El Heraldo
Barranquilla

“Lo digo con mucho gusto, caray”

En una de sus últimas charlas, tras lanzar su álbum musical, el artista se mostraba sereno ante el futuro.

En un ritual de introspección  Diomedes se queda mirando fijamente  su foto, como interpretando que el tiempo ha pasado, pero que en esencia él sigue siendo el mismo mestizo azabachado por el sol que  se envuelve en prendas arhuacas para entrar en comunión con los hermanos mayores  de la Sierra Nevada de Santa Marta.

El retrato, por años guardado, logra que el  Cacique se encauce en un híbrido de momentos, de los buenos de pasado y de los buenos del presente. Seguramente ha habido lapsus entre el día de esa imagen memorable de la lente de Mile Castrillón, hasta  hoy, cuando el Cacique de la Junta está de plácemes por el lanzamiento de su nueva producción, Con mucho gusto caray.

Lo acompaña Luz Consuelo Martínez, su amor bogotano, a quien pretende  asustar  cuando en broma le suelta la noticia que el bebé de  la foto es de él. Pero ella  no se desestabiliza, y por el contrario,  intenta recordar  que igualmente ella pudo haber estado ahí. También está el hijo mayor de los  dos, un adolescente que data de la época de sus amores escondidos, lo confiesa Díaz. Pero hoy la historia es diferente, y la dama es uno de los motivos del cantante para develar su regocijo con la vida.

Y es una vida que va para largo, como  se lo confirmó su cardiólogo Efraín Gómez,  “una eminencia nacional de los corazones en Colombia”, así lo califica el propio Díaz. Una vida que reverdece por la ternura de la pequeña Katiuska, por los sonidos de su nueva producción musical y por el éxito que han alcanzado, algunos de sus incontables hijos, como Martín Elías, otro de los que heredó  la destreza vocal de su progenitor, y que ya es una realidad en la escena musical vallenata.

Como en los viejos tiempos

Hay visos en el look de Diomedes  y en los sonidos de su disco que remontan a sus trabajos de Título de amor o del 26 de mayo, que hiciera al lado de Juancho Rois. El cabello organizado hacia adelante y con flecos hacia atrás, ponen de presente a ese Cacique de la Junta anunciado con resonancia y en el mundo de las tarimas por Jaime Pérez Parodi, su locutor de cabecera. Los compositores del nuevo álbum: Máximo Movil, Calixto Ochoa, el Chiche Maestre o Emiliano Zuleta, dejan de manifiesto que Diomedes sigue fiel al carácter raizal de su música.

Porque Diomedes creció cantando vallenatos, en contra de los mandamases  envidiosos de La Junta que se atrevían  a llamarlo voz de chivo para bajarlo de la nube onírica de cantante famoso, pero que en el fondo  sabían que el hijo del jornalero de El Carrizal, Rafael María Díaz, de seguir así, iba  a dejar callado a todo un pueblo que de tarde en tarde veía al chiquillo enjuto apostarse en la ventana marroncita soltando nóveles versos a su primer amor.

Diomedes Díaz Maestre sigue en esa senda de la expresión tradicional, claro, con las adiciones melódicas que demandan las grabaciones modernas, y que despiertan el furor de miles y miles de fieles seguidores, de los que aún conservan la costumbre  solemne de ser los primeros en la tienda de discos, o de los que se valen de la comodidad de la red para sumar a su reproductor de sonido, tan rápido como sea posible, lo más reciente de sus canciones.

El intérprete guajiro sigue siendo un fenómeno. Lograr cerca de medio millón de descargas con tan sólo unos días de lanzar el disco, es la prueba de que la gente lo sigue, está pendiente de su agenda , de sus conciertos, de lo que hizo o no hizo, de lo que dijo o de lo que calló. Él continúa vigente y sabe que tiene que cuidarse, porque como lo pronosticara por allá en 1980, se debe a su fanaticada.

Con mucho gusto caray

Convergen en el nombre del nuevo trabajo musical su frase insignia con el caray muy cachaco y el Caray de Juan Gabriel, la canción ranchera que adaptó  a los notas del acordeón. Es un homenaje de Diomedes al artista mexicano y a la música ranchera con la cual se identifica y en la que encuentra similitudes métricas con el vallenato. Pero el disco es también un homenaje de Diomedes  a la capital, a su compañera, a su hermano Rafael y a otros compositores que normalmente enlistan su repertorio.

La producción es un encuentro de amigos en el que no sólo Álvaro López -el hijo de Miguel- digita el acordeón, pues también lo hace Emilianito Zuleta, su compadre. Es una fusión de voces en la que los coros son de Edgar el More Ovalle, Walber Orozco y Carlos Huertas. Es el acompañamiento en las cajas de Rodolfo padre y de Rodolfo hijo. En otras palabras, varios de los mejores artistas, que muchas veces no son  de la  planta de Diomedes Díaz, se unieron  para producir el disco que tradicionalmente se ha lanzado el 26 de mayo, aunque no esta vez.

