No podríamos salir negando que hemos visto por la televisión algunos combates de luchas a los carajazos; con reglas que permiten a los luchadores irse los dos a la lona cuantas veces les provoque, pues lo que practican tiene unas reglas bastante ‘liberales’, por llamarlas benévolamente. Ni por allí cerquita de lo que se establece y se permite en el boxeo, que es un deporte (llamémoslo así, que así no ha sido considerado desde la noche de los tiempos, aunque este punto no forma parte en este momento de la crónica que hemos comenzado a hilvanar ahora) absolutamente limpio, honesto y bravío hasta decir no más.
También sabemos que en este tipo de ‘boxeo’ tailandés y de otras regiones del oriente asiático hay muchas variantes, pero casi todas propuestas tangencialmente a procurar que haya el mayor acopio de lances prohibidos en occidente. Hace unos pocos días vimos en la pantalla chica unos combates de lucha indigna a ojos de quienes habitamos en esta parte occidental del planeta, como con el referee o árbitro permitiéndolo todo, porque seguramente la ‘belleza’ de la reglamentación le dice que debe darle largas a la agarradera o como en boxeo, pero ‘clinch’ con boxeadores en posición vertical, que acá en esta porquería que les estamos explicando es otra cosa.
Recordamos la vez que Muhammad Alí tuvo el mal momento de aceptar enfrentarse al ‘campeón mundial’ de un tipo de lucha, sin sospechar lo que le esperaba. Alí se imaginó que el ‘chino’, como se le dice a todo semblante con ojos rasgados, le haría frente de vez en cuando y allí lo podría ‘templar’ bien ‘templado’. ¿Templar? ¡Sí, como no! En cuanto sonaba la campana y los dos salían hacia el centro del ring, el adversario de Alí se tiraba de inmediato a la lona y desde esta le llovían patadas al musulmán. Eran patadas fuertes, dirigidas a las ‘batatas’ de las piernas, con Alí vertical, pidiendo que se levantara y entrara a pelear, que seguramente que el púgil oriental hacía una señal muy fea que se hace con 3 dedos de la mano, porque él no se levantó nunca.
Lo que extraña es que a esta babosería acuden espectadores a dos cargaderas. En este remedo de pugilismo caben las patadas, pero como pelean descalzos, ¡'dígame'!, exclaman los santandereanos! Es un espectáculo a cargo de casi marionetas, que se pasan el 80% del tiempo revolcándose en la lona, pegándose también sin ‘punch’, que nadie que pegue acostado puede tenerlo. ¿El total de los totales? Una perfecta descrestadera, pero a ojos de por acá, que de por allá, son unos próceres del espectáculo.
Visto está que cada cabeza es un mundo, como decían nuestros mayores...
Chelo De Castro C.