El Heraldo
Al menos cincuenta personas, entre adultos y niños, cantan bingo en el sector Tres Postes del barrio Rebolo. Christian Mercado
Barranquilla

Los Tres Postes, una zona brava que ahora canta bingo

Cada tarde, los habitantes de Rebolo, el segundo barrio con más homicidios en la primera semana del año, combaten la inseguridad con cantos.

Nueve de diez conductores de taxi no se atreven a rodar por los Tres Postes de Barranquilla, en el suroriente de la ciudad. “Esa es una zona bien roja, pa’ allá no llega nadie”, es la consigna del gremio amarillo.

La explicación de su inminente negación no podría ser más clara. Tan solo en la primera semana de este año, Rebolo ha sido escenario de dos asesinatos. En 2016 fue el tercer barrio con mayor número de riñas, al registrar 74, y el segundo en homicidios de mayor ocurrencia en 2015, con 24 asesinatos, según el Sistema de Información Unificada, SIU.

Cada tarde, sin embargo, los gritos que se escuchan frente a las tres estructuras de cemento pintadas de azul, no corresponden al anuncio de un nuevo hurto, ni mucho menos de un muerto. Por lo menos este domingo, los habitantes de Rebolo cantaron “¡bingo!”.

En este juego, el premio mayor es una docena de huevos. De perderse algo de alguien, sería la posibilidad de un buen desayuno o la mitad de un almuerzo, pues las otras ganancias son paquetes de lentejas, fríjoles, arroz, azúcar y latas de atún. 

Por tan solo $1.000, los habitantes reciben un cartón numerado y un pedazo de plastilina, que usan para tachar los números mencionados. De cantar bingo, además de granos, se llevan para la casa aguacates, litros de leche, pastas, galletas y sobres de café.

Mientas suena una champeta, Jhon, un niño de 13 años, recuerda que una vez ganó un “tremendo premio”. Se trataba de un billete de $50.000, que llevó a su mamá como regalo.

“A veces uno no tiene para el desayuno y con este juego a asegura algo”, explica Liliana Puertas, quien hoy organizó la actividad que tuvo lugar en la carrera 35B con calle 17.

Para Puertas, una ama de casa de 42 años, el bingo es incluso una forma de ganar dinero cuando “hace falta”, pues de $1.000 en $1.000, obtiene una ganancia de $50.000.

“Con eso uno se ayuda y por eso los bingos los hacen todas las vecinas”, explica.

Mercedes Martínez, de 63 años, vende picadas en la esquina de los Tres Postes de Barranquilla.

Antes de empezar a cantar números con la respiración aguantada, su hija Meryenis Torrecilla se llena de paciencia y carisma. Organizar un bingo para más de 50 personas en Rebolo “tiene su ciencia”, comenta.

Mientras cuenta billetes, un pequeño de cinco años le insiste en que lo deje jugar, tres niñas le piden cartones, otros dos plastilina, y el olor a cerdo, chichurria y cuajo asado se le mete por la nariz.

Torrecilla, que aveces trabaja como empleada doméstica, saca pecho al decir que es ‘rebolera’, que hace bingo y que su barrio es de “los más divertidos”. 

“Toda la gente que habla que somos peligrosos, peleoneros y calientes, en realidad solo ven una parte de Rebolo. Eso es porque se quedan con los muertos de las noticias”, considera Torrecilla, quien luego descansará la voz para ayudar a su mamá a cantar.

Lo anterior se podría explicar incluso porque, de hacer el ejercicio de buscar Rebolo Barranquilla en Internet, por lo menos los siete primeros resultados del barrio son sobre la sangre que se derrama en él.

“A pesar de todo lo malo que ha pasado, nosotros sentimos que esto ha cambiado mucho”, explica Eltrudis Rangel, de 40 años, mientras observa el CAI de Policía construido  hace menos de un año.

Considera que la presencia de las autoridades “ha ayudado mucho” a mermar la violencia que azota al sector y que empaña su amplia historia cultural.

Rebolo, llamado así en honor a unas ciruelas silvestres que adornaban los arboles en las viejas épocas, es un barrio nido de artistas como el fallecido Nelson Pinedo, más conocido como ‘El Pollo” barranquillero, hogar de emblemáticos templos de salsa en la ciudad como el estadero La Cien y del deporte como el Estadio Moderno.

En sus entrañas está, además, el recuerdo de un 7 de agosto de 1924, cuando Micaela Lavalle, bajo un palo de matarratón, fundó Juventud Infantil, equipo que hoy se conoce como Junior de Barranquilla.

“¿Quién dijo bingo?”, se escucha desde lejos, como si viniera de la montaña de estibas de madera que tienen tras el juego de mesa. La voz pertenece a Torrecilla, quien ya agotada de mencionar números, baja el tono un poco. Las estibas pertenecen a los ‘reboleros’ que desde hace más de 40 años se dedican a la fabricación de plafones entre otras estructuras de madera.

“Es el sustento para muchos de nosotros, que vendemos nuestros productos en el Centro de Barranquilla, o que la transportan hasta Sincelejo y hasta Santa Marta”, cuenta Johan Hernández, quien desde niño siguió los pasos de estiberos de su padre.

En cada esquina, de hecho, hay estibas amontonadas o habitantes trabajando en ellas. Este domingo, además de sonidos de martillos y canciones de champeta, hay decenas de habitantes cantando ‘bingo’.

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