Pocas personas se imaginaron que después de firmar la paz con las Farc y de ganarse el Premio Nobel, la situación de Juan Manuel Santos sería hoy mucho más complicada que cinco años atrás, cuando sentó en la mesa de negociación de La Habana a los jefes de ese grupo guerrillero.
Pero es así. Al haber perdido el Plebiscito que serviría para refrendar el Acuerdo Final para una paz Estable y Duradera con las Farc, el Presidente de la República quedó atado a una serie de factores y de nuevos protagonistas que terminaron prolongando la 'horrible noche', que millones de colombianos creían superada.
El triunfo del ‘No’ sobre el ‘Sí’ por escaso margen –55.000 votos– cambió todo el escenario optimista y venturoso que se había creado y metió a Colombia en un túnel cuya luz final sigue sin aparecer, quince días después de la impensada derrota del ‘Sí’.
La razón para este limbo no es otra que la obligación que tiene Santos de negociar ya no solo con las Farc, sino con los promotores del ‘No’, con el expresidente y senador Álvaro Uribe a la cabeza. Es decir, Santos deberá negociar con Uribe el Acuerdo Final y renegociar con Timochenko lo que negocie con Uribe sobre ese Acuerdo Final. En esas está.
En medio de un ambiente caldeado, la sociedad civil –con los jóvenes a la cabeza– quiere un 'Acuerdo de Paz Ya', algo difícil de alcanzar dada la polarización de las partes.
Pese al afán por lograr un acuerdo lo más pronto posible, habría que decir que en términos políticos la 'renegociación del Acuerdo Final' es lo mejor que pudo pasar, luego del triunfo del ‘No’. Y ello es así porque permite involucrar en la negociación a quien desde un comienzo, tanto Santos como las Farc habían decidido dejar por fuera de los diálogos: Álvaro Uribe Vélez.
Con Uribe ahora en la negociación –y también con el expresidente Andrés Pastrana, la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez y el exprocurador Alejandro Ordóñez– el Acuerdo Final de Paz con las Farc adquiere no solo más solidez, sino mayor legitimidad, algo de lo que –sin duda– carecía.
Pero las cosas no son tan simples. Y por eso la incertidumbre nacional e internacional. Negociar con Uribe y renegociar después con las Farc podría tomarse varios meses y ese tiempo terminaría creando un escenario fatal para el Acuerdo Final, pero –sobre todo– para el país. No podría ser una negociación eterna. Santos y Uribe deben saberlo y los estudiantes en las plazas y en las calles del país se lo recuerdan todos los días.
Se trata de una carrera contra el tiempo, pues al no haber Acuerdo Final en firme, su fragilidad es extrema y el riesgo de que se rompa el hilo es cada día mayor. No hay que olvidar, además, que hay 8.000 guerrilleros armados en los campamentos de las Farc, esperando que salga humo blanco para poder seguir con su proceso de reinserción a la vida civil. Los delegados de la ONU también están a la espera.
El otro escollo es de fondo y tiene que ver con la ‘carne’ del Acuerdo Final, es decir con todos y cada uno de los puntos acordados. Y ahí el asunto es bastante complicado, porque lo que para Santos son simples 'ajustes', para Uribe y compañía son 'puntos de honor', como la Justicia Transicional, la elegibilidad de los jefes de las Farc y la conexidad del narcotráfico con delitos políticos. Mientras Santos piensa en una cirugía estética del Acuerdo Final, Uribe recomienda el trasplante de varios órganos.
Curiosamente, el tercer protagonista de la historia –las Farc– han mantenido una posición expectante, pero prudente. Desde el mismo día de la derrota del ‘Sí’, Timochenko dijo desde La Habana que las Farc 'seguirán luchando con la palabra y no con las armas', y en esos mismos términos se han pronunciado otros jefes insurgentes. El único que se mueve como volador sin palo es alias Jesús Santrich, al que ya pocos le paran bolas.
De manera que el momento histórico que vive el país exige dejar de lado las vanidades personales y los egos. Es la hora del desprendimiento y de la grandeza. Sin paz todos somos perdedores. Los cálculos políticos deben dar paso al altruismo y a la benevolencia. Los intereses personales no pueden estar por encima del bien común.
Quienes tienen en sus manos la responsabilidad de alcanzar la paz con las Farc no pueden ser inferiores al reto impuesto por millones de colombianos. En sus manos está lograrla o prolongar la 'horrible noche' que, en el caso de las Farc, lleva ya 52 años. ¿Qué deben hacer Santos, Uribe, las Farc y la sociedad civil en estos momentos de incertidumbre?
