaró exequible el plebiscito, hasta la elaboración de la pregunta de la consulta popular, todo pasó por las manos de Santos, quien se ocupó hasta de los pequeños detalles. Santos pasa la factura de la paz lograda con las Farc a quienes en Colombia dudaron de que sería posible alcanzarla, pero también continúa moviendo los hilos del lobby internacional para que su nombre sea incluido dentro de la selecta lista de aspirantes al Premio Nobel de Paz. Nada queda al azar cuando de lo que se trata es de pasar el capítulo de terror que significó la presencia de las Farc como grupo armado ilegal durante más de 50 años. Santos logró lo que ninguno de sus antecesores pudo alcanzar y ello le permite pasar a la historia como el presidente que logró la paz con las Farc. Este domingo se sabrá si cumplió ese propósito por goleada, por tiros desde el punto penal, o peor: si perdió el partido.

Derrota del No: el peor golpe político para Álvaro Uribe Vélez
Antes de asumir las banderas del No en el Plebiscito de la Paz, Álvaro Uribe estuvo a punto de llamar a todos sus seguidores a la abstención, es decir a no participar de la elección de este 2 de octubre. En otras palabras: a arroparse con la bandera de la abstención, que tradicionalmente supera el 67 por ciento. Al final desistió en ese propósito y optó por ser el abanderado del No, decisión que terminó estimulando el “antiuribismo” nacional, que es tan fuerte como el propio “prouribismo”. La figura de Uribe terminó polarizando la campaña plebiscitaria y motivando a quienes “no les gusta el Acuerdo Final”, pero tampoco los trasnocha Uribe. ¿Qué hubiera pasado con un buen número de votantes si Uribe no se lanza al ruedo del Plebiscito? ¿Qué pasa si el No uribista pierde por poco margen ante el Sí santista? Uribe tiene claro que el triunfo del Sí es –sobre todo– el triunfo de Santos y sabe perfectamente que ese resultado condiciona la escogencia de su candidato presidencial de 2018. El plebiscito cuenta, claro, pero la mira está puesta en escoger al sucesor de Juan Manuel Santos.

Triunfo del Sí: “Se vive, se siente, De la Calle Presidente”
De los posibles candidatos presidenciales de la “gran alianza de la paz”, a la que también podríamos llamar, la “coalición habanera”, el único que logra aglutinar a todos es Humberto De la Calle. El exvicepresidente de Ernesto Samper –cargo al que renunció por cuenta del proceso 8.000– gana todas las encuestas internas y ninguno de sus posibles contendores significa una real amenaza para sus aspiraciones, en caso de estas existan. De la Calle supera por amplio margen al ministro Juan Fernando Cristo –posible aspirante liberal–, a Roy Barreras –eventual precandidato de la U– y a Luis Fernando Velasco, expresidente del Senado, entre otros. De la Calle le garantiza a Santos la plena y absoluta continuidad al proceso de paz con las Farc, que terminó siendo la gran apuesta del mandatario. Nadie mejor para defender el legado de Santos –en lo que tiene que ver con la negociación con las Farc– que quien estuvo en su representación en la mesa de negociación.

El nombre de Humberto De la Calle también es de buen recibo entre los negociadores de la contraparte, que de tanto “lidiarlos” en Caracas, Tlaxcala y en La Habana, terminaron conociéndolo muy bien. Una vez superado el asunto del plebiscito, De la Calle deberá ocuparse de sus futuras aspiraciones políticas, entre ellas la de ser o no candidato presidencial. Un triunfo del SÍ lo pondría de primero en el partidor de la llamada Alianza Política de la Paz. Aunque se siente abrumado por tantas atenciones, ya empezó a escuchar el estribillo de “Se vive, se siente, De la Calle Presidente”, y ello –por más que no quiera– terminará por calentarle los oídos.

Vicepresidente Vargas Lleras, Sí pero No
Termina la campaña plebiscitaria y el vicepresidente, Germán Vargas Lleras, no se puso la paloma de la paz en la solapa del vestido. Pero ello no significa que no apoye la negociación con las Farc, o algo peor: que sea enemigo de la paz, como sostienen sus contradictores políticos. Vargas Lleras no se metió de lleno en la campaña del SÍ, entre otras razones, porque no quiso tener de jefe al expresidente César Gaviria, uno de sus principales malquerientes.

Para nadie es un secreto que Vargas Lleras y Gaviria cada día se soportan menos. Pero el Vicepresidente tampoco fue el abanderado del No, aunque ganas no le faltaron. Mantuvo su lealtad al presidente y cuando fue requerido aportó sus ideas. Aunque ese Sí pero No terminó mostrándolo como tibio ante la opinión pública, lo cierto es que ello le permitirá convertirse en uno de los factores decisivos en las presidenciales de 2018, pues podrá tener acercamientos con todos los sectores de la política local o nacional. El riesgo de Vargas Lleras al asumir esas posiciones “tibias” es que su imagen de hombre de carácter fuerte se desdibuje y termine convertido en el candidato: ni ni, ni lo uno ni lo otro, como sucede con otro eventual candidato presidencial, el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo.

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