Sociedad

“La primera vez que me escuché en radio fue por una emisora barranquillera”

A propósito de su concierto en Barranquilla el próximo 5 de agosto, Rubén Blades habló con EL HERALDO, entre otras cosas, sobre su pasión por la justicia y el apodo que le puso Gabo. 

Rubén Blades examina el mundo desde la amplitud de su apartamento en Nueva York. El tiempo ha pasado, pero la voz es la misma. Su tono de tranquilidad se entrevera con la firmeza que emite desde cada afirmación. A veces con una sonrisa que evoca los viejos y buenos tiempos, o a veces con el ceño fruncido para que su mirada respalde la contundencia de sus palabras.

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Y es la misma voz que se escucha en aquel álbum que el próximo 7 de septiembre cumplirá 45 años de su lanzamiento: Siembra, disco de larga duración concebido por su talento y acompañado por la orquesta de Willie Colón. El trabajo sigue girando en las cada vez más escasas discotiendas, pero también en las plataformas de streaming.

En ese álbum convergen dos de las muchas obras que ha hecho Blades, como Plástico y Pedro Navaja. 45 años después de su divulgación, casi que cada joven, hijo, padre, madre y hermano del continente reconoce a una persona que encaja con la descripción elaborada por el panameño para ilustrar el proceder criminal de un sujeto como cualquiera en Nueva York o Barranquilla.

El cantautor panameño, que llegará a la capital del Atlántico el próximo 5 de agosto a un concierto en el Estadio Romelio Martínez, aceptó un diálogo desde su vivienda en la ciudad de Nueva York, que pasa por el Carnaval y se expande hasta Venezuela, con María Lionza, o a El Salvador y su opinión sobre las políticas actuales del presidente Nayib Bukele.

P.

Para la ciudad usted representa muchas emociones, pero para usted, ¿Qué significa Barranquilla?

R.

Lo primero que pienso es el Carnaval. Se hace con esmero, la gente se mete en eso, las comparsas, los disfraces, indumentarias, músicos, ustedes (los barranquilleros) han trabajado eso muy bien. Es una imagen que ayuda mucho a mejorar la impresión que el resto del mundo tiene sobre Colombia.

Y segundo: Barranquilla en lo que siempre pienso es el calor. Es como Panamá. Si agarras a un panameño con los ojos cerrados y lo botas en Barranquilla en una zona aleatoria seguramente sentirá que nunca salió de su país. De repente no está muy seguro, porque se puede sentir en Panamá, pero en otro barrio, porque se siente muy panameña Barranquilla. Aparte Barranquilla está a un brinquito de nosotros. Es como una hora, así que la veo como una ciudad hermana.

Sospecho que la primera vez que escuché una canción mía en una radio fue por una emisora de Barranquilla.

Si agarras a un panameño con los ojos cerrados y lo botas en Barranquilla en una zona aleatoria, seguramente sentirá que nunca salió de su país
Rubén Blades durante un concierto en Panamá, en diciembre del 2022. Cortesía: Rubén Blades
P.

Hay un rumor de una foto suya junto a Héctor Lavoe en un bus. ¿Fue tomada en Barranquilla?

R.

Yo creo que sí. Tocábamos generalmente a Barranquilla o a Cali, así fue en una de esas dos ciudades.

Rubén Blades y Héctor Lavoe en la foto referenciada durante el diálogo. Tomada de internet
P.

¿Y alguna otra memoria especial que guarde de Barranquilla?

R.

Lo que más recuerdo de los viajes eran el entusiasmo de la gente y la sorpresa nuestra cuando encontrábamos que lo que hacíamos estaba recibiendo apoyo en otros lugares, porque en la compañía de disco no nos decían que a nosotros nos iba bien en Colombia o Venezuela, porque entonces venían las preguntas de cuántos discos estábamos vendiendo, y si se vendían, en dónde estaba la plata (entre risas). Entonces, de repente, veíamos los conciertos completos, el entusiasmo y que la gente se sabía las canciones. En ese sentido, Colombia y Venezuela para nosotros siempre fueron países clave.

P.

Rubén: el álbum Siembra es recordado por dos canciones mágicas: Pedro Navaja y Plástico. Sin embargo, la gente poco habla de María Lionza. ¿Cómo descubre esa historia y por qué decide plasmarla en canción?

R.