Sea cualquiera la fecha, Valledupar, o el fortín del Cacique, se convierte en un hervidero cada vez que este anuncia su nuevo trabajo musical. Porque Diomedes sigue causando ese revuelo, porque nunca deja de ser noticia, porque es un ídolo, indiscutiblemente; amigo tanto del lustrabotas como del gobernador, del mensajero y del gerente. Todos tienen que ver con él, porque sus letras pegan, su música pega. Con Diomedes el mensaje llega, logra su efecto; a través de la frase en la entrevista o el verso de la canción.

Otra vida musical

Hacia el año 1992, Diomedes Díaz grabó con Juancho Rois el álbum Mi vida musical, homónimo de un tema de su autoría en el que hace un recuento, hasta ese momento  de lo que había sido su trayectoria musical al lado de cinco acordeonistas. Y de ese tiempo para acá, otros  cinco ejecutores del acordeón lo han acompañado, desde  Iván Zuleta hasta Álvaro López, el de la dinastía López de La Paz.

Podría pensar el Cacique en una segunda parte de aquel sabroso paseo biográfico, como de segundas partes se compone el nuevo repertorio. En la nueva versión de Que me mate el dolor de Máximo Movil, en El profeta  de Edilberto Daza, en Las vueltas de la vida de Calixto Ochoa o, incluso, en el Amor bogotano inspirado en Luz Consuelo. La mujer que se muestra hacendosa, pendiente  del artista; la que arregla su camisa y que seca su sudor.

El Cacique está que se canta, lo esperan en el Cesar, en las Corralejas de Sincelejo y en el Carnaval de Barranquilla. Lo esperan por todos los lugares, porque sus canciones, las de ahora, o las de antes, hacen parte de la historia musical de Colombia y del recuerdo de millones de personas. Porque   hasta el más apático hacia el género vallenato tiene al menos un álbum de Diomedes en la discoteca de la casa. Casos se han visto de rockeros  consumados tarareando los clásicos del Cacique de la Junta, Diomedes Díaz. Así lo bautizó Rafael Orozco y así lo anuncia Pérez Parodi. En efecto, ya lo están llamando.

Tocado por las gotas de sereno

Este Diomedes que nos dio la bienvenida en  la sede de la empresa  disquera,  nos remite  al hombre cálido gran anfitrión que hace doce años nos atendió largamente en su casa de Valledupar.  Ayer el Cacique desbordaba felicidad enfundado en una camisilla que parecía tocada por  las gotas de sereno de  que habla en su canción Chispitas de Oro.

Se le ve revitalizado y seguramente es por la fuerza del amor reverdecido de Luz Consuelo Martínez, a quien conocimos en 1998, cuando lo  visitaba, a escondidas, en su sitio de reclusión en Funza, acompañada del  pequeño  “cadete” como llama Diomedes, al muchacho que ahora  ronda los quince años y quien  no se pierde detalle de los apuntes del hijo de La Junta.

Diomedes da la bienvenida a los reporteros. Suda, sonríe, pero se le ve tranquilo y dice que en buena parte su optimismo se debe a su buen estado de salud, a la protección de la Virgen del Carmen, su  patrona y por supuesto a los resultados en ventas de su producción Con mucho gusto.

Dice el Cacique que sus temas preferidos son la nueva versión de Me mata el dolor del desaparecido Máximo Movil, Mi compañera de Emilianito  Zuleta y  Más allá del cielo de Chiche Maestre, que  le alegra el derrotero que está tomando la  carrera de Martín Elías, quien, junto con Rafael Santos, otro de los críos del cantante que han seguido sus pasos  “Los  eduqué con valores y Dios les regaló talento para cantar”.

Diomedes Díaz Maestre, el mito, el hombre que no gusta  de las entrevistas, el que atiende miles de personas cada semana, el que confiesa que a veces  lo abruma  el no poder tener una vida tranquila. El padre prolífico que no para de sonreír. Sobrio y tranquilo,  bromea y recuerda   algunas de sus primeras canciones, las que sólo escucha “de vez en cuando”.

Es el Cacique  feliz  con  su nueva compañera Luz Consuelo, a quien le juró amor eterno frente a la Torre Eiffel quien con devoción  y esmero  cuida cada detalle  para que la gente  tenga la mejor percepción de este artista, que hoy parece renovado y dispuesto a recuperar  su  imagen y la impronta de una de las figuras cimeras de la música popular de Colombia.
 

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