Se ha iniciado la campaña por la Presidencia para el periodo 2014-2018 con algunas características inéditas que la convierten en un acontecimiento interesante, opinión que expresamos en contra de quienes sostienen que es aburrida, sin sabores ni colores. Por el contrario, nos parece, la hace atractiva la guerra de los superegos, ya sucedida, analizada y estudiada años atrás, pero nunca como ahora sostenida sobre ese “Yo” gigantesco que lo arrasa todo y que entre los candidatos parece ser la turbina que los impulsa a combatir al contrario. Por lógica el presidente Santos debe ser reelegido no solamente porque ha realizado un magnífico primer periodo, le guste o no les guste a miles de colombianos, y ahí están las obras y los indicadores, que se cierran en forma magnífica con la alentadora cifra de crecimiento económico del 4.3% en el 2013. Pero además porque constitucionalmente amparado tiene al Estado entre sus manos y, parodiando al maestro Echandía: ¿El poder para qué?

El anecdótico tema de la ‘mermelada’ se ha vuelto urticante para los otros candidatos, pero con la franqueza en la palma de la mano, la ‘mermelada’, con diferentes matices, nombres, colores y procedimientos siempre ha existido en todos los gobiernos del país y del mundo, para qué nos decimos pendejadas y para qué asumimos posturas de fariseos si es una realidad incontrovertible. Sin ir muy lejos, precisamente por la ‘mermelada’ mal aplicada es que últimamente un porcentaje de funcionarios altos del Gobierno anterior se encuentran hoy en las cárceles del país. Entonces no nos digamos mentiras y procedan a defenderse los opositores del Gobierno con argumentos y propuestas interesantes y menos lloradera.

El candidato Zuluaga, sin duda un profesional sano y bien preparado, no ha calado profundamente en la mentalidad ciudadana y valdrá la pena establecer si la sola presencia del expresidente Uribe, de reconocido respaldo nacional, le bastará para emerger como un contrincante de Juan Manuel Santos. Aquí podríamos preguntar a los lectores: “En el supuesto caso de triunfar Zuluaga, ¿quién sería el presidente, él mismo o Uribe Vélez?”

Gustavo Petro, que es la fotografía más auténtica de la soberbia y la arrogancia, palabritas que lo llevaron al fracaso, es el espejo contra el cual podrían mirarse reflejados, a manera de reflexión, otros candidatos como la señora Avella o la señora López, por cierto culta y con claridad conceptual muy diáfana para una eventual gobernabilidad, para no caer en ese terreno fangoso de los superegos que a los colombianos nos tiene tan aburridos.

La señora Ramírez, conservadora, es una dama bien preparada, con experiencia y ecuanimidad política, pero desafortunadamente no ha conseguido coherencia en las filas conservadoras, que por cierto obtuvieron un formidable resultado electoral no obstante los rumores que circulan como especies ciertas, de determinados candidatos, de prácticas censurables en la logística de los comicios. Pero ese es un asunto de las autoridades respectivas y no de un pretendido análisis elemental de lo que viene en dos meses.

Una incógnita es Peñalosa, tiene con qué pero nunca ha podido. Tiene experiencia, nombre limpio y una imagen sólida, pero nunca ha llegado. Lo vemos muy fuerte por un lado y muy vulnerable por otro. Sí, en este momento y en estas circunstancias, es una incógnita.