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A pocos días de que la campaña de las elecciones presidenciales entre en su recta final, el porcentaje de indecisos permanece tercamente elevado. Por lo visto, los distintos candidatos no terminan de encontrar la fórmula para atraer la voluntad de una bolsa enorme de electores que se rigen por el voto de opinión.

La explicación más facilista para este fenómeno es afirmar que ello sucede porque los candidatos “son la misma cosa” y que carecen de elementos diferenciadores con la suficiente capacidad de persuasión como para movilizar a los indecisos. Sin embargo, resulta evidente que los candidatos son bastante diferentes entre sí y representan puntos de vista muy distintos, cuando no encontrados, acerca de la realidad nacional. Definitivamente, no son lo mismo Santos, Peñalosa, Zuluaga, López y Ramírez. Cada cual tiene su propia concepción de mundo, su identidad política y su manera de abordar los asuntos de interés general.

En estos 40 días que quedan para las elecciones, cada uno de los candidatos deberá esforzarse por hacer llegar sus mensajes a los ciudadanos de una manera más clara de lo que, a juzgar por las encuestas, les están transmitiendo. De momento, el debate preelectoral se ha centrado en la famosa ‘mermelada’. El presidente y candidato Juan Manuel Santos, consciente de que es el principal blanco de las críticas, decidió días atrás pasar al contraataque y justificó este tipo de prácticas con el argumento de que ellas existen en todas las democracias del mundo. Sus rivales, a su vez, se dedican a competir entre ellos (unos con más fundamento que otros) por ver quién está más libre de pecado en lo que respecta a la “orientación de inversiones”, como se denomina eufemísticamente a las asignaciones presupuestarias por sugerencia de congresistas.

Este tema es, sin duda, importante y merece ser discutido. Pero son muchos los colombianos que esperan una mayor pedagogía acerca de los propósitos de los aspirantes a la Casa de Nariño. Seguramente los distintos candidatos tendrán posiciones acerca de asuntos cruciales para la marcha del país, como el esquema tributario, el papel del Estado, la política de inversiones, la proyección internacional, etc., pero el hecho es que, o no los han sabido transmitir a los ciudadanos, o estos no han realizado aún el esfuerzo suficiente para informarse de las distintas propuestas.

Sería sumamente positivo que, en los días que restan hasta los comicios, todos pongan de su parte para elevar el nivel de participación, y de información, que eleven la calidad del ejercicio del voto. Por una parte, los candidatos deben esmerarse en clarificar sus posturas de un modo que sea comprensible para los electores. Por la otra, estos tienen que reflexionar serena e independientemente sobre cuál es la opción que más se adecúa a su idea de país. Para ello deben tener conciencia de algo que, no por repetido, deja de ser esencial: que el voto es un instrumento que puede transformar el mundo.