El Heraldo
Opinión

Puro periodismo

Más allá del rumbo que tome la industria informativa, su esencia seguirá siendo el periodismo de toda la vida. El de averiguar la noticia, redactarla con rigor y ofrecerla al lector. Eso es, ni más ni menos, lo que aspiramos a hacer en los próximos años.

No son muchos los periódicos que puedan preciarse de haber alcanzado los 80 años de vida con la salud y el vigor con que lo hace hoy EL HERALDO. Desde que salió a la luz un ya lejano 28 de octubre de 1933, este diario fundado por tres ilustres personalidades liberales –Juan B. Fernández Ortega, Alberto Pumarejo y Luis Eduardo Manotas– jamás ha dejado de ganar influencia, atraer lectores y consolidarse como el líder indiscutido de la Región Caribe, todo ello mediante la práctica cotidiana de un periodismo riguroso, independiente, equilibrado y –siguiendo la consigna que marcó desde sus orígenes el socio fundador Fernández Ortega– de buena fe.

A lo largo de su historia, El HERALDO ha actuado además como portavoz de la modernidad, lo cual no es de extrañar al tratarse de un diario fundado en Barranquilla, ciudad de inmigrantes y emprendedores que siempre ha estado abierta con curiosidad al mundo.

Este periódico ha estado siempre muy atento a las grandes tendencias internacionales en los terrenos de la cultura, la sociedad y la política, y ha defendido sin fisuras, en la línea de los periódicos de calidad más progresistas del mundo, el pleno ejercicio de las libertades individuales por parte de los ciudadanos.

Pese a haber sido creado en Barranquilla, EL HERALDO asumió desde su nacimiento un compromiso inquebrantable con  toda la Región Caribe, que se mantiene incólume hasta el día de hoy. Este periódico se ha erigido, por sincera convicción regionalista, en el portavoz más activo y entusiasta de la Costa frente a las veleidades centralistas de los gobiernos nacionales de turno. Un papel que no le ha impedido actuar, al mismo tiempo, como el vocero de los ciudadanos costeños de a pie ante los excesos, abusos o injusticias de los que en ocasiones son objeto por parte de las administraciones de sus territorios.

Esa posición de prestigio y credibilidad no se ha construido por arte de magia. En esa tarea han trabajado multitud de personas –redactores, administrativos, diseñadores, operarios de rotativa, voceadores, etc.– que han puesto su grano de arena para que EL HERALDO haya ganado la reputación de la que hoy disfruta. En esa constelación de hombres y mujeres que han cimentado el buen nombre de esta casa periodística, algunos han dejado una huella profunda que seguramente guiará el rumbo del diario en los años por venir. Unos, por fortuna, siguen entre nosotros; otros, lamentablemente, se han marchado. A riesgo de excluir numerosos nombres, cabe en el día de hoy recordar a algunos grandes maestros de periodistas como Juan B. Fernández Renowitzky, Olguita Emiliani, Juan Gossaín, Juan Goenaga, Germán Vargas, Fabio Poveda, José Cervantes o Ernesto McCausland. Y, por supuesto, a nuestro Nobel, Gabriel García Márquez, que, sin que casi nadie lo advirtiera en su momento, avanzó lo mejor de sus novelas en la columna ‘La Jirafa’ que escribía en este diario.

EL HERALDO, tal como se señaló antes, es por encima de cualquier consideración una obra de buena fe, como lo quisieron sus fundadores. Un periódico que, incluso cuando se equivoca –cosa susceptible de ocurrir en un producto que se ‘cocina’ bajo la presión del tiempo–, lo hace sin dobleces y sin intenciones espurias.

El principio fundamental que guía a este diario es hacer puro periodismo, nada más y nada menos. EL HERALDO sigue su agenda informativa propia, que diseña con base en criterios exclusivamente profesionales, no por imposiciones de grupos de interés ni por las presiones de ciertos colectivos habituados a certificar la independencia de los medios solo si se ponen al servicio permanente de sus dictados.

¿Y qué viene ahora? La industria periodística se encuentra en una encrucijada que nunca antes había conocido, como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías y plataformas de comunicación. EL HERALDO está inmerso en ese proceso de adaptación, y lo hace sin temor. Todo lo contrario: estamos convencidos de que el desarrollo tecnológico nos permitirá ampliar nuestra red de lectores y amigos y difundir con más agilidad el periodismo de calidad que profesamos y del que nunca claudicaremos, conscientes de que siempre existirá un extenso público deseoso de una información veraz e independiente.

Al margen del curso que tome la industria periodística, lo que tenemos muy claro es que, sea cual sea el soporte en que se practique el oficio, su esencia seguirá siendo una sola e inequívoca: el periodismo de toda la vida. El de averiguar con tesón la noticia, redactarla con precisión, contextualizarla y ofrecerla al lector con el único fin de ayudarlo a entender mejor el mundo que lo rodea. Periodismo puro. Puro periodismo. Eso es, justamente, lo que aspiramos a seguir haciendo en los próximos años en esta casa.

 

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