La importancia de la canción es mucho más compleja de lo que algunos se imaginan. Mi primera impresión de Caracas fue ver la imagen de María Lionza en la autopista del este. Pregunté quién era y la explicación fue muy suscita, que era una diosa popular, pero quedé con ganas de saber más. A través de muchas lecturas encontré que cuando los españoles llegan a este nuevo mundo, plantean inmediatamente un problema militar pero también político para los grupos indígenas que ya estaban organizados acá y que tenían una presencia y una estructura. Estos españoles eran invasores y poseían una tecnología superior a la que ellos tenían en sus tribus.

Entonces los indígenas tenían dos alternativas: resistir y ser aniquilados o rendirse. Ambas opciones eran imposibles –políticamente– de aceptar por los caciques. Así fue hasta que uno de ellos, Coromoto, se le ocurrió una solución a partir de una visión que tuvo.

Los españoles esgrimían como justificación para tal aniquilación que los indígenas eran ateos y que, por tanto, eran demonios. Ellos invocaban la imagen de la Virgen María, les hablaban en latín y les decían que aceptaran a esa imagen, pero los indígenas no entendían porque no sabían. Entonces venía la aniquilación porque todo era ‘en el nombre de Dios’. Entonces, a Coromoto se le aparece María Lionza y ella le pregunta la razón por la que pelea contra los invasores. Él explica las razones y la india le dice: “es que esa mujer que ellos muestran, soy yo”.

Coromoto protesta y le dice no, esa no eres tú, porque la que ellos muestran es blanca. Entonces ella explica que la muestran blanca porque ellos son blancos.

A partir de ahí, Coromoto transmite la visión y de pronto, siguiente circunstancia, los indios aceptan y los españoles entonces ya no tienen una excusa para continuar con el genocidio. Posteriormente interviene el Fray Bartolomé de las Casas, quien le explica al Rey Fernando que no pueden seguir aniquilando a los indios porque ellos se han confesado cristianos, y entonces se suspende el aniquilamiento. Claro, posteriormente viene la esclavitud encubierta, pero ya con un tono mucho menos belicoso que lo que sucedía antes.

Entonces la importancia de María Lionza creo que marca el inicio del mestizaje, porque se casan indios con españoles debido a que ambos “son católicos”. Tiempo después llegarán los negros de África y se sumará un nuevo ingrediente a la mezcla étnica y cultural de América.

P.

Siguiendo la línea de la música, Paula C volvió a ser grabada de la mano de Roberto Delgado, ¿qué significa volver a tocar una canción tan cargada de sentimiento?

R.

Actualmente estoy grabando composiciones que me pertenecen, porque recobré mi derecho como compositor. Tengo la capacidad de editorializarla para el mundo, pero el máster le sigue perteneciendo a Fania. Entonces Paula C es una canción con la que tengo la necesidad de volver a plasmarla en un master. Por otro lado, Roberto Delgado es un arreglista del primer orden. Esta no es una banda de tres trombones, sino de más de 20 músicos con quienes tengo la oportunidad de volver a trabajar una canción con una rica vena melódica y un arreglo mucho más sofisticado al que hicimos la primera vez, con todo respeto a Lou Ramírez.

Rubén Blades durante una presentación en Panamá. Cortesía: Rubén Blades.
P.

Y hablando de Paula C, la mujer, ¿ella inspiró ‘Dime’?

R.

Sí. Todas esas canciones, en ese tiempo… por lo general no escribo ni sobre el amor ni sobre cosas personales, pero imagino que todas esas canciones fueron consecuencia de una situación que se atravesaba en ese momento. Es muy posible. Así que diría que sí.

P.

Rubén, no quiero llamarlo viejo (risas), pero a su edad muchas personas buscan otros espacios para vivir la vida. Usted sigue en Nueva York, una de las capitales del mundo… ¿Qué lo mantiene allí?, ¿Se ha replanteado volver a Panamá algún día?

R.

Bueno, básicamente por mi esposa (Luba Mason). Ella fue una de las figuras de un musical en Broadway basado en la música de Bob Dylan y tiene una conexión especial. Más allá de su trabajo, es su vida. Su familia también está acá. Créeme que estoy considerando desde hace mucho tiempo a mi país, pero también hubo trabajo para mí. Hasta hace poco estuve en Fear The Walking Dead después de ocho exitosas temporadas y ahora se me abre un poquito más de espacio, pero es muy posible que piense próximamente en volver a Panamá. También extraño a mis amigos y a mi familia, aunque mi relación con ellos ha sido escasa porque siempre hemos sido medio gitanos en ese sentido.

