Ocho países de América Latina participaron en la edición correspondiente a 2012 en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), una prueba que evaluó lo que los jóvenes de 15 años saben y pueden hacer en matemáticas, lectura y ciencia en 65 sistemas educativos. Los países latinoamericanos quedaron entre los últimos 14 lugares. Colombia ocupó el último puesto. Produjo vergüenza nacional.
Los resultados coinciden con el lanzamiento de una campaña de la Presidencia de la República que busca convertir a Colombia en 2025 en la nación más educada de América, y con la entrega de unos estudios sobre cómo educar con calidad, que fue elaborado por expertos de cuatro universidades, con el patrocinio de la Fundación Compartir. Sus conclusiones fueron asumidas por el Gobierno Nacional.
En la coyuntura, además, tomó fuerza un movimiento, que ya existía, denominado ‘Todos por la Educación’, que ahora tiene el respaldo institucional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) por estar relacionado con los Objetivos del Milenio. Y el movimiento se volcó, en primera instancia, sobre los candidatos presidenciales, quienes firmaron un documento que busca materializar un gran acuerdo nacional en torno a la educación.
La educación se convirtió, por esta conjunción de factores, en el tema principal de la campaña presidencial, un hecho inusual en Colombia y con proyección de que se logre el objetivo de que termine siendo tan importante como la seguridad y la paz. Ya era hora.
El estudio de Compartir dice que la clave de la calidad en la educación está en los maestros y que por eso se debe atraer a los mejores ciudadanos y crear las condiciones para que se mantengan en el magisterio.
Por otra parte, y como lo señala el Programa de Promoción de la Educación en América (Preal), una premisa universal es que la educación no ha cumplido cabalmente su rol como motor del desarrollo económico, aun cuando se haya obtenido una expansión del nivel de educación, un aspecto central de la mayoría de las estrategias de desarrollo. Ha faltado atención a la calidad. Sin embargo, existe una sólida evidencia de que las habilidades cognitivas de la población están poderosamente relacionadas con los ingresos de las personas, la distribución del ingreso y el crecimiento económico.
En la educación, sin duda, está la clave para la transformación de la Región Caribe. Creemos, por esto, que un plan de choque contra la pobreza y la desigualdad, como lo hemos sugerido, debe tener en la educación su primer reto. Coincidimos en eso con Adolfo Meisel, quien desde hace varios años viene abogando –casi solitariamente– por la superación del analfabetismo regional.
Las comparaciones internacionales revelan que los mayores déficits están en las habilidades cognitivas del país. Pero la atención a la calidad no puede conducirnos a debilitar la oferta creciente de educación, pues ella genera una gran movilidad social en los sectores populares urbanos y rurales, lo cual es particularmente visible en el nivel superior, tan vinculado a la competitividad, hoy elemento esencial de la globalización y la revolución tecnológica.
Pareciera, pues, que los malos resultados del país empiezan a convencernos de que la educación tiene que ocupar un papel central en la generación del desarrollo económico. La Región Caribe, en especial, tiene que hacer en este frente una gran apuesta para salir del atraso.