La metodología de la nueva reforma de la salud debe empezar por contar con una verdadera participación. Una cosa es querer la paz, y otra, estar de acuerdo en cómo se está haciendo. La reforma a la salud podría ser algo parecido si no se tienen en cuenta los fundamentos para hacerla.
¿Quiénes la hacen? Honorables congresistas y el Gobierno, con la escasa participación de los gremios de la salud y de la comunidad. O sea, no están los que son, ni son los que están. No están los que han trabajado toda la vida en los procesos de la salud y en la atención de los pacientes, la respuesta a las epidemias y a las nuevas enfermedades, con la debida actualización y utilización de recursos en forma adecuada. Aquellos que se han quemado las pestañas para profesionalizar una vida llena de servicios y sacrificio. Tampoco están las comunidades desatendidas y las poblaciones que más requieren atención, que se mueren en la puerta de los hospitales, que les niegan la consulta o que tienen que acudir permanentemente a la tutela para lograr algo de lo que necesitan. No solo aumentan la crisis de la salud y los trastornos emocionales, sino también los financieros. El interés de un gran número de congresistas es una vergüenza, muchos están relacionados con la salud para obtener grandes dividendos, y dándose golpes de pecho creen que serán perdonados con sus desmanes, igualmente instituciones, creadas no para ayudar a la gente sino para su propio enriquecimiento.
¿Cómo se hace una reforma? Sin el conocimiento, el análisis de la situación actual y de los antecedentes se pretende tomar decisiones dejando las condiciones, similares a lo que está, sin cambiar los determinantes de la salud. La protección de los recursos, tarea que puede ejercer mejor el actual Ministro de Hacienda, debe ser conjunta con el de Salud, un financista, que empieza a conocer de los problemas de salud desde cuando lo nombraron hace solo 9 meses. Si creemos en su honradez y rectitud, y con buenos asesores, podría plantear una buena propuesta, no sin antes tener el conocimiento profundo de los gastos de las diferentes enfermedades. Buena su respuesta al presidente del Congreso, Roy Barreras: “si tener experiencia política es saber repartir puestos, no la voy a tener”. Nos queda la duda de por qué premiar a los que ya dejaron el rancho ardiendo, acabaron con los mayores presupuestos, y ahora no se llamarán promotores, sino gestores, para que manejen nuevamente el carrusel de la salud. La parte jurídica de la Ley estatutaria por medio de la cual se regula el derecho fundamental a la salud está en camino, y ya destapó los diferentes intereses de congresistas y de las EPS. El sistema tendrá una financiación que garantice la protección del derecho fundamental a la salud, sin límites, lo cual no es cierto, ni en los países desarrollados. Dichos recursos, en sus diferentes fuentes, serán manejados de forma unificada por una entidad del nivel nacional encargada de realizar los pagos, giros o transferencias de manera oportuna a los agentes que participen del mismo, dentro del ámbito de sus competencias, está por verse, porque solo significaría un cambio de manos.
Donde están los principales actores, trabajadores de la salud y comunidad no aparecen, solo para asignarles responsabilidades. No se les ayuda a su formación y preparación, no parecen ser parte del sistema. No se mencionan a los únicos que deberían recibir honorarios profesionales. Debería tener la Ley Estatutaria un párrafo importante que dijera que “solo recibirán pagos los profesionales que presten servicios de salud, los demás deberían desaparecer”.
Por Álvaro Villanueva, MD
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