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El presidente Nicolás Maduro bailó ayer la cumbia La pollera colorá frente a miles de venezolanos que se concentraron en Caracas en una manifestación de respaldo al cierre fronterizo y a la deportación masiva de colombianos que comenzó el pasado 19 de agosto. La escena fue jocosa, pero ilustra sobre los códigos comunicativos y acaso diplomáticos que usa el chavismo como movimiento, desde su fallecido líder hasta el actual mandatario.

Desde aquel episodio en el que Hugo Chávez ordenó movilizar tanques a la frontera en 2008 durante una alocución televisiva, hasta ayer cuando Maduro intentó bailar una cumbia colombiana en plena crisis bilateral, queda evidenciado que en los últimos gobiernos venezolanos las decisiones sobre los temas fronterizos con Colombia se toman al vaivén de los estados de ánimo de los presidentes y con tono patriotero y populista.

No de otra manera se pueden entender los argumentos del presidente Maduro. La hipótesis de que hay estructuras paramilitares a lo largo de la frontera entre los dos países no se sustenta en ninguna investigación judicial que individualice responsables y que le haya sido entregada el Gobierno colombiano a través de los canales diplomáticos.

El argumento de que hay contrabando y delincuencia en los pasos fronterizos legales y clandestinos no avala a un gobierno para hacer deportaciones masivas que fragmentan familias y ponen en peligro a miles de personas en condición de vulnerabilidad.

Cada gobierno tiene derecho a proteger a su población y su soberanía, pero la diplomacia ha establecido protocolos que no se soslayan a menos de que un país quiera aprovechar situaciones para lograr fines determinados.

Pese a que el presidente Maduro anunció ayer que extenderá el cierre de la frontera a las poblaciones de Ayacucho, Lobatera, Colón, La Fría y Coloncito, dijo que está dispuesto a reunirse con el presidente Juan Manuel Santos para buscar salidas a la crisis. Eso es un anuncio positivo, aunque cabe dudar de su fiabilidad, a la luz del comportamiento del presidente venezolano.

Ayer también se conoció que pese a las diferencias hasta ahora irreconciliables entre el expresidente Álvaro Uribe y el actual jefe del Estado colombiano, el primero le expresó su apoyo al Gobierno ante las decisiones tomadas por Venezuela, al igual que lo hizo el Congreso de la República.

La diplomacia, que ha sido el mecanismo idóneo para evitar guerras, no es un artículo desechable que pueda usarse cuando conviene. Colombia ha sido un país presto a usar la diplomacia en todos los conflictos que han surgido a lo largo de las décadas, situación que no debe cambiar ahora que surge un nuevo desafío.

Colombia y Venezuela son países con lazos estrechos, historia común, costumbres compartidas y afecto mutuo construido por el libre tránsito de su población. Ver enemigos de una frontera a otra es una posición ridícula, a la que no podemos dejarnos llevar sean cuales sean los argumentos.