El letrero de venta en la fachada de este ‘templo del saber’ despierta tristes evocaciones.s:

El profesor Alberto Assa Anavi, de ascendencia judeo-sefardita y nacido en 1909 en Constantinopla (hoy Estambul, Turquía), sobrevivió a las persecuciones nazis en Alemania, a las persecuciones franquistas en la España de la Guerra Civil, donde luchó entre los brigadistas internacionales por la defensa de la Segunda República y, tras abandonar Europa en 1952, logró convertirse en una figura notable entre los impulsores de la cultura y la educación de Barranquilla, de Colombia y de toda América Latina.

Si había algo que el profesor detestaba y combatía eran las manifestaciones de patrioterismo, asegurando que el sitio de nacimiento o la religión que profesara una persona no importaban en absoluto, pero su no menos fuerte aversión a la ignorancia le llevó a corregir más de una vez a sus interlocutores cuando se referían a los descendientes de libaneses, sirios o palestinos que habitan en Barranquilla y la región Caribe como “turcos”, llegando a asegurar que el único turco auténtico que había en Barranquilla era él.

Convencido de su propia máxima “no habrá desarrollo sin educación ni progreso sin cultura”, este docente por auténtica vocación y traductor políglota (fluido en ladino, francés, alemán, español, catalán, inglés y flamenco) fue fundador en esta ciudad del Instituto de Lenguas Modernas (ILM), de la Universidad Pedagógica del Caribe (origen de la facultad de educación de la Universidad del Atlántico) así como del Instituto Pestalozzi, de la Escuela Superior de Idiomas, del Instituto Experimental del Atlántico (IEA) ‘José Celestino Mutis’, de la Fundación Concierto del Mes y del sello editorial Instituto de Lenguas Modernas.

Lo que queda de su legado material en esta ciudad tras su muerte en 1996, sin embargo, está a punto de sucumbir ante la fuerza arrolladora del mercantilismo que en Barranquilla pasa sin miramientos por encima de cualquier manifestación cultural, histórica, estética o intelectual cuando se trata de obtener ganancias a partir de la venta de algunos metros cuadrados de suelo.

La sede donde funcionara el Instituto de Lenguas Modernas desde el año de su llegada de Europa, 1952, es un inmueble que, dadas sus connotaciones culturales y su estrecha relación con la formación de generaciones de profesionales de la región, debería ser protegido, conservado y hasta mimado por el sector oficial como parte indiscutible del patrimonio urbano, según opiniones informadas.

Condena al olvido. Pero no. El letrero que anuncia la venta de la solariega casona de dos plantas, sombreada por los frondosos frutales de la esquina de la carrera 41 con calle 52, la cual fuera sede del Instituto y al mismo tiempo la residencia del profesor Assa (según fue conocido y es aún recordado este asiático hijo adoptivo de Barranquilla), luce hoy implacablemente adherido a la fachada del inmueble como una sentencia condenatoria, nefasto preludio de la peste del olvido que se aproxima tragándose a dentelladas el pasado de la ciudad, devorando poco a poco pero sin descanso ni remordimiento la memoria
contenida en la arquitectura de sus barrios emblemáticos.

A los herederos de Alberto Assa no ha sido posible contactarles ni lo es tampoco echarles la culpa de desprenderse del inmueble, dados los torpes incentivos ofrecidos a los propietarios de las casas declaradas patrimonio de esta ciudad para conservarlas en condiciones presentables, y los dolores de cabeza que, más bien, suele traer dicha declaratoria para los mismos.

¿Dónde están?.La comunicadora social Denise Lagares, egresada del Instituto de Lenguas Modernas, en el cual ella estudió inglés y francés, se pregunta dónde están las decenas de profesionales que hoy ocupan importantes cargos y que vieron su carrera impulsada en parte por las becas en el extranjero que el profesor Assa gestionó y obtuvo para ellos, egresados tanto del ILM como del IEA. Piensa que a ellos les corresponde, como elemental gesto de gratitud, conformar una asociación o fundación que vele por la conservación del patrimonio material e intelectual del entregado y generoso educador, a quien recuerda como “el único profesor de verdad que tuve en mi vida”.

Lo dice debido al don y disposición que Alberto Assa demostraba a diario para ir más allá de la enseñanza académica y trascender hasta los terrenos de la formación de valores de vida, así como por la visión cosmopolita que el personaje sabía inculcar en todos sus alumnos, “haciéndonos sentir por primera vez ciudadanos del mundo”.

Para la profesora de Idiomas de la Universidad del Norte Paulina Delgado, ex alumna y ex docente del ILM y del IEA, ambos centros educativos deberían ser preservados por el sector oficial de la ciudad como “templos del saber”.
“Pero como eso no da votos...”, añade. Opina que la verdadera educación para ella comenzó cuando ingresó a las filas de estudiantes del profesor, quien la preparó para la etapa que luego pasaría educándose en Londres y París.

¿Capital de la cultura?. La profesora Paulina Delgado se toma la venta de la residencia Assa y su posible demolición como “un hecho doloroso, una desgracia y una gran pérdida para Barranquilla”.

Dice que no entiende cómo la administración de una urbe que funge de haber logrado para la misma el honorífico título de “capital latinoamericana de la cultura” puede pasar por alto algo así.

Por Carlos A. Sourdis Pinedo

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