Juan M. Santos, prueba de fuego para un Nobel
A pesar de la inmensa alegría que le produjo haber ganado el Premio Nobel por 'los esfuerzos realizados por alcanzar la paz con las Farc', es evidente que la derrota del ‘Sí’ debilitó políticamente al presidente Santos. No solo perdió el Plebiscito, que le permitía ganar la gran apuesta de sus dos mandatos –¿la única?– sino que la derrota lo obligó a negociar con su ‘nuevo mejor enemigo’ y antiguo tutor: Álvaro Uribe. Negociar con Uribe para luego renegociar con las Farc lo negociado con Uribe es la mejor oportunidad para estrenar su Premio Nobel de Paz. Salir exitoso de esta prueba de fuego le garantizaría –ahí sí con letras de molde– un lugar en la historia como el Presidente que logró la paz con las Farc. Pero un fracaso lo condenaría al ostracismo, pues habría alcanzado la gloria personal, pero dejaría un país incendiado. Cuando reconoció su derrota en el Plebiscito, habló de construir de forma colectiva un nuevo capítulo de la historia. Así debe ser. Ya escribió una parte con las Farc, ahora deberá escribir la otra con Uribe y con los demás promotores del ‘No’.
Álvaro Uribe, el hombre de la paz o de la guerra
El influyente diario estadounidense ‘The New York Times’ escribió esta semana un duro editorial contra el expresidente Álvaro Uribe. 'Aún no es demasiado tarde para que se empiece a comportar como un hombre de Estado y no como un aguafiestas', escribió el editorialista. 'Las decisiones que tome en las próximas semanas –afirmó el diario– pueden ser determinantes para que el acuerdo de paz con la principal guerrilla del país detenga finalmente el baño de sangre o se convierta en otra oportunidad perdida'. 'Una vuelta a los enfrentamientos, algo que no puede descartarse, sería algo catastrófico. Y si eso llegara a ocurrir, el principal responsable sería el señor Uribe', concluye el editorial. Semanas atrás ‘The Wall Street Journal’ había dicho que quien se merecía el Nobel era Uribe y no Santos. Lo cierto es que Uribe tiene en sus manos no solo la suerte del Acuerdo Final de Paz con las Farc, sino el regreso a la guerra con ese grupo guerrillero. Del manejo responsable y prudente que le dé a la negociación con Santos dependerá la paz o la guerra con las Farc. Punto. Al presentar sus observaciones o propuestas para hacer ajustes al Acuerdo Final dio un paso en la dirección correcta. Ahora deberá negociarlas. Y ello significa –claro– estar dispuesto a hacer concesiones.
Farc, ahora deberá 'negociar' con Santos y Uribe
El mejor escenario que pudieron encontrar las Farc para negociar en La Habana con el Gobierno fue el enfrentamiento entre Santos y Uribe. Y ello fue así porque marginó de la mesa de diálogos no solo a su principal enemigo, sino a un exmandatario con mucha popularidad. Pero el resultado del Plebiscito demostró que las Farc habían firmado la paz con una parte del Establecimiento. Ahora podría firmarla con la inmensa mayoría. Su desmedida ambición en sus pretensiones –que encontró poca resistencia de parte de la delegación del Gobierno– terminó estrellándose con una cruda realidad, que muestra que la mayoría de los colombianos las desprecia y pocos están dispuestos a perdonar sus actos de terror. La derrota del ‘Sí’ fue un castigo a Santos, claro, pero –sobre todo– fue un castigo a las Farc, cuyos comandantes recibieron tratamientos de jefes de Estado –como ocurrió en Cartagena, durante la firma del Acuerdo Final– sin haber abandonado las armas. Ante la incertidumbre que se vive por la derrota del ‘Sí’, su mensaje ha sido de compromiso con la paz y de continuar en la búsqueda de la salida política. Se trata de un parte de tranquilidad que contribuye a aclimatar las nuevas negociaciones. Pero –sobre todo– envían el mensaje de que volver a la guerra no está en sus planes.
Sociedad Civil, la hora de los estudiantes
En las plazas y calles de las principales ciudades del país están los jóvenes exigiéndoles a Santos, a Uribe y a las Farc que encuentren los caminos que permitan poner fin a la guerra con el grupo guerrillero. Y no todos son promotores del ‘Sí’. También hay entre ellos defensores del ‘No’ que quieren la paz, pero no en los términos que la firmaron Santos y las Farc. Al volcarse a las calles, los estudiantes del país están dando una muestra de madurez política y de compromiso con la suerte del país. La sociedad civil en general, y los estudiantes en particular, no piensan desaprovechar esta oportunidad para lograr la paz con las Farc. En la misma tónica están los empresarios y los industriales –tanto del ‘Sí’ como del ‘No’– que también esperan el fin del conflicto. Nadie mejor que ellos saben el costo de mantener una guerra sin cuartel, que no solo deja miles de víctimas, sino multimillonarias pérdidas. Aunque la abstención del Plebiscito fue muy alta (superior al 65 por ciento), la presencia en las plaza y calles de miles de personas clamando por la paz del país muestra que la sociedad civil decidió jugar un papel protagónico en esta hora de incertidumbre política.




















