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Como héroes y osados cataloga la comunidad del barrio Villanueva a Klebber Molina Pérez y a Jorge Luis Caballero, dos jóvenes que sin ninguna clase de interés se sumergen en las aguas putrefactas de los caños para rescatar los cuerpos que han sido arrastrados por los arroyos de Barranquilla.

Esta práctica ha surgido a raíz de la problemática que vive la ciudad cada vez que llueve torrencialmente, y que convierte las calles en unas trampas mortales por los torrentes de agua que se llevan a su paso todo lo que encuentran.

Klebber y Jorge Luis no dudan en darle todo el crédito a Manolo, cuyo nombre es Luis Manuel Calderón Rodríguez, reconocido por buscar a las personas que caen en arroyos o en cualquier otro cuerpo de agua en Barranquilla, quien les ha enseñado a perder el miedo y a sacar cuerpos de las aguas contaminadas.

Igual que Manolo, los ‘expertos’ rescatistas de cadáveres se meten a las aguas sin caretas ni equipos de buzo, solo con sus manos y el deseo de ayudar. 'No utilizamos nada porque son seres humanos y no nos da asco. Nos sumergimos en el agua y una vez los encontramos los movemos, así nos enseñó el señor Manolo', dice Klebber, quien es oriundo de la Isla Barú, situada al sur de Cartagena.

Una vez hallan los cuerpos, el primer sentimiento que aflora en estos jóvenes es de tristeza, pero al mismo tiempo sienten alegría.

'Sentimos como una alegría cuando encontramos un cuerpo porque a veces hay personas que se pierden en el agua y no las encuentran nunca. Por eso nos sentimos bien, porque los familiares los pueden sepultar', dice Jorge Luis Caballero.

El reciente rescate

El pasado 23 de julio el arroyo de la carrera 21 se llevó a Luisa Paola Osorio López, una joven de 16 años, estudiante de noveno grado de bachillerato.

Al día siguiente a las 6 de la mañana, Klebber y Jorge se dieron a la tarea de ayudar con el rescate del cuerpo junto a los organismos de socorro. Por eso comenzaron la búsqueda en la orilla del caño de la Auyama.

A la 1:15 de la tarde la intensa búsqueda dio resultado. El cuerpo de la adolescente, que había salido a flote, estaba enredado entre la taruya.

Dice Klebber que al principio pensaron que era un tanque, pero la lancha de la Defensa Civil se acercó el cuerpo y lo sacó un poco más.

'Ahí mismo le vi el codo y sin pensarlo dos veces me tiré al agua. La muchacha ya estaba hinchada, tenía barro en el cabello y golpes; la sumergí en el agua y le lavé la cara y el cabello. Luego Jorge me ayudó a llevarla hasta la orilla', afirma Klebber Molina.

Los discípulos de Manolo aseguran que entre los dos han rescatado por lo menos unos siete cuerpos sin que hasta el momento hayan sufrido alguna infección por meterse en aguas contaminadas. Sin embargo, en el último rescate a Klebber le salió un brote porque según él, se demoró mucho tiempo en sacarse el agua del cuerpo, además de perder todos sus documentos.

'Cuando me tiré al agua la cartera se me estaba mojando y se la entregué a alguien sin darme cuenta, ahora no aparece la cartera con los documentos y los 18 mil pesos que tenía que no son nada'.

A raíz del extravío de sus documentos, Klebber asegura que ha perdido dos oportunidades de empleo que le han salido, por lo que pide colaboración para que alguna persona le ayude a sacar nuevamente la cédula.

El dolor de Manolo

Jorge Luis, a quien le dicen el Purry en el barrio, recuerda una tragedia que le sucedió a Manolo, a quien irónicamente se le ahogó un hijo y cuyo cuerpo no pudo rescatar porque en ese momento no se encontraba en Barranquilla.

'El señor Manuel lleva más de 40 cuerpos rescatados, pero se le ahogó un hijo, el cuerpo lo rescató un hermano de él. Ese fue uno de los muertos más buscados, duramos cinco días hasta que lo encontramos', dice Jorge Luis.

Pese a ese dolor, aseguran los rescatistas de cuerpos, Manolo ha seguido realizando su noble labor, recompensado muchas veces con el cariño y agradecimiento que le brindan los familiares de las víctimas que en su mayoría son personas humildes.

'No todo el mundo se atreve a agarrar a un muerto. Esto lo hacemos de corazón y las personas también, de corazón, nos ofrecen cualquier cosa, así sea para comprar el jabón con que uno se baña', dice Jorge Luis Caballero.

'No ser imprudentes'

La recomendación que da Pérez es no enfrentarse a los arroyos ya que por muy pequeño que parezca puede ser muy peligroso por la fuerza que alcanza.

'Nos duele ver el estado en que encontramos a las personas que caen en los arroyos, las hallamos desfiguradas, en algunas ocasiones no mueren por ahogamiento sino por los múltiples golpes que reciben cuando llegan al arroyo canalizado debido a que la fuerza los estrella contra las paredes'.