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La cultura de lo popular renueva la imagen de Barranquilla

Imágenes cotidianas de la ciudad han terminado convertidas en productos para coleccionar, además de ser el principal motivo en sitios de esparcimiento.

Hace algunos años, los límites de lo denominado como corroncho y lo popular comenzaron a desdibujarse. Es que no significaban lo mismo, aunque el imaginario general apuntara a que los términos eran equivalentes. La culpa –en un momento coyuntural para la ciudad– es, en cierta medida, de iniciativas culturales y de diseño que se encargaron de reconfigurar el concepto de lo propio al darle valor.

Fue así como Barranquilla comenzó a ‘poblarse’ de iniciativas reivindicativas de su ‘curramberismo’, si cabe el término, para explicar a aquello que la distingue y la define. Johnny Insignares y Fernando Vengoechea, por ejemplo, le pusieron nombre a su unión. TodoMono le llamaron a su “propuesta de diseño inspirada en las calles, la gente y los cuentos del Caribe”, que no busca otra cosa que “darle valor a lo corroncho”.

El 2006, año de su nacimiento, vino con camisetas estampadas con imágenes de juegos tradicionales, y así fueron viendo la luz intervenciones como esa de los stickers de Joe Arroyo pegados a las señales de tránsito de ‘Arroyo peligroso’, recién fallecido el ‘Centurión de la Noche’.


(Izq) Carlos Cepeda y Stephanie Amarís, creadores de Bololó Lab, en su taller en Barranquilla. (Der) Fernando Vengoechea y Johnny Insignares, los creadores detrás del colectivo de diseño TodoMono. 

Dos años más tarde surgió otra iniciativa con nombre igual de sonoro: Bololó Lab, un “estudio de diseño” creado por los diseñadores industriales Stephanie Amarís y Carlos Cepeda.

El proyecto nació como un blog, pero en la actualidad se ha convertido en una  búsqueda de la reinterpretación de la diversidad, de las artesanías –trabajando con los mismos artesanos de la ciudad– y de la estética de lo popular de las calles barranquilleras, por medio de productos que van desde juegos y objetos decorativos hasta libretas.

De igual forma, han asesorado a diferentes organismos e instituciones que buscan impregnar de una esencia caribe el mensaje de diversos proyectos, como ocurrió con el diseño del libro Sucre, encuentro de cocinas, que realizaron junto a la Gobernación de este Departamento.

“Para este trabajo hay que sumergirse en la cultura, eso compone un gran reto. No se trata de ir dos horas a un taller de artesanos y tomar fotos. Es una observación constante del trabajo que ellos hacen, de las calles de la ciudad, de los elementos, olores, sabores que queremos tomar y plasmar”, explica Amarís, en el pequeño taller que tienen en el norte de Barranquilla.

Tanto ella como Cepeda se encargan de los diseños, que son elaborados por artesanos de la ciudad. Su apuesta es hacer su aporte creativo al “buen momento” que atraviesan tanto la región como el país, en el que el retorno a las raíces se ha convertido en una oportunidad de negocio. Así, su meta es ser visibles en lugares turísticos y aeropuertos

TodoMono y Bololó Lab comenzaron a generar colecciones con el insumo barranquillero como bandera, por lo que una gama de piezas como camisetas y hasta elementos del hogar y la oficina impregnados del ADN currambero terminaron por ganar popularidad.

“No fue algo pensado el hecho de tomar lo popular, la misma ciudad nos fue diciendo”, cuenta Insignares, de TodoMono, cuyo rumbo se ha enfocado muy especialmente hacia el tema de la gráfica cotidiana barranquillera, esa “pintoresca” forma de expresión que se encuentra en tiendas, panaderías, buses… “Las gráficas de ciudad te permiten dar con su cultura y sus costumbres”, resalta Insignares.

Y son esas representaciones visuales la que han plagado ya seis de sus colecciones, en las que el protagonismo ha pasado por el arte picoteril, el de las ostrerías, el busetero… y ha terminado hoy, con StereoTypo, que rescata la tipografía popular regada en diferentes lugares de Barranquilla para formar abecedarios y, a partir de ahí, palabras del dialecto de ‘La Arenosa’ como ‘bacán’, ‘broder’, ‘pupi’, entre otras.

Sobre estas nuevas iconografías barranquilleras que han ganado su público y su espacio, Insignares apunta que “no me gustaría llamarlo moda. Es algo que siempre ha estado. Hoy lo estamos viendo con otros ojos. Moda o no, creo que a la gente le gusta, cada vez más estamos viendo hacia dentro, viendo lo que nos identifica; más hacia lo propio y menos hacia lo de afuera”.

