Esta semana el presidente Santos firmó una ley que aumenta la licencia de maternidad de 14 a 18 semanas, es decir, cuatro meses y medio. La licencia colombiana es una maravilla frente a países como México, en donde solo hay seis semanas, o Estados Unidos, en donde no es común que se den licencias de maternidad con sueldo.
La noticia es buena, a primera vista, pues es indiscutible que las madres, biológicas o no, necesitan tiempo para atender y estar con un o una bebé que acaba de nacer, tienen el derecho de disfrutar de su maternidad y para eso se necesita tiempo. Claro, cuando las mujeres no podían trabajar fuera de la casa, una licencia de este tipo era innecesaria, el trabajo reproductivo y de crianza era el más importante de los trabajos asignados (sin preguntarnos) a las mujeres. Solo cuando las mujeres irrumpieron en el mercado laboral pago, las licencias, un invento del siglo XX, se hicieron necesarias.
Sin embargo, la aparentemente amplia licencia colombiana, viene con otros problemas. La nueva ley solo permite 8 días de licencia de paternidad y esto le envía a la ciudadanía el mensaje de que son las mujeres, y no los hombres, las que están encargadas de cuidar a los y las recién nacidas. Claro, las madres biológicas necesitan tiempo de reposo porque un parto implica un gran esfuerzo, cuya carga no pueden compartir con su pareja. Pero, a partir de ahí, no hay ninguna tarea de cuidado que un hombre no pueda realizar.
Las mujeres no somos las únicas capaces de bañar, arrullar, limpiar y dar de comer. Si acaso puede argumentarse que solo las mujeres pueden amamantar, pero no todas deciden hacerlo, no todas pueden, y los hombres están perfectamente aptos para dar un tetero. La corta licencia de los padres, además, no ayuda a que los progenitores hombres creen lazos de empatía y amor con su recién nacido; le roban a los padres la oportunidad de construir una conexión intensa con su hijo o hija.
Como si esto fuera poco, la ampliación de la licencia puede terminar yendo en detrimento de las mujeres que trabajan fuera de casa. La disparidad entre las licencias de paternidad y maternidad, hace que las mujeres en edad reproductiva sean menos atractivas para un futuro empleador. No resulta práctico contratar a alguien que en cualquier momento puede dejar el puesto durante cuatro meses y medio con sueldo. Para contrarrestar esto, la ley no incorpora un incentivo para que los y las empleadoras contraten a madres o futuras madres.
Una ley que realmente busque garantizar el derecho a tener una familia para las mujeres y hombres trabajadores (por fuera del hogar) tendría que otorgar licencias de... ¿parentalidad?, cuyo tiempo pueda repartirse entre los progenitores según su conveniencia, y que cobije a padres y madres adoptivos, y a otras personas que cumplan la función de cuidadoras de un recién nacido. Es hora de que, tanto el
Estado como la ciudadanía, entendamos y asumamos que los trabajos de cuidado y crianza de las nuevas generaciones son responsabilidad de todos.
@Catalinapordios
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