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La violencia contra la mujer escribió en las últimas horas uno de sus capítulos más macabros.

Mientras los habitantes de La Peña, en Sabanalarga, celebraban las fiestas patronales del pueblo, Yulimar Gennis de la Hoz fue asaltada por su expareja en su propia casa.

Habían regresado hacía apenas unos meses de Venezuela, donde aparentemente empezó todo. Yulimar no aguantó más y abandonó a su compañero, para refugiarse en casa de uno de sus tíos.

En lo que la familia asocia como un ataque por celos, Rafael Rojano, de 43 años, la habría golpeado en el rostro y la mandíbula. Cuando la tenía reducida, procedió a sacarle sus dientes con una pinza que llevaba consigo.

Sin parte de su dentadura y con hematomas en el ojo derecho y fractura en el maxilar inferior, la mujer de 36 años fue trasladada a un centro asistencial de Sabanalarga y posteriormente remitida a la Clínica Campbell, donde los médicos intentaban un proceso de reconstrucción facial.

La nueva víctima había guardado silencio, por temor a que su expareja agrediera a su hija. Se trata de cuadros repetitivos: un hombre maltratador, una mujer que abandona el hogar para no seguir sometiéndose a los vejámenes, los celos posesivos como causa aparente y la coerción a la víctima para que mantenga silencio.

Con un perfil parecido, el año pasado las autoridades reportaron 490 casos que quedaron registrados en los anales como violencia intrafamiliar. En lo corrido de 2016 van 90. Pero ninguno, obviamente, con la saña y la crueldad de este caso.

Se trata de una expresión de barbarie máxima. Aunque los jueces deberán determinar las circunstancias exactas, no hay causa procesal que explique tanta inquina.

Esta vez el maltratador desbordó los límites y atacó con toda la crueldad. Los psicológos consultados conceptuaron que se trata de una manifestación sorprendente de bajos instintos.

Reconocemos que desde la Secretaría de las Mujeres y Equidad de género se vienen adelantando programas integrales de protección a la mujer, que de alguna forma le han devuelto independencia económica y han reivindicado derechos. Pero está visto que no han sido suficientes.

La ruta de protección anunciada recientemente por esa secretaría, en Tertulia en este diario, debe contar prontamente con el concurso de todos los entes de control, Policía y justicia comprometidos en esta problemática, para salirles al paso a quienes arremeten contra la dignidad y la vida.

La justicia, en particular, tiene que actuar con eficiencia y encontrar al responsable para que responda por esta nueva agresión que, como en los demás casos, no se queda solo en su víctima: hiere a la mujer como género y a la sociedad en que se encuentra inmersa.