El Heraldo
Así luce actualmente monseñor Víctor Tamayo. El religioso posó este sábado para el lente de EL HERALDO en el Santuario Mariano Nuestra Señora del Morro. Jeisson Gutiérrez
Sociedad

Víctor Tamayo y su marca indeleble en la historia religiosa del Atlántico

El obispo auxiliar emérito de Barranquilla se constituye en un referente católico de la ciudad. EL HERALDO dialogó con su círculo cercano, que habló de su legado material y espiritual.

Un ímpetu incansable de bondad, amor, fe y entrega constituyen algunos de los rasgos que en sus entrañas ha cultivado uno de los religiosos más queridos en el Atlántico: monseñor Víctor Tamayo Betancourt, obispo auxiliar emérito de Barranquilla que a través de su construcción material y espiritual logró marcar un precedente y una huella imborrable en la comunidad atlanticense.

El levantamiento de más  de 20 parroquias y el liderazgo de innumerables obras sociales son el reflejo de la convicción servicial y genuina que representan la inspiración  y el accionar del presbítero en la Tierra.

Todo empezó en la finca Los Pinos, ubicada en la vereda Llanadas del municipio de Anorí, Antioquia. Allí nació Víctor Antonio Tamayo Betancourt un 20 de julio de 1937, llegaba a hacer parte de una familia que ya albergaba 16 hijos y que desde sus inicios traía consigo genes católicos, ya que dentro de sus numerosos hermanos se habían ordenado una monja y un sacerdote.

Con apenas ocho años en 1945, Tamayo empezó a demostrar su espiritualidad y devoción por el Señor. En ese tiempo se mudó a Yarumal, Antioquia, y encontró a monseñor Francisco Gallego Pérez, futuro obispo de Barranquilla, quien escogió a Tamayo como su acólito, es decir, ingresó a un círculo vocacional.

Pero una ciudad cosmopolita, religiosa y cálida lo esperaba para emprender un viaje de fe y crecimiento que se ha traducido en cada una de sus acciones.

Barranquilla lo recibió en 1957 cuando tenía 19 años. Un joven que guardaba en aquellas maletas su deseo de servirle a Dios y al pueblo a través del sacerdocio. Es así como ingresa al Seminario Mayor de Barranquilla para cursar su formación sacerdotal.

El monseñor que de niño lo designó su acólito, fue el eje central para su llegada a ‘La Arenosa’, gracias a que Francisco Gallego fue nombrado obispo de la ciudad y decidió motivar a Tamayo a seguir el mismo sendero.

Llegó el gran día y el 20 de diciembre de 1964 recibió su ordenación sacerdotal, dada por monseñor Germán Villa Gaviria en la capilla del Seminario.

Al siguiente día tuvo la oportunidad de oficiar su primera misa ordinaria en el monasterio de las Clarisas. Ese sería el primero de muchos templos que gozarían de su presencia.

Un fabricante genuino

Un gran transformador social se estaba asomando  en la ciudad. Los barranquilleros aún desconocían que serían testigos de numerosas obras que impactaron positivamente a los ciudadanos que habitaban en esos sectores. 

No se trataba de un sacerdote cualquiera, iban a presenciar a un edificador de iglesias y gestor de labores sociales.

En 1966, el barrio La Manga, ubicado en el suroccidente de la ciudad, estaba sumido en la miseria. La pobreza era palpable y una luz de esperanza estaba a punto de llegar. Monseñor Tamayo se desplazó a la zona y decidió empezar a construir la iglesia San Enrique gracias a unos fondos que adquirió por parte de un obispo alemán que conoció en Barranquilla. 

Con el aporte también logró iniciar la materialización de otros tres templos: Cristo Rey (barrio Lipaya), San Luis Beltrán (barrio San Luis) y San Pío X (barrio El Bosque).

Sin embargo, las iglesias no fueron las únicas gestiones del presbítero. Alrededor de ellas se reúnen puestos de salud, escuelas, comedores sociales y canchas deportivas.

Por ello, una Biblioteca de la Paz (barrio La Paz), la Casa Sacerdotal que acoge a ancianos y enfermos y la Fundación Pan y Panela en el municipio de Soledad fueron algunos de los proyectos que lideró para modificar la ‘cruda realidad’ y aportar un compromiso humanitario que prevalecerá por siempre en el corazón y la mente de las comunidades.

Monseñor Víctor Tamayo corona a la virgen Nuestra Señora del Morro. Jeisson Guitiérrez
La vocación solidaria infalible

Contra viento y marea, su solidaridad es implacable. En su andar se vislumbra el amor de un foráneo montañero que halló en las aguas de Barranquilla su mejor tripulación para navegar en la misión que Dios le encomendó con su prójimo. El religioso es un ‘currambero’ más y haciéndole honor a ello, en 1999 el Concejo Distrital le otorgó el título de Ciudadano de Barranquilla y lo adoptó como hijo preclaro y benemérito. 

