Varios de los obreros, desmontando las láminas de eternit.

El golpe sincronizado de las grandes monas de hierro aporreando el concreto se confundía con los gritos y las indicaciones de los obreros que a toda marcha desvencijan el edificio donde funcionaba la vieja licorera. El ronroneo de los enormes camiones que entraban y salían con los despojos de este viejo gigante en agonía, se convirtieron en la banda sonora de una muerte anunciada y cantada que inició su proceso crítico y definitivo hacía su destino final, hace aproximadamente ocho días.

Son 67 años de historia yéndose al olvido en aras del progreso y el desarrollo urbano de una ciudad que crece con celeridad, que se expande bajo el mandato de nuevas dinámicas que corresponden a un nuevo orden.

Al viejo edificio que albergaba las dependencias de la antigua Fábrica de Licores del Atlántico (que se mudó a pocos metros) le quedan pocas horas de vida, los trabajos de desmonte y demolición se vienen ejecutando con premura y con todos los cuidados que se requieren en estos casos según palabras de Ramón Vides, gerente de Edubar.

“Lo hemos hecho con mucho cuidado y con los muchachos de aquí de la zona, a los que le hemos generado algún tipo de trabajo. Lo hemos hecho con cuidado porque este es un edificio que es muy viejo, que no está hecho digamos con toda la seguridad y que por su vejez amerita mucho cuidado en este proceso de desmonte y hemos tenido que tomar muchas precauciones para que las cosas salgan bien y no tengamos que tener ningún tipo de percance”, afirmó Vides, quien explicó que los trabajos de desmonte se vienen realizando de dos formas, una manual, que incluye el desmonte de los techos y el otro es el desencaje de muchos elementos que están incrustados.

“Eso lo terminamos hoy (ayer), mañana (hoy) ya entra la maquinaria pesada donde se van a tumbar los muros que deben estar en el piso este fin de semana. Hoy culminamos ya con todos los techos”, agregó.

Cada martillazo significa un segundo menos de vida para esta vieja edificación que en su momento albergó los sueños, los anhelos, las esperanzas y a lo mejor también, las frustraciones de cientos de obreros que día a día cumplían su jornada entre estas viejas paredes que hoy caen bajo el golpe del martillo, el inexorable paso del tiempo y la llegada de los nuevos planes del progreso.

Aquí, en este lugar que hoy cae bajo la fuerza laboriosa de los obreros y las máquinas, culmina el Corredor Portuario, en esta área quedará ubicada la rotonda que permite poder articular la vía que va a la Loma.

“Por aquí pasamos al puente y a través de el pasamos al Caño de los Tramposos y en esta misma rotonda va hacer la sincronización o la prolongación de la carrera 46, de tal manera que la persona que venga del norte de Barranquilla o de cualquier sector, si viene por la prolongación de la carrera 46 entra muy fácil y rápido a la Loma”, explicó Vides.

Agregó que se compró un predio por $5.500 millones a la Gobernación, luego de recordar que en el Corredor Portuario se invertirán unos $130 mil millones.

“La inversión que se viene haciendo para que prolongación de la carrera 46 sincronice con el Corredor Portuario, que incluye la rotonda y luego la Avenida del Río, el Distrito se está gastando más de $180 mil millones y eso lo ha planteado la Alcaldesa en sus exposiciones sobre las inversiones en esta zona”, sostuvo.
William Camargo, residente de la invasión conocida como la ‘Bendición de Dios’ ubicada justo enfrente del viejo edificio, hace parte de la cuadrilla que colabora en el desmonte, sin embargo, no deja de sentir nostalgia por la partida de sus vecinos, de los que dice haber recibido muchas colaboraciones tanto él como los de la ‘Bendición de Dios’. “La gente de la licorera nos colaboraba mucho, en todo, cada que necesitábamos algo nos colaboraban”, dijo mientras ayudaba a desmontar unos oxidados desagües.

Mientras el viejo edificio termina de emitir el último de sus estertores, en las nuevas instalaciones, ubicadas en la calle 5 con carrera 49, se comienza a escribir las páginas de un nuevo libro y una nueva historia.

Por Carlos Polo

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