Jesús RicoDomingo Machado y sus hijos Kelinda, Víctor y Linda María, frente a su casa.

Domingo Machado Causado y su familia pertenecen a ese grupo de los 230 hogares que a cuenta de esfuerzos y sacrificios y bajo la orientación de la Red Unidos y la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema, Anspe, obtuvieron el reconocimiento que hoy los tiene como una de las familias que lograron sacarle el quite a las condiciones de extrema pobreza con las que les tocó convivir durante años.

Su historia es de trabajo y rebusque diario, de guerreo a pulso y tesón contra las adversidades y las filosas astillas de una ciudad grande comparada con su natal pueblo Astrea, ubicado en el Cesar.

Tal como Domingo lo afirma, su historia es la típica del muchachito vivaz de provincia que llega a la gran ciudad sin nada, así como se dice popularmente, con una mano adelante y otra detrás. “A los 15 años me vine de Zambrano, donde vivía con mi abuela y terminé trabajando como jardinero en una casa de familia, y luego trabajé en una estación de servicio lavando carros”, recordó con cierto dejo de nostalgia dibujado en su semblante. “En ese tiempo vivía en el barrio La Esmeralda y estudiaba de noche en el Instituto Los Alpes, donde terminé mi bachillerato”, recordó.

La amplia y bien acabada casa de materiales donde reside hoy día al lado de su esposa y su tres hijos se encuentra ubicada en Por Fin, una barriada popular de estrato 1 que, debido al esfuerzo de algunos líderes comunitarios, incluyéndolo a él, hoy cuenta con agua potable y los servicios públicos regulados.

Cuando Machado se casó se rebuscaba haciéndole mantenimiento y arreglando máquinas de escribir y estufas. Con eso conseguía el arriendo y el pago de servicios de una pequeña pieza que rentaban él su esposa en el barrio La Paz.

“Al cabo de un año un amigo cercano me regaló este lote donde construimos un cuartico de 4 por 4, de paredes en bloque y láminas de eternit y un baño construido en madera”, recuerda Machado, quien en esa época trabajaba desempeñándose como oficios varios en la Beneficencia del Atlántico, donde laboró tres años y con el dinero de la liquidación montó una pequeña tienda.

De Astrea al barrio Por Fin, donde por fin iniciaría la senda que lo conduciría a mejorar su calidad de vida. Entre la renta de su tienda, el trabajo de líder comunitario, de comerciante independiente vendiendo condimentos puerta a puerta por temporadas, cursos de inglés y lo que le iba ofreciendo el destino, Machado empezó a vacilarse a la pobreza.

“Logramos ahorrar unos pesitos y montamos un SAI con un socio, al que a la vuelta de 6 meses logramos devolverle su inversión”, recordó.

Cuando enfrente de su casa comenzaron a levantarse las casas de interés social que hoy se conocen como Urbanización Calamarí, toma la decisión con el apoyo de su esposa Astrid Arrieta, de abandonar el negocio de la venta de minutos porque había dejado de ser rentable y aprovechando el gran número de obreros que trabajaban en la construcción de enfrente se ingeniaron la venta de almuerzos para ese personal.

“Mire esta casa la fuimos levantando de a poquito, los obreros pagaban bien y algunos de ellos nos pagaban con materiales de construcción, y hasta con mano de obra los almuerzos”, recordó.
“Eso fue como una bendición”, agregó. “Pudimos comprar este lote de al lado que era de una cuñada e hicimos esta casita con sus tres habitaciones, su baño y su patio y fuimos creciendo, hasta que se terminó la construcción y se acabó el restaurante y nos dio por montar un negocio de máquinas tragamonedas”, explicó.

El 6 de agosto del año 2009 la familia recibió la visita de la Red Unidos, que en esa época se llamaba Juntos.

“A partir de ahí ellos comenzaron a asesorarnos para que alcanzáramos los 45 logros básicos y nos comenzaron a monitorear para ver donde estaban nuestras falencias dentro del marco de las 9 dimensiones exigidas”, afirmó, refiriéndose a: Identificación, Ingresos y Trabajo, Educación, Salud, Nutrición, Habitabilidad, Dinámica Familiar, Bancarización y ahorro, y Acceso a la justicia.

“Dentro de las 9 dimensiones encontraron una falencia en identificación: teníamos que actualizarle la tarjeta de identidad a los ‘pelaos’; en salud nos recomendaron hacernos los exámenes periódicos y prevenir cualquier enfermedad; nos dieron un curso en nutrición y a mí me motivaron a capacitarme mejor. Ya he hecho un par de cursos en el Sena”, afirmó.

Durante los 3 años de orientación y monitoreo de parte de los cogestores sociales estos acompañan a las familias estimulándolas a cumplir una serie de metas que en el caso de la familia Machado se han cumplido a cabalidad.

“La Red Unidos nos marca el camino para uno poder llegar lejos, espero que el Estado nos siga apoyando en nuestros proyectos”, apuntó Machado, quien hoy vive orgulloso de sus logros aunque él mismo tenga claro que la lucha continúa. “Todavía me faltan cosas, yo no puedo decir que ya salí de pobre, pero de que estamos mejor, estamos mejor”, afirmó.

Arturo Ladrón de Guevara, Asesor Regional de la Anspe, dice que lo importante es que las familias consigan 45 logros básicos que según los conceptos técnicos les sirve para romper la estampa de la pobreza y encausarse en la senda de la prosperidad.

“Hoy lo que hacemos es que las familias dejen de ser pobres extremos y entren en un proceso con unas habilidades y unas herramientas que les permiten crecer y tener una mejor calidad de vida tanto para ellos como para su descendencia”, aseguró.

Por Carlos Polo

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