El cese al fuego bilateral y definitivo entre el Estado y las Farc, que se inicia a las 12 de la noche de hoy, es la concreción más categórica de que el Acuerdo Final en La Habana constituye un compromiso y una realidad para la pacificación de Colombia.
Las órdenes están impartidas por los jefes políticos y militares de las partes, aún cuando no se ha activado el sistema de verificación. En el caso del Estado, están profesionalmente preparadas las Fuerzas Militares y de Policía con unos 12.000 efectivos. Además, explicados el viernes los procedimientos por el Ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, y sus comandantes.
En el caso de la insurgencia, ya venía ensayándose mediante el cese unilateral, al que progresivamente el Estado le fue dando un tratamiento acorde. Comenzó con la suspensión de los bombardeos aéreos a campamentos, que tan letales han sido para dominar la voluntad de los guerrilleros y sentarlos a la mesa. Hay y habrá cese bilateral de hecho, pendiente de los resultados del plebiscito.
Entre tanto, mañana lunes están convocadas por separado, a las 2 de la tarde, las dos cámaras del Congreso para que le den el aval al plebiscito, el cual se considera como ya decidido políticamente en vista de la coordinación que han demostrado los partidos de la Unidad Nacional. El martes se pronunciaría el Consejo Nacional Electoral (CNE), que tiene la competencia para reglamentar el plebiscito. Hay expectativa sobre temas como la publicidad y las encuestas, entre otros.
En cuanto a las Farc, ya están en Colombia los primeros delegados de los negociadores para preparar su X Conferencia, que tendrá lugar en septiembre en el sur del país. El Estado facilitará los desplazamientos. La Conferencia debe ordenar la liquidación de las Farc como fuerza militar y política que busca el poder por la vía armada, y autorizar la conformación del movimiento o partido político para obtener el aval que está previsto en el Acuerdo Final.
Los negociadores del Estado en La Habana dieron por concluida su misión. Retornaron a Bogotá con recibimiento emotivo.
De manera que hay acción en variados frentes de implementación que se desprenden de los compromisos en La Habana.
El más trascendental es el final de las hostilidades con el cual amaneceremos. Fue acordado el 23 de junio con estrechón de manos del presidente Santos y el jefe guerrillero Timochenko en presencia de altos dignatarios encabezados por la ONU y la OEA.
Significa la cesación de operaciones de guerra contra la fuerza pública y los civiles para nunca más reincidir y tendrá monitoreo por una misión de 900 personas encabezada por la ONU. Constituye un desafío su implementación, pues es el momento de verificar si todas las fuerzas de las Farc, incluyendo sus milicias, acatan las órdenes de sus jefes.
Sin duda, más importante que la guerrilla deje de ver al Ejército como un enemigo es que sus tropas desistan de hostigar a la población civil en todo el territorio. La ciudadanía ha sido su principal víctima, y es ante todo con ella que debería asumir un compromiso inquebrantable para que lo acordado en La Habana contribuya verdaderamente a la construcción de una paz sólida.
Se trata de un gran reto, teniendo en cuenta que las Farc tradicionalmente han recurrido a delitos como la extorsión, el secuestro y el narcotráfico para su financiación. El Gobierno ha dejado clara su determinación a seguir persiguiendo a quienes persistan en su actuar criminal, pero el objetivo final es que esto pase a la historia.
La sociedad está a la expectativa de una reducción inmediata y progresiva de la violencia en Colombia. Además, se espera el mejoramiento del estado de ánimo nacional para la recuperación de la economía y la tranquilidad. Pero sin excesos en la confianza, toda vez que las Farc no constituyen el único factor de violencia en Colombia. Y la confianza no es bien que se logra de un día para otro.