Periodista, político y ahora Nobel de Paz. A partir de la fecha al presidente Juan Manuel Santos entrará a la honrosa lista de galardonados con el máximo reconocimiento internacional que año tras año anhelan líderes, investigadores, científicos y forjadores de paz.
El premio recompensa sus esfuerzos en pos de la paz, pese al resultado del plebiscito del 2 de octubre, en el que el No venció en las urnas al Sí a los Acuerdos con las Farc. Se impuso con el 50,21% de los votos, mientras el Sí alcanzó el 49,78%.

Pese al revés, Santos ha mantenido el alto el fuego y ha reiterado su voluntad de incluir en el acuerdo a quienes políticamente se oponen, liderados por los ex presidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana.
Con la habilidad de un experto jugador de póquer —como sus amigos dicen que es— se jugó su capital político y su credibilidad al aportarle a un proceso de paz que ha sido duramente cuestionado desde hace cuatro años, cuando se anunció el inicio de la negociación con el grupo guerrillero, en La Habana.
Juan Manuel Santos nació y creció en los círculos del poder, el destino parece haber tenido reservado un papel más allá de la jefatura de Estado como el principal impulsor de un acuerdo para acabar un conflicto armado que hace 52 años desangra al país.
Su familia fue durante décadas propietaria de El Tiempo, el diario más influyente del país, donde comenzó su actividad como periodista y que alternó con una larga carrera en la administración pública coronada en 2010 al llegar a la Presidencia, siendo reelegido en 2014 para un segundo periodo que culminará en 2018.
El presidente está casado con María Clemencia Rodríguez, con quien tiene tres hijos: Martín, María Antonia y Esteban. El primogénito dirige la Fundación Buen Gobierno.
Graduado en Economía y Administración de Empresas en la Universidad de Kansas (EEUU) y con postgrados de la Escuela de Economía de Londres, la Universidad de Harvard y la Escuela Fletcher de Leyes y Diplomacia, también en EEUU, Santos tiene un brillante currículo que lo preparó para llegar al poder.
En los años 70 trabajó en Londres como jefe de la Delegación de Colombia ante la Organización Internacional del Café (OIC) y luego regresó al país como columnista y subdirector de El Tiempo.
En su dilatada vida pública ha sido también ministro de Comercio Exterior (1991-1994) en el Gobierno de César Gaviria, y Designado Presidencial (1993-1994), cargo ya abolido y cuya función era la de asumir la jefatura del Estado en caso de ausencia del presidente.
Fue además titular de Hacienda entre 2000 y 2002, en el Gobierno de Andrés Pastrana, y ministro de Defensa de Uribe, cargo en el que lideró la aplicación de la política de Seguridad Democrática de su jefe y que le catapultó a la Presidencia.
'La historia nos mira. No nos perdonará si no intentamos acabar de una vez por todas con este desangre inútil', manifestó en la inauguración de las sesiones del Congreso Nacional el 20 de julio de 2013, cuando la negociación con las Farc en Cuba ya llevaba ocho meses de los 45 que finalmente duró.
Pero la paz, 'el bien supremo de toda sociedad', según ha dicho numerosas veces, no fue siempre su prioridad porque también subraya que 'nadie le ha dado más duro a las Farc que este servidor', refiriéndose a su gestión como ministro de Defensa (2006-2009), en la segunda Presidencia de Álvaro Uribe, y luego como jefe de Estado.
En sus cuentas está que, como ministro o como presidente, tuvo que ver con operaciones en las que murieron los que en su momento eran el número uno de las Farc, alias Alfonso Cano (2011); el número dos, alias Raúl Reyes (2008); el considerado jefe militar de esa guerrilla, alias Mono Jojoy (2010), así como 63 cabecillas de frentes rebeldes.
Por eso, después de debilitar con golpes militares a las Farc, Santos consideró llegado el momento de plantear la negociación.
La 'osadía' provocó la ruptura con Uribe y con un sector importante de la sociedad que no le perdona que haya cambiado el fusil por el ramo de olivo y lo acusa de 'entregar el país a la Farc'.
Santos, que tiene una fuerte identificación con los militares, como quiera que en su juventud fue miembro de la Armada Nacional, algo que recuerda cada vez que puede, ignora las críticas que se le han hecho por sus acercamientos al grupo guerrillero para la firma del Acuerdo.
Con el olfato político que lo caracteriza, percibió que el péndulo de la historia se movía en dirección a la negociación y se embarcó en el viaje de la búsqueda de la paz que finalmente firmó en Cartagena donde se hizo marino en su juventud.