P.

Usted llegó en 1974 a Nueva York. ¿Cómo era antes y cómo la percibe ahora?

R.

Yo conozco muy bien Nueva York. Sé por dónde tengo que ir y especialmente por dónde no tengo que ir, pero siempre hay algo nuevo que hacer, si te interesa, y si no puedes estar tranquilamente en tu casa. Mucho ha cambiado porque varios amigos murieron, los clubes que antes existieron ya no están. Todo es más caro y ni hablar de la situación de seguridad cuando yo voy a cumplir 75 años, entonces ahora hay que tener más cuidado. Nueva York es una ciudad más para gente joven que para las personas que están en mi edad. Sin embargo, gracias a Dios todavía mantengo la vitalidad. Yo camino, no uso automóvil y uso el tren cuando tengo que llegar rápido. Pero conozco bien la ciudad, tiene mucha oferta, pero visualizo el momento en que pueda volver a Panamá.

Rubén Blades durante sus días de juventud. Cortesía: Rubén Blades
P.

Usted ingresa el componente social a la salsa, lo cual hizo un antes y un después en el género, por decirlo de algún modo. Pero más allá de eso, ¿qué considera como un gran éxito profesional?

R.

Hay varias cosas, viejo. Uno, el componente de los demás. Uno nunca hace nada solo. El éxito nunca es de una sola persona, sino el producto de toda una serie de contribuciones, entonces cuando yo miro hacia atrás, veo la contribución de toda la gente, algunos de ellos mejores que yo en lo que hago. Pero ellos me dieron su talento y me ayudaron a llegar hasta donde llegué. A la vez, también me informaron, me educaron a través de experiencias que van mucho más allá de un Grammy o un concierto lleno de gente. Creo que la mejor inversión que hice en mi vida, han sido mis amigos. Ellos ayudaron a que mi éxito llegara.

Por otro lado, también pienso en las oportunidades que le di yo a otras personas. Por ejemplo, la orquesta de Roberto Delgado es la más exitosa en la historia de Panamá. Nunca una orquesta panameña había tenido la repercusión mundial que ellos. Todos son panameños y han llegado a esa posición por su esfuerzo, su talento, y yo simplemente fui un vehículo. También la gente que te encuentras en la calle y te da las gracias, con gran detenimiento, por canciones como Amor y Control o Maestra Vida. Eso es lo de mayor valor. Yo no conozco a nadie que cuando se muera, lo entierren con los Grammys, esas cosas después quedan atrás.

Yo siempre tenía un problema con la cuestión de los premios, porque la felicidad tuya se basa en la infelicidad del que pierde y no debería de ser así.

P.

Siguiendo esa línea, ¿coincide usted en que estamos llenos de música como comida chatarra?

R.

Lo que siempre midió mi contribución fue el efecto de las canciones. Mira, la gente habla de reguetón, pero la gran pregunta es si alguien cantará lo que hoy suena en la radio dentro de 45 años. Yo sí puedo decir que ‘Pedro Navaja’ vive hoy igual que en el ’78.

Ahora bien, yo no entro en censuras, pero simplemente creo que lo que no me gusta, no lo oigo. Yo no trato de que al tipo lo metan preso, o de boicotear, ni voy a pedirle a nadie que no pongan su música. Si no me gusta, yo no lo pongo y punto. Creo que todos tenemos la responsabilidad y la obligación de ser responsable decidir que nos guste o lo que no nos guste, es por nosotros mismos y no porque alguien diga ‘mire, no oiga eso’. Cada generación se va a expresar de la forma en que su educación o su realidad se lo permita. Yo qué le voy a decir a mis 75 años a un pelado de 20 lo que tiene que oír.

‘Gabo’, en la única dedicatoria que me hizo, me denominó ‘el cantador de historias’
P.

Volviendo a su obra creo que, además de lo social, hay mucha dignidad detrás de cada composición. ¿Siempre se propuso que fuera así?

R.

Yo fui abogado y, tal vez no lo sepas, pero quería ser abogado porque mi propósito era crear una sociedad más justa. Yo no me hice abogado para tener plata. Salí de Panamá porque la dictadura tocó a mi familia. Ellos se van en 1973 y yo en 1974. Como estudiante de ley, mi trabajo era con gente privada de la libertad. Mi tesis para optar por el grado de licenciado en Derecho y Ciencia Política fue sobre gente privada de libertad residente en delitos de hurto y robo. Quería ser abogado para la gente que no tenía dinero.

