Al margen de la grieta que el ataque ahondó en la supuesta invencibilidad de Putin y su entorno, la realidad incontestable indica que Daesh, tras su despiadada reaparición, sigue siendo una amenaza global dispuesta a dar nuevos zarpazos. ¿Dónde? Difícil anticiparlo porque de acuerdo con su concepción integrista o radical, en el mundo infiel de Occidente muchos podrían ser sus futuros blancos. Con determinación, las grandes potencias elevan sus alertas terroristas. Hacen lo correcto. En un contexto global cada vez más inestable se deben tomar todas las precauciones.
Editoriales
Resulta imprescindible anticiparse a conjurar el estallido de un conflicto social a futuro con consecuencias impredecibles para Barranquilla y, en particular, para quienes accedan a esas residencias, los grandes perjudicados. Si bien es cierto que los ajustes realizados en 2014 al POT, expedido originalmente en el año 2007, permitieron modificaciones para lograr un mix armónico del uso del suelo –industria y vivienda-, argumento en el que se sustenta la posición del Grupo Argos, también lo es que la inconveniencia técnica de construir una o más torres de apartamentos en el corazón de una zona industrial, a pocos metros de una empresa que nunca duerme, es por decir lo menos un exabrupto.
Sin capacidad ni interés de cerrar acuerdos, las grietas se profundizan. El Gobierno central sigue su propio manual a rajatabla, mientras que los territoriales resuelvan como puedan y que a la gente se la lleve Pindanga. Son pocas las excepciones a esta regla. Parecería que una nueva forma de política con marcado interés partidista por encima del general es la que lo maneja todo. También lo entorpece, cuando no paraliza. Escenario sin garantías que no conviene a las instituciones ni a la ciudadanía. Tomamos nota. Sobre todo ahora que como telón de fondo se alza la constituyente con audiencias públicas y nuevas cumbres de energía que apuntan a politizar un debate de por sí bien intrincado. Me temo que la verdad se esconde detrás de las apariencias.
¿Y si fuera usted o alguien de su círculo más cercano quien recibe la implacable descarga del acoso digital? Que nadie se equivoque: grabar un video íntimo o enviar imágenes sexuales de manera consentida no es un delito. Eso sería caer en un falso moralismo. Cada persona es dueña de su propia intimidad y lo que sucede en sus espacios privados, como en sus mismas vidas, debe quedarse allí. Hacer uso público de ese contenido para denigrar, deshonrar o cobrar revancha, lo que se conoce como la porno venganza, es un crimen que debe terminar en manos de la Justicia.
Seguramente, por eso, porque no hemos estado a la altura de sus circunstancias –que solo ellas han padecido- es que las siguen instrumentalizando de distintas maneras, a tal punto que algunos sectores con mezquina bellaquería movidos por intereses partidistas se atreven, incluso, a politizar sus tragedias, a jugar con ellas, hasta convertirlas en armas arrojadizas contra sus adversarios. Lamentable que también deban lidiar con la recua de falsos profetas que a punta de mentiras o medias verdades revictimizan a quienes dicen supuestamente defender. Su actitud de sepulcros blanqueados profundiza nuestra deuda con ellas. Mientras, sus muertos, sus desaparecidos, sus menores reclutados, sus seres amados abusados continúan ahí, ignorados.
Con acertada ‘Puntería’, la niña de los ojos de William, la de los pies descalzos que le enseñó al mundo como es que se baila en Barranquilla, sentó cátedra sobre cómo, cuándo, de qué manera y con quién una mujer decide superar su tusa. Su álbum, fiel retrato de sus estados anímicos, al margen de cualquier crítica musical, se erige como un tratado de rabiosa autenticidad femenina que refleja a través de su proceso de creación artística su desahogo más íntimo. Natural. ¿O qué esperaban? Ella es su propio jefe, fuerte, independiente, capaz de sacar de sí lo que le hizo daño.