El Heraldo
El evento se llevó a cabo la semana anterior en Sincelejo.
Sucre

El drama de una familia revictimizada en Sucre

La Fiscalía entregó de manera simbólica los restos de Ayda Cecilia, desaparecida por las AUC en 2001. Su familia narra el drama que han vivido estos 21 años.

Los Padilla Mercado, una familia que habitó por años en la carrera 16, a escasas dos cuadras de la Catedral San Francisco de Asís, en el Centro de Sincelejo, no solo ha tenido que lidiar en los últimos 21 años con la desaparición forzada y pérdida del cadáver de Ayda Cecilia, la menor de la casa, sino también con la revictimización por parte de un abogado que se les quedó con el 50 % de la reparación administrativa.

Y como si esto fuera poco, vieron marcharse de este mundo hace 5 años a su mamá, Nemesia Mercado Contreras, quien falleció sin saber la cruda realidad que tuvo que afrontar su muchacha, aquella extrovertida que el domingo 27 de mayo de 2001, a las 7:00 de la mañana, se despidió de ella y de sus hermanos para marcharse en un carro Sprint a pasear a El Rincón del Mar, San Onofre, con otra amiga y con dos hombres que dijeron, según los familiares de la mujer, ser colegas suyos: visitadores médicos.

Estas dos situaciones, derivadas de la pérdida irreparable de Ayda Cecilia quedaron al descubierto la tarde de este viernes 16 de septiembre cuando Francisco, el mayor de los Padilla Mercado, se desahogó ante los medios de comunicación para terminar de sacar de sus adentros ese ‘tarugo’ que lo ha carcomido a él y a los demás hermanos desde aquel momento.

Acto de entrega simbólica de los restos por parte de la Fiscalía.

Entre el 2001 y el 2007 la familia buscó, sin hallar respuestas, a Ayda Cecilia, pero tras la desmovilización del entonces bloque ‘Héroes de los Montes de María’, que comandó militarmente Rodrigo Mercado Peluffo, alias Cadena, llegaron algunas verdades, y muy duras.

Uno de los versionados ante Justicia y Paz, concretamente Úber Banquez, alias Juancho Dique, dijo en un Tribunal en Barranquilla que a las dos mujeres y a los dos investigadores del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía los habían asesinado y lanzado al mar.

Francisco, el hermano mayor de Ayda y quien es el más conocido entre la sociedad sincelejana, supo de esa versión que le “apuñaló el alma” y que lo llevó a convertirse en el vigilante de la casa. Su misión, desde un kiosco que tenía en las afueras de la vivienda, era evitar visitas a su mamá y en caso de que las permitiera les hacía la salvedad de que aquella mujer adulta de mirada triste no sabía nada de lo que en realidad había ocurrido, de allí “que por las noches y las madrugadas, muchas veces, vi a mi vieja despierta asomada por la ventana y le preguntaba qué hacía y siempre me decía: esperando a Ayda, a mi hija, a mi hija que venga”, narró Francisco en medio del llanto y la voz entrecortada.

La verdad, la más sacrificada

Ratifica que Nemesia, su vieja o mamá, como le decía, murió sin saber que a su hija la asesinaron, la sepultaron en una fosa en la finca El Palmar, la desenterraron, la picaron, la metieron en unas bolsas y la lanzaron a las aguas del mar Caribe, a una milla náutica del corregimiento El Rincón del Mar, en San Onofre. Esa misma suerte corrieron sus acompañantes, su amiga Sadith Elena Mendoza y los investigadores Fabio Luis Coley Coronado y Jorge Luis De la Rosa Mejía.

Francisco anota que si bien su mamá no tenía esos crueles detalles de la muerte de Ayda, sí debía sospechar algo; por eso, desde ese momento su vida cambió y la llevó a tener un mal carácter y a estar resentida.

Pedro, otro hermano de Ayda y quien convivía con ella y su mamá al momento de la desaparición, anota que siempre sospechó que la habían matado no solo por la violencia que se vivía en el departamento de Sucre al momento de la ocurrencia del hecho y por el sitio hacia el que ellos salieron, sino porque en varios sueños la vio fallecida y que llegaban carros, un Renault de color negro, a la casa a llevar arreglos o coronas fúnebres.

Francisco, Pedro y Nelly, los tres hermanos de Ayda que el viernes acudieron a la ceremonia de entrega simbólica de sus restos, ante la imposibilidad de hallarlos, como lo expresó el fiscal de exhumaciones David Cruz Dáger, que además pidió excusas a la familia, recordaron a su ser querido como una mujer alegre, elegante y cariñosa, la alegría de su casa durante los 32 años que pudieron compartir a su lado.

Sadith Melena, otra de las víctimas del conflicto armado. Jorge de la Rosa era uno de los integrantes del CTI. Fabio Luis Coronado, otro de los investigadores que murió.
Se apropiaron de la reparación

La familia fue sometida a una terapia con personal experto de la Fiscalía para estar de acuerdo con la entrega simbólica que “ha sido muy buena y que me permitió quitarme un peso”, señala Francisco que ahora debe sanar, al igual que sus hermanos, otra herida de esta revictimización y es el aprovechamiento que el abogado tuvo de su situación como víctima.

“El abogado pareció ser el dueño del muerto porque se apropió del 50% de la reparación y hasta nos embargó un predio. Hubo una reparación directa del Estado hacia nosotros, pero buscamos un abogado inescrupuloso que no llenó los requisitos y que prácticamente nos estafó, nos revictimizó y se llama Colombo Saladén Carrasquilla. No solo cobró la plata, sino que se la robó y nos dio lo que él creyó conveniente. Recibimos lo que su voluntad le dio y él se quedó con el 50 % y nos embargó un predio que teníamos en el centro, eso después de que salió la sentencia. Ese hombre es un salvaje, no tuvo consideración de nosotros que tanto hemos sufrido por esto”, puntualiza Francisco haciendo la salvedad de que a ellos el Estado no les debe nada, el que está en deuda con la familia y con Dios es el abogado.

A Nelly el dolor por la trágica partida de su hermana y la impotencia por lo que les ocurrió con el abogado que los representaba no le permitió hablar, sus ojos se inundaron de lágrimas y su voz se entrecortaba, solo atinó a decir que en este momento (la tarde del viernes), se removió el dolor que los ha acompañado desde hace más de 21 años.

Pedro, más lleno de valor, asume la verdad procesal de la Fiscalía, es decir, la de la imposibilidad de hallar los restos de Ayda, con mucha resignación, con la misma con la que con el tiempo se fueron acabando las fuerzas para la búsqueda, pero el recuerdo de ella sigue presente, “tan presente que afectó la salud mental de algunos” ante el golpe psicológico que tuvo un alivio tras 21 años de la tragedia.

Rememora aquel momento de la partida de su hermana como un domingo y al día siguiente era lunes festivo, “ella iba con un short porque su destino era la playa”. Ellos, y quizás Ayda y su amiga Sadith, creyeron que se trataba de un paseo de amigos, pero en realidad los investigadores encubiertos del CTI de la Fiscalía habían llegado a Sucre y concretamente a la zona  rural de San Onofre, al centro de operaciones de las extintas AUC, a realizar inteligencia y buscar información que les permitiera saber lo que había ocurrido en la masacre del corregimiento Chengue, en Ovejas, el 17 de enero de 2001, es decir, 4 meses antes.

Pedro ratifica lo que en alguna oportunidad dijo su hermano Francisco en el sentido de que “las muchachas fueron un gancho ciego porque les dijeron que eran visitadores médicos. Ellas cayeron en una trampa”.

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