El Heraldo
El tatuador José Luis Rodríguez en pleno ejercicio de su trabajo .
Sociedad

Tatuajes: un arte que borra cicatrices

Un grupo de tatuadores barranquilleros creó una fundación que con agujas, tinta y ganas, ayudan a subirle la autoestima a personas con cicatrices.

Nuestro cuerpo es un ‘lienzo’ que con el tiempo puede sufrir algunas marcas causadas en algún accidente, cirugía, quemadura o cualquier otro infortunado hecho. Sin embargo, a través de un tatuaje esas cicatrices se pueden convertir en un colorido dibujo capaz de elevar la autoestima de las personas.

Esta es una alternativa por la que muchos han optado, y que hoy cuando los tatuadores celebran su día es resaltada por la Fundación Tatuadores de Colombia, integrada por 73 barranquilleros que desde barrios populares como Ciudadela 20 de Julio, Las Nieves, La Paz, Los Olivos, La Victoria, Las Américas, Santuario, 7 de Abril, entre otros, quieren demostrar que su labor también puede tener un sentido social.

Iván Vargas, residente en el barrio Las Américas, ha dedicado 9 de sus 29 años de vida al oficio de tatuador. Este joven, que tiene rayada la mayoría de su cuerpo, es el presidente de la fundación. Cuenta que con frecuencia se topa con personas que sienten algún complejo debido a que poseen en su piel marcas tan simples como unas estrías, y lo buscan para que las transforme en obras maestras.

“Muchos llegan con la autoestima por el piso y por medio del tatuaje tapamos esa estría o cualquier cicatriz y le damos una mejor perspectiva, de tal manera que cuando otras personas vean su cuerpo terminen seducidas por el tatuaje y no por la cicatriz. Eso es de lo más satisfactorio que sin duda se puede hacer con este trabajo”, explicó Vargas.

La naciente fundación pretende fortalecer entre sus integrantes tres aspectos: la formación, el espíritu empresarial y la dotación. “La idea es capacitarlos para que aprendan a hacer este tipo de trabajos, estamos planeando seminarios y una serie de conferencias para ello. También queremos despertar su espíritu emprendedor y dotarlos con nuevas máquinas y camillas”, precisó Vargas, que tiene el brazo izquierdo tatuado en su totalidad, emulando una especie de manga tipo aliens con la que desvaneció pequeñas cicatrices que surgieron como producto de algunos accidentes domésticos.

Vargas agregó que también están en la búsqueda de establecer alianzas con centros oncológicos, con el  fin de poner su arte al servicio de mujeres que vencieron el cáncer de mama. “También los tatuadores de nuestra fundación tienen gran experiencia realizando la aréola, dándole un aspecto muy natural a los senos de estas guerreras de la vida”, agregó.

José Luis Rodríguez Neira también lleva nueve años como tatuador profesional, y en este tiempo afirma haber hecho unos 100 tatuajes que han camuflado huellas accidentadas en la piel. “Los que más realizo son para cubrir los puntos de las cesáreas, después viene lo que son quemaduras y algunas cortadas en los brazos”, comenta este hombre de barba poblada.

A sus 34 años este residente del barrio Ciudadela 20 de Julio sostiene que en su inventario ya sobrepasó los 1.000 tatuajes dibujados en las pieles de otras personas, pero los que más lo llenan de satisfacción son aquellos que permiten mimetizar algunas marcas. “La tinta logra mejorar el aspecto físico de las personas, de hecho se usa para tatuar las cejas, los labios y también para el cabello, logrando ocultar la calvicie. Se está usando mucho en la parte estética y creo que todo esto ha ayudado a que se derrumben ciertos estigmas sobre nuestra labor”.

Perfeccionando su arte

José Luís  Rodríguez Neira, a quien artísticamente conocen como ‘Elí Do Santos’, estudió diseño gráfico en la Universidad Autónoma del Caribe, y este año comenzó a capacitarse en la Escuela Distrital de Arte y Tradiciones Populares (EDA), en el programa de Dibujo.

De manera virtual recibe sus clases de Anatomía y Diseño de lunes a viernes entre 9 y 11 de la mañana. Este padre de una niña es consciente de que la capacitación constante es la única forma de lograr la perfección. “Ya había estudiado Pintura en la EDA, lo hice de manera presencial, ahora la experiencia es virtual, pero creo que se logra aprender algo nuevo y eso es primordial para mi trabajo”.

‘Elí Do Santos’ comenta que hoy el tatuaje es visto de una manera distinta y que “no es algo que se fijan los drogadictos o delincuentes”, sino que es una expresión artística. “Los estigmas siempre han existido, pero hoy la mirada es otra. Los médicos se tatúan, los abogados, los políticos, mucha gente trabajadora y que no merece ser mal catalogada por el simple hecho de tener varios dibujos en la piel”.

Rodríguez Neira, que funge como tesorero de esta fundación, contó que durante la pandemia la primera dama del Distrito, Silvana Puello, les ha colaborado con mercados que han repartido entre sus integrantes. “También cambiamos kits escolares por tatuajes y de igual manera haremos lo mismo para Navidad, cambiando juguetes por dibujos”.

A este artista de la aguja la pandemia también lo ha afectado, al punto que debió cerrar su estudio de tatuajes, Adiccion Tatto Ink, y prescindir de sus tres trabajadores. “Me tocó entregar el local en marzo del año pasado, recién lo había remodelado y comencé a pagar arriendo sin producir nada, fue duro porque perdí alrededor de 10 a 15 millones de pesos y ahora trabajo con mi hermano Álex en su estudio Sandmantatto, que fue fundado hace 30 años, el primero que existió en la ciudad”.

“Nuestras ganancias se redujeron a la mitad”

Ricardo Orbegozo, conocido en el gremio como ‘Rick Orbe’ y quien tiene su estudio en el barrio Simón Bolívar, dice que la pandemia lo tiene contra las cuerdas. “El flujo de trabajo ha disminuido porque antes del virus trabajaba seis días a la semana, ahora solo tengo clientes durante  tres días, las restricciones de pico y cédula me obligan a eso. Entonces si en una semana obtenía ganancias por $700.000, ahora solo me gano unos $300.000, todo está reducido a la mitad”.

Jorge Valencia, es otro tatuador que tiene su estudio en Simón Bolívar. Él comenta que solo atiende a dos personas por día para cumplir con los protocolos de bioseguridad. “Esto impacta de manera negativa en nuestras finanzas y hoy estoy dejando de facturar entre un 40 o 50%”.

El tatuaje ocultó esta quemadura.
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