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Dora Sánchez mientras trabaja en su casa haciendo las artesanías. Josefina Villarreal
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Dora Sánchez supera el conflicto sobre la pasarela

La artesana, quien hace 22 años llegó desplazada a Barranquilla, se presenta hoy en un desfile de mujeres que promueven la paz y la inclusión social.

En cinco millones de pesos estuvo tasada la condición de víctima de Dora Sánchez. Cinco millones por sus tres primos asesinados, por el llanto de su abuela instándola a salir de Santa Rita de Ituango (Antioquia), por el incendio provocado en la casa donde nació y por los recuerdos de la niñez junto a su prima.

Cinco millones de pesos proveídos por el Estado Colombiano a través de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, que aun cuando hoy están convertidos en los ladrillos rojos del recién forjado taller de la artesana, no alcanzan a tachar de su mente la caída de un vecino en el gran salto de agua del pueblo.

Se fue al agua empujado por el ELN y su desidia. O de pronto fueron las Autodefensas. La responsabilidad, para efectos prácticos, es irrelevante. Lo que a Dora le importa y no olvida es haber cometido “el error de ir a mirarlo. A mí no se me quita esa imagen de la mente”. Tenía 7 años cuando fue con su prima a ver la macabra escena.

De esos recuerdos de dolor está hecha ella, María Dora Sánchez Zabala, quien ya acumula 62 calendarios, muchas ferias artesanales alrededor del país y unas cuantas decepciones. A estas alturas, son más sus satisfacciones. No muchas víctimas del conflicto nacional pueden decir que han superado el peso de la memoria más cruel –aunque algunas imágenes sean indelebles- y la reescriben. Ella sí. Es Dora, pero también Grass, la marca que creó en 2013 luego de haber aprendido al arte de la bisutería en una playa del Rodadero; de haber amasado bromas para vender en puestos itinerantes y de haber, incluso, dictado clases de cocina en la sala de su casa, en el barrio Chiquinquirá de Barranquilla, ciudad a la que llegó hace 22 años huyéndo de la guerra y el desempleo.

Fue dando tumbos de una ciudad a otra. De una feria a otra. De una persona a otra. De un hippie a un gerente. De una “doctora” –como llama a todos a quienes respeta- a otra, hasta que le dieron alas en el programa ‘Transfórmate tú, mujer’ de la Gobernación del Atlántico. Por eso hay una mariposa forjada en madera mdf en el centro de la mesa de su sala. Grass es una mariposa. “Me pareció bonita”, dice, en referencia al símbolo del proyecto de emprendimiento y empoderamiento femenino de la Secretaría de la Mujer. Dora la hizo suya para celebrar que ya era capaz de alzar el vuelo, luego de años vendiendo al menos su trabajo artesanal y de aburrirse cuando, al vender collares y reinvertir, el dinero no se veía.

La capacitación y la formalización de su trabajo trajeron consigo un avance que solo soñó ella tiempo atrás, en 2006, cuando llegó con un collar trenzado ante el gerente de una importante cadena de accesorios a nivel nacional. “Me mandó a hacer 200 collares. Yo me acuerdo. A $5.000 los vendí”. Y esa emoción le dio el impulso para hacer de la bisutería su opción de vida, pero solo siete años después cobró la forma que tiene ahora: con factura de pasarela.

Grass, como el apellido de su esposo Alfonso. Grass, porque es sonoro y corto. Pero sobre todo Grass porque es el de sus hijos. El de Gina, quien la ha acompañado en todo su camino y ahora lo hace más de cerca. Junto a ella le dio la forma a la marca que necesitaba, se activaron las alas y el vuelo, y las mostacillas unidas a mano durante días cobraron su valor real.

Dora, entre curso y norma, logró posicionar su marca en ferias más formales, como las artesanales de la Gobernación del Atlántico que la llevaron a Cartagena, en época del Concurso Nacional de Belleza. Su talento para el diseño, pero especialmente su disciplina, la instaló en el radar de los pequeños creadores locales que, como ella, fueron abriéndose un espacio en el circuito manual, lo que la catapultó al Fondo Emprender del Sena, y por ende a la pasarela del Barranquilla Fashion Week el año anterior; al escenario alterno de la más reciente edición de Plataforma K y al desfile más importante que hasta ahora tendrá.

Será hoy, en Bogotá, en la pasarela ‘Somos Color 2016’, de Schwarzkopf, que tiene el propósito de exaltar el papel de las mujeres que han superado las consecuencias del conflicto en el país y contribuir a la visibilización de los mensajes positivos que promueven la paz y la inclusión social en Colombia. Por eso es la vitrina más importante de María Dora hasta el momento.

Lleva en una maleta fucsia la última parte de los 60 collares y accesorios que conforman la colección ‘Colombia Precolombina’. También los nervios de quien recibe lo que tanto pidió.

Los cinco millones de pesos de indemnización del Estado hoy están convertidos en un taller que abrió en febrero, al fondo de su casa, y en el que trabajan de tiempo completo dos artesanas más. Una cartulina pegada sobre la obra, aún ‘negra’, revelan los sueños inmediatos y a largo plazo de todas. Uno es un viaje. Otro es una pasarela. Esa ya ha llegado de tres formas. Hoy será la más grande. “Van presentadoras y gente importante”, dice. Su alegría no es comparable siquiera a la reparación económica gubernamental. Nunca será una víctima ‘saldada’. La guerra no se fianza, pero sí se supera. Dora lo hizo, aunque aún tenga cuentas pendientes con sus recuerdos.

Artesanías

Estas son algunas de las joyas que confecciona Dora Sánchez, con ayuda de su hija.

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