El Heraldo

¡Nos corresponde decir sí!

No sé si ustedes han tenido la misma sensación de felicidad que he vivido desde el pasado 24, cuando vimos por televisión la firma en La Habana de los Acuerdos de Paz entre las Farc-EP y el Gobierno Nacional. Un momento tan anhelado y soñado durante largos años, una lucha democrática que muchas veces nos trajo lágrimas de dolor y de rabia porque personas de nuestros círculos caían bajo las balas en un recodo cualquiera de las ciudades y el campo. He perdido la cuenta de los amigos, conocidos o referidos que un día cualquiera fueron desaparecidos de la faz de la tierra, muchos de los cuales todavía no tienen una tumba, por eso esta emoción profunda y la alegría para saludar este acontecimiento, para mí, lo más importante que ha sucedido en mis 66 años de existencia.

Por eso los invito a regocijarse con la noticia, abandonar el escepticismo y la amargura porque es tiempo de celebración, de darle rienda suelta a la alegría, de saber que la guerrilla más grande, fuerte y poderosa ha colgado el fusil con la decisión de nunca más repetir esa lucha cruenta, en el entendimiento de que podrá convertirse en un partido político regular que buscará en la plaza apoyo popular a través de votos.

Si esto no es felicidad, que me pellizquen, porque de verdad no alcanzo a comprender qué es lo que desean y esperan quienes siguen empecinados en la venganza y en el ojo por ojo, diente por diente, aún a sabiendas de que nunca las Farc fueron vencidas por ningún gobierno en cincuenta años de lucha fratricida. Sí, durante la Seguridad Democrática fueron diezmadas pero no acabadas, lo que indudablemente las llevó a sentarse a dialogar, pero no piensen los que rechazan este glorioso momento histórico, que solo les faltaron unos años más de plomo. Plomo es lo que ha habido durante los ocho años del gobierno Santos y también eligió sentarse a dialogar, porque era la única vía para desarmarles.

Por eso los invito a deshacerse de tanto prejuicio y miedo para darle paso a la concordia y la esperanza, con la certeza de que aquí no se está entregando el país al castrochavismo ni el presidente Santos se parece a su homólogo venezolano, que él sigue siendo un burgués y un zorro político muy distante de las veleidades del socialismo latinoamericano del siglo XXI, solo que la realidad le hizo entender que la desigualdad existente es el origen de todos los movimientos armados que hemos tenido y tenemos. Si no se cierra esa brecha profunda en el campo, en un país de vocación agrícola, jamás llegaremos a vivir en armonía, concordia y bajo derecho, todos por igual. Por eso los invito a leer los acuerdos desprovistos del arsenal de negaciones que ostentan muchos, leer y comprender la belleza de lo que allí se consigna, leer y aceptar que es lo mejor que se podía lograr y abrir sus corazones al Sí, porque se lo debemos a los campesinos que nos alimentan y sostienen.

Losalcas@hotmail.com

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