El Heraldo
En Tolú, municipio del Golfo de Morrosquillo, la mayoría de habitantes viven de la pesca. Ernesto Benavides
Sucre

Calixto, Luis Miguel y Manuel: los rostros de una faena sin regreso

Desde hace ocho meses se desconoce el paradero de tres pescadores en Tolú. Una fuerte tormenta en la zona de pargos habría arrasado con la lancha en la que iban.

La calma y la furia parecen ser un solo sentimiento en el mar. Los secretos ocultos en el agua y la arena son muchos, misteriosos como la misma bóveda oceánica. En la densa calma que se percibe en la mañana y la marea alta cuando el ocaso se impone, flotan muchas historias que han inspirado a poetas y compositores.

El embrujo marino es rey ante la mirada impaciente de un pensador que no alcanza a imaginar cuántos renglones necesita para contar siquiera uno de esos tantos relatos que en ocasiones mojan los ojos.

En esa huella de dolor marcada sobre la arena están escritos los nombres de Calixto, de 43 años, y Luis Miguel Berrío Berrío, de 46, y el de Manuel Julio Zúñiga, de 37 años; los dos primeros hermanos, y el segundo, primo paterno de ambos.

Ellos una vez partieron, como los empedernidos pescadores que eran, para nunca más volver. Literalmente el mar se los ‘tragó ’ y no ha querido traerlos de vuelta. Por capricho o destino, estos tres hombres se montaron en una faena que, ocho meses después, no ha tenido retorno.

Los días sin tener a su padre Calixto Berrío Berrío al lado han sido grises para Kelly Johana Berrío. Dice  que los cuenta uno a uno.

Una faena sin regreso

Era 25 de septiembre de 2018. En la emisora local de Tolú sonaba un vallenato y en cada esquina del puerto la gente decía que sería un gran día porque el cielo había amanecido destellante. No había asomo de lluvia, era un buen día para lavar, salir a pasear y pescar.

En tierra se vivía un paraíso, pero en alta mar, donde la inmensidad no tiene límites, los tres desafortunados protagonistas de esta historia con sabor a sal peleaban la más dura de las batallas. Un ciclón los abrazó mientras pescaban en la zona de pargos, frente al Golfo de Morrosquillo, mar adentro. La tormenta cesó y no se volvió a tener razón alguna de los tres morenos fornidos.

“No nos han dicho más nada. Los buscaron un mes y no hallaron rastro. Nunca hemos recibido una prenda o algún elemento de la embarcación en la que se fueron a trabajar. Esa angustia que vivimos desde el primer día no se nos ha quitado ni un momento. Son cosas que no se superan”,  dijo Kelly Johana, con dificultad para usar las palabras que le ‘escupe’ el sentimiento.

Cada vez que llueve, relata  Kelly, recuerda que una tormenta que se confabuló con el mar le arrebató al hombre que le dio la vida.

“Uno nunca lo recuerda como muerto sino como vivo. Siempre he soñado que él viene, pero nunca que murió. Él nos ayudaba bastante, era la fuerza de esta familia, por eso pasábamos con mi papá y mi mamá porque nos ayudaban con nuestros niños. Estos días han sido duros, nos hace mucha falta”, dijo.

La hija de Calixto vio  a su padre empacar las cosas para irse, pero no ha podido verlo bajarse de la lancha ‘La Niña’, no pudo verlo  desembarcar lo que pescó; ya que no regresó del agua salada.

“De allá vinieron unos barcos días después de la tormenta, pero de una vez nadie nos dijo nada. Al tiempo fue que vimos que no regresaban y nos comentaron que eso había sido que quedaron en medio de la tormenta. Esa tempestad fue de día por allá en alta mar y acá en el pueblo fue en la noche. Lo recuerdo muy bien”, rememoró.

Calixto prometió regresar a los cinco días. Los tres hijos -dos mellizos- y su esposa Filomena Cárdenas, lo esperan en el puerto de la memoria y en su casa en el barrio Costa Azul, zona norte de Tolú.

 

Guardacostas de Coveñas buscaron a los pescadores durante un mes.

El mar los unió y los separó

Al salir a navegar Luis Miguel Berrío Berrío solía decirle a su hijo Jorge Luis que fuese como el mar: rebelde e imparable. Profundo como el mar, porque solo así podría soportar su furia.

Jorge Luis había gateado y aprendido a caminar sobre la arena.  Su padre se lo llevaba a pescar para transmitirle la destreza del oficio y aprendió a sortear las sorpresas que traen las maretas. Pero la lección que no pudo darle su padre fue cómo prepararse para soslayar las sucias trampas de un mal tiempo.

La mareta le jugó una mala pasada  a Luis Miguel,  al considerado ‘lobo de mar’, y no solo le impidió seguirle dando cátedras marinas a su hijo sino que interrumpió una historia de amor con la mujer que todavía lo espera.

Altamira Barragán Carvajal llora cada vez que habla del hombre de su vida, ese que una vez le regaló el mar inmerso en una canción.

“Mi corazón me dice que él está vivo. ¡Mi marido está vivo! Y algún día regresará, yo lo espero, porque mi esperanza es verlo entrar por esa puerta. Estos días han sido pesados sin él, lo más pesado ha sido su ausencia. Lo extraño a cada minuto, segundo, día y noche. No dejo de pensar en él”, expresó Altamira con los ojos ‘nublados’ ; pero con la voz firme.

Ni la brisa de Tolú y ni el olor constante a salitre le arrebatan ese mástil de fe al que se aferra desde el 25 de septiembre del año pasado cuando se enteró que su compañero de vida había desaparecido en alta mar junto a un hermano y un primo.

“Prestaron los buzos durante 45 días y no trajeron evidencia de ellos. Si aquí me hubiesen traído siquiera un objeto que yo sé que mi esposo cargaba en la lancha yo diría que esa fue mi suerte y ese fue su destino, pero es que aquí no me han traído nada”, expresó.

Altamira bajó la mirada y siguió contando, desde la puerta de su casa, en el barrio El Símbolo: “El día que se fue yo estaba en Medellín y me dijo que cuando él volviera viajaba para llevarme el pescado que agarraría. Días antes de irse había pescado unas 480 libras y estaba contento. Hablamos bastante por teléfono esa noche. Al día siguiente partió y hasta el sol de hoy. Fíjese usted que más de 40 años mi esposo pescando significaba que en el mar era un pez. Por eso no sabemos cómo le pasó eso a Lucho. No me lo explico”.

Fe en su regreso

María Zúñiga dice que mantiene la fe de que su sobrino Manuel Julio Zúñiga, de 37 años, regrese en la lancha en la que una vez se fue a pescar. “Yo me entero por lo que me dicen los demás. Pregunto y pregunto, pero nadie da razones nuevas sobre mi hijo. La preocupación y las esperanzas siguen vivas, juntas, esas no se van. Tengo los mejores pensamientos sobre él porque todo el mundo lo conoce como alegre y servicial, eso no lo puede hundir nadie”.

Su hablar pausado hace que sus palabras sean profundas como el mismo mar que no ha traído razones de su ‘Mane Mane’. “Lo que me parece más raro es que ni chaleco ni tanques, nada han encontrado. Por mucho que se hunda una lancha aparece lo que ella lleva”, aseguró.

El rostro de este hombre también se clavó en la memoria de quienes tuvieron la oportunidad de compartir con él en el pueblo de las bicitaxis.

El punto conocido como zona de pargos.
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