El Heraldo
Tres niños indígenas wayuu caminan hacia su ranchería tras ser evaluados por el programa Tepichikana de la Gobernación de La Guajira. Héctor Palacio
La Guajira

Hay 8.560 niños indígenas en riesgo de desnutrición

Por primera vez desde la crisis humanitaria de 2014 en La Guajira, un programa gubernamental llega a las rancherías más alejadas, donde habitan unas 11.694 familias en precarias condiciones.

Cleider Ipuana es el niño más risueño del Centro de Recuperación Nutricional Tepichikana de Riohacha en el que son atendidos los casos más severos de desnutrición infantil wayuu.

El pediatra Luis Fernando Buendía explica que por lo general un menor en este estado permanece triste y cabizbajo, pero este no es el caso de Cleider, quien no deja de moverse en su silla y de abrir los ojos cuando los médicos le hablan a su mamá Guillermina Ipuana.

Explica el especialista que a sus seis años este paciente debería tener un peso de 19 kilos y una estatura de 112 centímetros y no los 12 kilos y 90 centímetros que registra en su historia clínica.

“Tiene alma de líder, de triunfador”, asegura una de las encargadas del lugar, al que llegó en el marco del programa de alimentación y nutrición de la Gobernación de La Guajira realizado en el 2015 con una inversión de $11.373,513,988 (ver mapa de la desnutrición infantil wayuu).

Cleider y su hermana Milany, de 18 meses, fueron rescatados por uno de los 22 grupos de trabajo del programa Tepichikana que durante seis meses visitó 11.694 viviendas de  las rancherías indígenas más alejadas de La Guajira (ver infografía) para evaluar las condiciones de las comunidades wayuu de la zona rural de Riohacha, Dibulla, Uribia, Maicao, Manaure, Barrancas y San Juan del Cesar. Es la primera vez que se logra estructurar un mapa poblacional de esta zona del país.

Los hermanos Ipuana, que viven en la comunidad Macudsichon en Uribia, son dos de los 64 niños con problemas de desnutrición que lograron ser trasladados hasta Riohacha en donde se recuperan bajo vigilancia de un equipo interdisciplinario a cargo del Bienestar Familiar.

Guillermina contó a los médicos que los enfermos pasan mucho trabajo porque no tienen un puesto de salud cercano. Tampoco una escuela para llevar a sus hijos o una tienda para comprar alimentos básicos. La situación de abandono estatal es de tal extremo que ninguna EPS los había visitado ni mucho menos los políticos de turno en campaña para conquistar votos.

Lo que encontraron
El mapa de hambre de los niños wayuu permitió no solo detectar el estado actual de la población más vulnerable sino que servirá de guía para proyectos dirigidos a disminuir los índices de desnutrición.

Yaneris Cotes, directora del programa Tepichikana sostuvo que además de la evaluación el objetivo era brindarles la asistencia estatal que hasta ahora no habían recibido.

En los 15.891 puntos poblados georeferenciados detectaron 24 madres gestantes con bajo peso y 26 sin control prenatal. De los 8.560 niños en riesgo de desnutrición, 561 fueron remitidos a hospitales o clínicas con los que se firmó convenio para su recuperación. También fueron halladas 1.997 personas sin identificación y 4.480 sin ninguna vinculación en salud.

En esta búsqueda activa hubo casos en los que por desconocimiento, los adultos wayuu no permitían que los niños fueran atendidos.

Al equipo de profesionales los acompañaron indígenas wayuu y wiwas que trabajaron en el caso de la Sierra Nevada de Santa Marta en San Juan y Dibulla.

El exgobernador de La Guajira José María Ballesteros, aseguró que al diseñar el proyecto se quiso que no solo entregaran paquetes alimentarios a las familias evaluadas, sino de trazar algo más ambicioso con resultados tangibles y cuantificables que pudieran ser usados en el futuro.

En total distribuyeron 30.220 paquetes alimentarios con enfoque diferencial, que contenían arroz, maíz, lenteja, frijol, harina de maíz, panela, leche en polvo, sardinas, atún, aceite, sal, pastas y azúcar morena.

El exmandatario asegura que aún falta mucho por hacer para acabar con el problema, algo que ratifica la actual gobernadora Oneida Pinto, según la cual su prioridad será atacar este grave problema que dejó 32 niños muertos el año pasado y 4.700 en los últimos ocho años, según el líder wayuu Javier Rojas quien pidió medidas cautelares a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,  que las otorgó para la protección del pueblo wayuu.

El médico Luis Fernando Buendía asegura que para superar la desnutrición se debe establecer un plan multidisciplinario, intersectorial que abarque la atención clínica de calidad, la prevención y el diagnóstico oportuno, la atención de la desnutrición en las fases agudas y crónicas, pero especialmente la seguridad alimentaria de las familias, que en su opinión no es un problema del sector salud, sino de gobierno

Causas
En el diseño del proyecto Tepichikana reveló múltiples de ahí la urgencia de diseñar una atención integral.

La alta dispersión poblacional, la escasez de producción u oferta de alimentos, los hábitos  alimenticios inadecuados, los altos niveles de pobreza extrema, la baja presencia institucional del sistema de salud, la dificultad de atención y bajas coberturas sociales, el deterioro de la economía familiar, la baja lactancia materna y la desnutrición en las embarazadas, son algunas de las causas de la problemática.

La directora de este Yaneris Cotes asegura que, aunque se culminó con el contrato, en el sistema de salud quedaron vinculados los miembros de estas familias. Al Bienestar Familiar se envió el listado de los niños que no recibían ninguna atención. Los hospitales y Secretarías de Salud quedaron con el compromiso de hacer seguimiento a los casos más graves de desnutrición.

Mientras se sigue debatiendo sobre el tema y se esperan las primeras decisiones del actual gobierno, Cleider, su hermanita y su mamá, se desesperan por volver a la ranchería, al lado de sus otros cinco hermanos. Pero solo lo harán cuando la recuperación de los dos niños se haya completado. Quizás en uno o dos meses, explican en el centro.

Guilermina dice que aprendió mucho en el centro, que ya sabe cómo alimentar a sus hijos y que también sabrá qué hacer cuando enfermen. Su testimonio parece ser un mensaje esperanzador para los niños guajiros en riesgo.

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