Como no pude serlo en Panamá, lo siguiente que quería era ser músico. Y también me gustaba escribir. ‘Gabo’, en la única dedicatoria que me hizo, me denominó ‘el cantador de historias’. Me dijo que yo era un cronista que canta, como un periodista o un escritor. En mi tiempo los artistas cantaban de ‘vente a bailá, vamo a gozá’, pero ¿dónde quedaban los temas del barrio? Siempre estuve muy marcado por la dictadura. Mi misión fue y es promover y denunciar lo que está mal sin un contenido ideológico y sin politizar el asunto, porque entonces la canción se vuelve propaganda.

P.

Y hablando de propaganda, ¿qué opina sobre las ideologías?

R.

Mira. La ideología es, para mí, uno de los males más grandes que hemos sufrido porque parte de un principio que es absurdo, y es que las ideas no mutan. La ideología mantiene la misma estática. Es que lo funcionó para Karl Marx en 1897 no es lo mismo que está pasando ahora, por favor. Tú tienes que ajustarte, chico. La ideología no evoluciona y yo pensé ‘bueno, hay que llenar un vacío’. Siempre me mantuve, como un periodista, dentro de lo más objetivo. Eso sí, en cada canción que, de por sí, es una manifestación personal.

Rubén Blades interpretando sus canciones durante un concierto en Málaga, en 2018. Cortesía: Rubén Blades
P.

Ahora quiero preguntarle, al Rubén abogado, por los sistemas carcelarios. ¿Qué opina sobre lo que tenemos en América Latina actualmente?

R.

Es completamente absurdo. Mira, las cárceles hoy sirven para almacenar gente que ha cometido un error. O gente que cometió un pecado la juzgamos para siempre. Eso la iglesia no lo acepta, pero nosotros sí. Entonces la persona cometió un error, porque pecó, y lo sacas de circulación. Lo separas y lo metes en un sitio, lo sueltas ahí y lo dejas a su suerte. Eso es completamente absurdo porque así no va a ser posible que haya una resocialización.

Ahora: las cárceles también sirven para un problema económico. Mientras más gente haya en la cárcel hay que dar tres comidas y la comida, generalmente, la da alguien asociado con el régimen. Entonces tú tienes que comprar armas, balas… y terminas teniendo negocios, porque no habilitan a nadie. En Panamá, cuando escribí mi tesis, una de las cosas que califiqué como una ‘gran estupidez’ es que se aplica el principio de rehabilitación. Esa es la mentira y la estupidez más grande que he escuchado. Y vaya que yo he escuchado mentiras de desgobiernos ineficaces. Usted no puede rehabilitar lo que nunca fue habilitado. La cárcel entonces se convierte en un sitio de orientación criminal.

Mira, el criminal crece en un entorno lleno de crímenes. Por eso su orientación criminal. El sistema penitenciario es un desastre por donde usted lo vea. Por lo menos en América como continente, porque Suecia, por ejemplo, están mucho más adelantados porque la idea es brindar una oportunidad a la persona. Y también hay que tener otra cosa presente: cualquiera de nosotros, usted o yo o cualquiera, en cualquier momento, puede terminar en la cárcel.

 Usted puede atropellar a alguien, matarlo y terminar preso. O un doctor de pronto comete un error, mata a un paciente y termina preso. O una persona, en un arranque de furia, le da un golpe a alguien y termina preso. Todos, sin excepción, podemos ir a la cárcel. No son ellos, esos, los que terminan presos. Si la gente entendiera eso, entonces habría más preocupación y presión para que estos lugares no se volvieran los infiernos en los que se convierten. El que nunca ha estado en cárceles no puede entender eso.

Yo visité y me quedé en entre los presos en la prisión de la isla de Coiba. Era una de las pocas cárceles existentes en su momento. Quedaba en la isla más grande del litoral Pacífico de América. También estuve en una que me daba mucha risa porque se llamaba Cárcel Modelo. Otra se llamaba ‘la Joya’, por Dios, son todo menos eso. Un día hubo un enfrentamiento y se sacaron hasta armas. ¿Cómo entran esas armas? ¡La misma gente del penal las introduce, los mismos guardias!

P.

¿Y qué hacer con los presos?

R.