La ciudad, el ‘plato fuerte’

La estética de lo popular se ha trasladado también  al escenario gastronómico y de esparcimiento con propuestas como Cucayo, La Guacherna y Barrio Abajo.

De las tres iniciativas, Cucayo fue la primera en aparecer en el panorama de la ciudad, hace tres años, como una propuesta de restaurante temático construido con una puesta en escena que reúne elementos típicos y cotidianos  de la ciudad.

La experiencia de este lugar inicia con unas mecedoras tejidas en plástico que reciben a los comensales en la entrada, dando la sensación de estar a las puertas de las casas de barrios populares. Adentro, una mini-Barranquilla salta a la vista con su salón carnavalero lleno de flores, toritos, marimondas, entre otros personajes representativos de la fiesta emblemática.

También hay una Kz con su respectivo y monumental picó adornado con luces de neón y dibujos extravagantes. Tienen, además, una sección donde las mesas parecen ubicadas dentro de la recreación de un bus municipal, y en otra esquina se encuentra un espacio ambientado como una frutera del mercado popular. No falta la tienda de barrio, el monumento al Junior de Barranquilla y a Gabriel García Márquez, entre otros detalles, creados por artistas locales, que cualquier habitante de ‘Curramba’ reconocerá al instante. 

“Barranquilla es música y folclor, entonces casi todo representa lo que hace sonido, como las barras del Junior, el Carnaval, una tienda, el bus que pita, las cosas que hay aquí representan el día a día soleado de la ciudad”, cuenta la chef Nancy Cabrera, propietaria de los dos establecimientos que reflejan el mismo concepto.

El espacio físico es una galería de lo representativo de la ciudad, pero en lo gastronómico plantea un viaje hacia la tradición culinaria. “Las recetas que hacemos son las típicas que se hacen en las casas. Para escoger ese menú se hicieron viajes, estudios para saber cuáles eran las recetas más ricas”, comenta la chef, quien intervino en la implementación de las técnicas culinarias profesionales.

“Nosotros somos muy respetuosos de los sabores auténticos de los bollos de las palenqueras, las butifarras de Soledad, pero a las recetas les ponemos nuestro toque”, expresa, y así han diseñador un menú basado, por ejemplo, en sancocho de guandú con carne salada y panela, el popular guarapo y arepas de dulce.

Carnaval de 365 días

Desde la fachada se advierte que en La Guacherna todo es un Carnaval. Tres marimondas saludan colgadas del techo de paja, que cae sobre una pared colorida con ventanas y faroles de madera. Una vez se abre la puerta, la fiesta cobra vida en el restaurante con muchos faroles, máscaras y esculturas alusivas a los personajes de la fiesta currambera.

“Barranquilla está íntimamente ligada al Carnaval y quisimos replicar esa experiencia  durante todo el año”, comenta Guillermo Escalante, uno de los seis socios del proyecto que se abrió en enero de este año como resultado de la falencia en la ciudad para mostrar la fiesta a los extranjeros que llegan por negocios, ya que este es el perfil del turismo que predomina en La Arenosa.

“Adaptamos los pisos inspirados en las casas de Barrio Abajo,  artesanos de Galapa se encargaron del diseño interior con temas de Carnaval, hicimos un escenario para los asaltos carnavaleros que dirige Mónica Lindo, generando un espacio de trabajo para los hacedores más allá de la época de fiesta”, comenta Escalante, para quien la iniciativa ha sido acogida con éxito.

La Guacherna, que intenta   capturar el alma de la fiesta, rinde homenaje a Esthercita Forero, la novia de Barranquilla, quien hizo revivir el famoso desfile nocturno del Carnaval. Este concepto marca el ritmo del restaurante show, que también cobra vida en las noches con música, color y baile.

Y el dominó...

Fichas de dominó y Costeñitas en unas cómodas mecedoras; la fachada, pisos con adoquines de colores, y hasta facsímiles de otras épocas de EL HERALDO y la estética del Barrio Abajo predomina en el establecimiento nocturno que rinde tributo al ritual social de los juegos costeños y brinda un escenario propicio para la típica ‘mamadera de gallo’ entre amigos y familiares.

“Barrio Abajo nació de la idea de tres de jóvenes que querían encontrar un lugar que los hiciera sentir en una esquina tradicional de Barranquilla en el norte de la ciudad”, cuenta Javier Vásquez, uno de los promotores de la idea. Para acentuar el ambiente del popular barrio barranquillero hicieron el logotipo en forma de checa, agregaron la bandera, recortes de este diario y otros elementos para transportar a las personas a lo más tradicional que cobra valor en la Barranquilla actual. El sitio es frecuentado por jóvenes y adultos, quienes pueden comer una picada de bollo y butifarra mientras escuchan clásicos salseros.

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