En esta etapa crucial del debate electoral se ha vuelto cada vez más frecuente la apelación a prácticas deshonestas, por parte de partidarios de algunos movimientos políticos, con el objetivo de que sus respectivos candidatos triunfen en las elecciones.
En diversas ciudades del país, la utilización de estrategias de ‘publicidad sucia’ en contra de campañas opositoras es plato de cada día. Entre ellas, la más frecuente es la destrucción de vallas de candidatos mediante el uso de manchas de pintura o aceite quemado, cuando no la incineración de las mismas.
Resulta a todas luces inaceptable en una democracia que, a la serie de denuncias sobre vicios electorales presentes en algunas zonas del territorio nacional, se le sume la práctica de artimañas dedicadas, no a impulsar las ideas y postulaciones de los líderes de sus respectivos movimientos, sino a dar con la forma de deteriorar la imagen pública de los candidatos contendores.
El que se aproxima debe ser un debate electoral limpio en el que los contendientes políticos planteen con altura programas serios y concretos que ofrezcan solución a los numerosos problemas que aquejan a las poblaciones que habitan las diferentes regiones del país. Sin embargo, de lo que dan muestra algunas acciones es de carencia argumental y creativa en la exposición de nuevas propuestas por parte del aspirante.
De igual manera, los ciudadanos deberían reprobar a aquellos candidatos que, en vez de exponer sus ideas, se dedican durante sus discursos en las plazas públicas y medios de comunicación a lanzar ataques verbales, campañas de desprestigio o rumores contra sus rivales. Ahora que la campaña entra en su recta final, sería recomendable que no se intensificase la agresividad mediante la expresión de otras tácticas igualmente reprochables, como la divulgación de volantes con los nombres y rostros de los candidatos opositores esgrimiendo motivos para no votar con ellos o el uso anónimo de las redes sociales para difamar a los aspirantes contendores. En días pasados un movimiento denunció una supuesta estrategia de algunos simpatizantes de candidatos rivales consistente en infiltrar a personas en sus manifestaciones para abuchear y tirar objetos contra su líder político.
Las autoridades y organizaciones que vigilan la pureza de los procesos electorales que se avecinan deben redoblar esfuerzos para que ese vandalismo político se convierta en el protagonista de los comicios. Es necesario erradicar de raíz estas conductas, sujetas a sanción penal, castigando a aquellos que con sus actos contribuyan a pervertir el ejercicio de la democracia.
Hay que tomar conciencia de que, con el proceso electoral que se avecina, se evaluará la madurez de la democracia colombiana. Para ello se requiere que las autoridades desplieguen toda su capacidad de vigilancia para garantizar el juego limpio y que los partidos actúen con altura política.