Su servicio, entrega, fidelidad, acompañamiento y guía fueron los grandes valores que Elvira Martínez admiró de monseñor cuando fue voluntaria de la curia arquidiocesana hace 17 años y tuvo la oportunidad de estar al lado de su oficina cuando se desempeñaba como obispo auxiliar de Barranquilla, nombramiento que obtuvo en mayo de 2004 luego de haberse ordenado obispo en una ceremonia especial que se desarrolló en la Catedral Metropolitana María Reina el 24 de enero del mismo año. Un acontecimiento añorado por los feligreses que se congregaron de manera multitudinaria para ser partícipes de acto solemne.

La mujer le manifestó a EL HERALDO detalles de aquel tiempo que dice guardará por siempre en su memoria.

“Estaba en la oficina y también entraba y salía. Por su temperamento servicial él tenía que estar con la gente prestando su servicio y resolviéndole. Él es un pastor lleno del amor de Dios que gastó su vida en la construcción material y espiritual de la iglesia que Jesús nos dejó”, expresó.

Además, fue testigo de su devoción por la virgen María Auxiliadora, amor que se convirtió en el motor para que se desarrollara el Santuario Mariano de Nuestra Señora del Morro ubicado en el municipio de Tubará.

“Yo era voluntaria del Santuario del Morro y en una reunión me contó que cuando tenía problemas o preocupaciones, cogía su carro y se iba a las 11 de la noche a hablar con la virgen del Morro. Él hizo obras grandes y generosas porque es una persona generosa y dentro de sus cualidades está la apertura a Dios y su humilde confianza”, sostuvo Martínez.

Regina Charris ha sido su asistente doméstica por más de 40 años y afirmó su característica indeleble palpable en cada uno de los fieles que han gozado de al menos una conversación con monseñor Tamayo.

“Son anécdotas con él todos los días, yo me lo gozo. Una persona que a donde va es imposible que la gente lo olvide. Si a la 1 de la mañana lo llamaban para ir a visitar a un enfermo, a esa hora él arrancaba para la clínica o donde estuviese”, dijo.

A su vez, ha podido atestiguar las denominaciones que los creyentes le atribuyen.

“Siempre le están diciendo cosas como el santico de la tierra, el sacerdote de los pobres, el sacerdote constructor de parroquias”, afirmó.

Sobre su salud actual, Charris indicó que se encuentra estable. Durante la pandemia empezó a padecer bronquitis, por fortuna, nunca fue contagiado por la covid-19.

Transformador material y espiritual

Su preocupación por el bienestar de los demás sin distinción de clases sociales, raza o credo han marcado una transformación que no solo contribuyó al progreso de la ciudad, sino al crecimiento espiritual de la ciudadanía.

El padre Jorge Luis Rodríguez, párroco de la iglesia Santo Domingo de Guzmán de Barranquilla, tuvo un contacto cercano con monseñor Tamayo cuando fue seminarista en el momento en que se estaba construyendo la parroquia del Corazón Inmaculado de María.

“Es un sacerdote muy humano, amigo. Cuando yo estaba en el seminario nos llevaba cualquier detalle. Cuando yo me ordené sacerdote, nos visitó un día antes y nos llevó como regalo un dinero para tener para nuestra ordenación sacerdotal. Siempre se ha desvivido para que todos estemos bien. Nunca se olvida del que más necesita. Nunca ha perdido su humildad”, resaltó.

El escritor y periodista Alberto Linero destacó su solidaridad.

“Un hombre siempre atento a las necesidades de la gente y eso es lo que más me impresiona de él. Sin duda ha sido un líder, ha acompañado a muchas personas en la fe, constructor de capillas, pero lo que más me emociona de monseñor Tamayo es su disposición a la gente y su actitud de servicio”, dijo Linero quien lo conoce desde 1986 cuando llegó al seminario mayor de la costa atlántica Juan XXIII.

Monseñor Víctor Tamayo estuvo presente en la visita del papa Juan Pablo II a Barranquilla en 1986 y lo visitó en la ciudad del Vaticano durante 1984 en compañía del padre Serna, monseñor Villa Gaviria y el padre Cortés. Cortesía.
Artífice de la ‘Catedratón’

La ‘Catedratón’ fue una de las campañas de impacto social más satisfactorias de la ciudad. En ella, participaba la ciudadanía, empresas e instituciones privadas con un único objetivo: reconstruir y edificar iglesias en los barrios con más zozobra de Barranquilla.

María Patricia Dávila fue  una de las artífices de la idea que fue creada en el 2004, un año después de que monseñor retornara a la Catedral Metropolitana como párroco. La estructura carecía de buenas condiciones y por ello se recolectaron fondos que lograron finalizar uno de los templos más emblemáticos de la ciudad.

“En el primer año logramos recaudar los 300 millones de pesos que se necesitaban y nos sobró un dinero y Monseñor dijo que ese dinero se iba a destinar a la construcción de más templos. Esta fue una manera de construir la paz en el Atlántico”, dijo.

Monseñor Tamayo duarnte la construcción de uno de los templos. Cortesía.
Eucaristía en La Catedral

Desde el sábado pasado comenzó el homenaje en honor a la vida y obra de monseñor Víctor Tamayo Betancourt, con una peregrinación organizada por Arquidiócesis de Barranquilla. El segundo momento se vivirá este martes durante una eucaristía en la Catedral Metropolitana María Reina a partir de las 10:30 a. m.

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