Una de las cosas que yo haría sería la orientación inmediata con los presos. Buscar resocialización, pero en el sentido de dar herramientas que les permita vencer cualquier deficiencia o problema que los llevó ahí. Si no tienen un empleo, adiestrarlos para que adquieran uno y si no terminó la escuela, que la termine en el periodo de tiempo que está interno. No es que estés como un huevo sentado esperando a ver cuándo te toca jugar fútbol, ¿estás loco? Tú vas a salir de aquí educado. Estos no son vacaciones. No te vas a levantar a la hora que te da la gana, vas a despertar a una hora y a cumplir con tus deberes. No estás en el barrio ni cambiando la esquina por la celda en la prisión. Las cárceles han cedido control y las pandillas son las que mandan.

P.

¿Y qué opina de lo que está haciendo Nayib Bukele en El Salvador?

R.

Mira. Lo que está haciendo Bukele tiene todo el sentido del mundo. Entonces la gente brinca a decir que el tipo está violando derechos humanos, pero, ¿dónde quedan los derechos de La sociedad? No sé bien qué está pasando en El Salvador, pero si Bukele está solo creando súper cárceles para sacar a la gente de circulación y no está trabajando por resocializar, él también está cometiendo un error. No es solo separar a la gente para que deje de matar, es cambiarlos en la medida de lo posible.

No sé bien qué está pasando en El Salvador, pero si Bukele está solo creando súper cárceles para sacar a la gente de circulación y no está trabajando por resocializar, él también está cometiendo un error
P.

¿En la medida de lo posible?

R.

Sí, porque hay gente que no va a cambiar. Mira. Dentro de la gente que yo entrevisté, y en toda la experiencia con presos, descubres que hay gente que tú quieres que no salga más de ahí. Porque donde salgan de ahí van a matar o a hacer cosas peores. No soy cura ni psicológo, pero no sé si esa gente necesite un exorcismo, pero ellos son un peligro real para ellos mismos, su familia y todos los demás que están separados, porque ellos no pueden salir a la calle de la manera en la que están. No sé si es un problema mental o que nacieron sin emociones. Pero esto me lleva a que el asunto lo tenemos que repensar y rápido.

De izquierda a derecha: Rubén Blades, Harrison Ford y Brad Pitt. La foto fue tomada en 1997. Cortesía: Rubén Blades
P.

Rubén, pasando a la faceta actoral: si le dieran la oportunidad de interpretar a uno de sus personajes en una película, ¿cuál elegiría?

R.

Adán García.

P.

(Entre risas) No sé por qué, pero sabía que me respondería eso.

R.

La muestra más clara de lo que es la desesperación que produce el vivir en una ciudad donde de pronto uno se encuentra con que a nadie le importa que existas, solo a tu familia, y que no estés en condiciones de poder cumplir con tus obligaciones como ser humano y también como hombre, es decir, lo horroroso que es ese vacío, creo que como actor es mucho más interesante para representar.

P.

Antes le pregunté por los éxitos, ahora le pregunto por los fracasos. ¿Qué le provoca pesadillas de noche?, o mejor, ¿cuáles son los momentos que lo mantienen humilde?

R.

Pues mira. Sobre los momentos humildes, te digo que la humildad es el orgullo en reposo. Es decir, a mí me enseñaron desde muy niño mantener los pies sobre la tierra, por eso nunca he he sufrido de la necesidad del imperativo ese vivir en la fama, o sea la fama no es un sitio donde se vive.

A mí me parece que, en cuanto a lo que siempre me sentiré completamente jodido, hay dos cosas claras: la primera es la participación política en Panamá, por no entender que no iba a pasar lo que yo esperaba que ocurriese. No entendí, por ejemplo, la necesidad que existía en un momento de que yo me convirtiera en la figura, en el hombre fuerte del partido. Yo siempre quise ser un vehículo para obtener oportunidad para todos. Yo no creo que los países se resuelven con fideles Castro ni con ni con Chávez o Bonaparte o Hitler. No creo en dictadores. Sin embargo, me di cuenta de que en países que no tienen madurez política o un sentido de responsabilidad cívica, la figura del líder y el líder enérgico es vital. Eso quiere decir que tú tienes que asumir el control de la cosa, no delegar.

El otro error fue no haberme hecho la prueba de paternidad. Afortunadamente hoy tengo una buena relación con Joshep, pero no dejo de pensar en los momentos que no vivimos por no haberlo reconocido. Ahora él mismo me dice ‘tranquilo, papá, solo miremos adelante’.

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