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Los indígenas wayuu lideraron el ritual, que fue realizado en la madrugada de ayer en compañía con otras etnias. Jesús Rico
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8 etnias se unieron en alborada ante el río

Representantes de los mokaná, wiwas, arhuacos, Kankuamos, Koguis, wayuu, zenúes e ingas compartieron sus saberes por el Día de los Pueblos Indígenas.

Rita Fince, vestida con su manta roja y turbante de flores, lideró ayer el ritual wayuu que le dio la bienvenida al día. Esta vez no desde las áridas tierras de La Guajira, sino frente a la Avenida del Río, con los pescadores en su faena y la silueta de Barranquilla a su espalda. La outsü, quien representa la sabiduría indígena wayuu, pidió la bendición de los espíritus para una jornada que la reunió con otras etnias hermanas en conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, que se celebró el pasado domingo.

A las 5 de la mañana, representantes de los pueblos mokaná, wiwas, arwakos, kankuamos, koguis, wayuu, zenú e ingas acompañaron  los cantos ancestrales de la outsü. Los cantos ancestrales de la anciana, el sonido de su instrumento y el chirrinchi (licor artesanal) se mezclaron con el ambiente del río.   

“El ritual de la outsü fue una bienvenida.  Somos varias etnias y no podemos hacer una actividad al azar. Por eso el ritual se hizo para que nos fuera bien, por la armonía del nuevo día”, dijo Ada Luz Gómez, una joven wayuu que acompañó a la delegación indígena invitada por el Mincultura y el Museo del Caribe.

Ella relató que en la penumbra de la madrugada, la anciana tomó a un joven de la misma comunidad quien pasó el ritual tendido sobre una manta roja. “Lo bañaron con el chirrinchi. La outsü comenzó a cantar y con su instrumento lo bendijo al muchacho”, contó Gómez.

El joven, al levantarse, tocó la kasha, tambor tradicional wayuu, mientras la anciana repartía el maíz, la semilla milenaria y sagrada para los pueblos indígenas en América.

Elementos comunes. Los sonidos tradicionales wayuu fueron acompañados por los instrumentos de viento de los kankuamos de la Sierra Nevada. Cuando la música ancestral dejó de sonar, quedó en el ambiente el canto de las aves, el sonido del río y la voz de José Algarín, quien es médico tradicional de la etnia mokaná del Atlántico, proveniente del municipio de Baranoa.

“Dentro de la familia arawak,  de la que también hace parte nuestra lengua mokaná, igual que los wayuu, la mujer y los animales fueron creados del maíz, y el hombre, de la yuca”, comentó Algarín, quien explicó que cada comunidad indígena tiene sus propios códigos rituales, pero coinciden mucho en la concepción del mundo y la vida. También añadió que así como en el África la semilla sagrada es el millo, y en Europa, el trigo, “para nosotros el maíz y la yuca son importantes”.

“Cada pueblo tiene sus rituales, nosotros (Mokaná) tenemos nuestras danzas y pagamentos en un lugar sagrado que es Piedra Pintada, un centro que se encuentra en Tubará, en Morro hermoso. Allí  tenemos al dios Hu, que es el creador”.

La madre tierra. A las 6 a.m., frente al río, las pequeñas embarcaciones transitaban de una orilla a la otra mientras que Juvenal Mindiola y Samir Montero, ambos indígenas kankuamos,  contemplaban el cuerpo de agua, tan distinto a las corrientes cristalinas del río Guatapurí en la Sierra Nevada de Santa Marta.

“Vemos este río que no está puro como el que tenemos nosotros en la Sierra. Es un llamado que hacemos a la sociedad para que cuide los ríos y sobre todo uno tan grande como el Magdalena”, expresó  Juvenal antes de visitar el Museo del Caribe, donde compartió sus saberes con los adultos y niños que visitaron  el lugar, que  ayer se convirtió en templo de los saberes ancestrales. A las 9 de la mañana los representantes de las etnias ya ocupaban sus lugares en el complejo interactivo.

“A la Madre Tierra no le podemos hablar por Whatsapp” dijo Arregocés Coronado, de la comunidad kogui, a los estudiantes que le escuchaban atentos, sentados  junto a una choza de palma que reproducía las lenguas nativas de los  indígenas de la Sierra Nevada.

Protección de la cultura. La jornada de ayer en el museo estuvo cargada de saberes ancestrales contados por sus propios protagonistas. La iniciativa se inscribe en las acciones que buscan proteger el capital cultural de los pueblos indígenas, sobre todo la tradición oral y la conservación de las lenguas nativas, tal como lo establece la Ley 1381 de 2010.

No solo las instituciones emprenden en la tarea de proteger el legado cultural. Las mismas comunidades desarrollan sus propias estrategias,  como los kankuamos, que trabajan desde la educación por el rescate de sus tradiciones.

“Nosotros hemos desarrollado un modelo pedagógico Kankuamo que  apunta a la recuperación de las costumbres de nuestros ancestros”,   comentó Mindiola. “Es un poco difícil por la intervención de la tecnología. La gente se distrae mucho en una pantalla cuadrada, mientras que la Madre Naturaleza es redonda e  inmesa” dice el indígena antes de volver a tocar la gaita, mientras Samir Montero señala que esos mismos medios pueden ser usados para fortalecer la cultura  autóctona .

Los visitantes transitaron por el museo durante el día mientras que a José Algarín, que como mokaná jugaba de local, le quedó la satisfacción de un proyecto cumplido. “Fue un trabajo colectivo, cada comunidad aportó mucho desde sus propios elementos”, concluyó.

Lenguas nativas

De acuerdo con el Ministerio de Cultura, en Colombia existen aproximadamente 68 lenguas nativas habladas por cerca de 850.000 personas. Entre ellas, se encuentran 65 lenguas indígenas, o indoamericanas; dos lenguas criollas habladas por afrodescendientes: el creole, de base léxica inglesa hablado en San Andrés, Providencia y Santa Catalina, y la lengua palenquera de base léxica española, hablada en San Basilio de Palenque, Cartagena y Barranquilla, donde residen colonias de palenqueros. En Colombia, también se encuentra la lengua romaní hablada por el pueblo rom o gitano, presente en varios departamentos del país. Muchas de estas lenguas están en riesgo y las próximas generaciones no las conocerían.

 

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