Sociedad

La fe, pilar para vencer al ‘Goliat’ de la covid-19

Personal médico, gente del común y creyentes, se han refugiado en su espiritualidad para hacerle frente a la pandemia.

La fe se ha convertido en el otro frente de batalla en la guerra contra la covid-19.

En los recientes días se ha vuelto viral en redes sociales videos de personas a las afueras de las clínicas orando por familiares y pacientes con covid-19. 

Estas muestras también se dan al interior de los centros asistenciales. El personal médico, quién libra la batalla desde la primera línea, encuentra en su fe un soporte para seguir salvando vidas.

Frente a este escenario donde la ciencia y la fe convergen, el intensivista del Camino Adelita de Char, Holmes Algarín, afirma que “el primer evento del médico es el de valorar la vida, partiendo que hay un creador de ella”.

“Con esa base uno avanza en el camino de la protección de la vida. Cuando se tiene claridad sobre ello, uno entiende que el aporte que se hace desde la ciencia es basado en lo espiritual”, dice.

Para Algarín la fe siempre estará presente en la interacción médico-paciente. 

 

Mario Insignares predicando en la Clínica Bonnadona.

“Cuando tienes un paciente que esta complejo y lo ves avanzar, empiezas a sentir que hay una mano más que te está ayudando, ahí sentimos la mano de Dios”, apunta.

Reconoce que siente frustración cuando hay pacientes que no evolucionan, incluso llega a creer que los esfuerzos se van al vacío.

“Llegan las preguntas. ¿Por qué este paciente sí y el otro no? Llega la pared del cuestionamiento y mira hacia arriba sabiendo que las explicaciones están más allá. Uno entiende que no es nuestra voluntad. Hay un límite hasta donde llegamos como médicos y de ahí en adelante es otra voluntad, la de Dios”.

La gestora institucional del Adelita de Char, María Eugenia Quevedo, explicó que en el centro asistencial hay una sala especial para que el personal médico, sin importar sus creencias “se refugie”.

“Era un espacio abierto y quisimos hacer un oratorio para pacientes y médicos que necesitaban un acercamiento con Dios”. 

En dicha sala hay una cruz ecuménica para que “entren quienes necesiten refugiarse en estos momentos”.

En la misma sala reposa un cuadro obsequiado por una paciente que superó la covid-19 después de haber estado en cuidados intensivos.

Oración a las afueras del Hospital Niño Jesús.

A las afueras. Mario Insignares lleva seis años predicando en el centro de la ciudad. Se rebusca la vida ayudando a parquear carros y en cualquier oficio que le pongan a hacer porque no tiene trabajo. El pasado sábado perdió a una de sus hermanas por culpa de la covid-19 y esto le dio más motivos para ir de clínica en clínica con parlante y micrófono en mano a orar por la salud de los enfermos. Para él, el coronavirus es una Goliat que llegó a la humanidad para hacerle la vida de cuadros, pero afirma que la fe es la piedra con la que se derrotará a este gigante.

Insignares cree que fue “el enemigo quien posó una sombra de muerte”, pero será la fe de los barranquilleros la que aparte esta “peste destructora” de la ciudad y tiene la esperanza de que “Dios pondrá pronto su mano sanadora sobre el mundo”.

Caravanas de esperanza

La pandemia arrebató la vida del padre del pastor cristiano Julián Osorio. Aunque quedó devastado por la pérdida emprendió junto a otros dos líderes espirituales la labor de recorrer caravanas de esperanza en diferentes clínicas de Barranquilla para llevar una voz de aliento a los pacientes que luchan por su vida en una habitación o unidad de cuidados intensivos.

Todo comenzó, según Osorio, después de dos “señales divinas”.

“Luego de que mi papá falleciera el 5 de febrero por covid-19 sentí que tenía una misión y Dios me mandó señales. La primera fue una noche que vi a un pastor en televisión que decía en su prédica que teníamos que salir a orar por los enfermos en las clínicas. Otro día recibí la llamada del pastor Jorge Zambrano para ir en caravana a orar en los hospitales”.

Dice que habló con su esposa al respecto y tomó esos dos hechos como las señales definitivas para salir a pedir por los enfermos.

Con banderas verdes como símbolo de esperanza han recorrido la ciudad en dos oportunidades. En una de ellas, recuerda, llegaron hasta el Hospital Niño Jesús, se arrodillaron y vio como el personal médico ponía en las ventanas una pancarta con la palabra “gracias”. Dice que este gesto lo conmovió.

“El personal médico también necesita de oración, lo están dando todo”. 

Creyentes y personal médico se aferran a su fe confiando, cómo reza el Salmo 91, que el altísimo los libre “de la peste destructora”.

El antropólogo de la Universidad Javeriana, José Santamaría, explica que este comportamiento puede ser explicado desde la eficacia simbólica, un concepto acuñado por Claude Lévi-Strauss como las prácticas que desarrollan los seres humanos que, a pesar de no ser científicamente probadas, brindan confianza. “En Colombia la fe es un símbolo”, opina. Según Santamaría, la práctica de organizar cadenas de oración ayuda a generar lazos y significados. De acuerdo con el antropólogo, esto tiene efectividad, pues se concibe como una manera de “conseguir una seguridad simbólica”.

Reconoce, además, que estos comportamientos colectivos son importantes porque de alguna forma ayudan a sostener una dinámica social, que en este caso llama a la unidad y a estar sintonizados con una causa, por ejemplo la solidaridad y el autocuidado.

“El símbolo hace parte de la cultura porque ofrece respuestas, aunque estas se encuentren fuera del pensamiento científico”. Agrega que en el entorno colombiano, por ejemplo, aunque el individuo use tapaboca, se desinfecte con alcohol y porte con antibacterial, “de vez en cuando hará una oración para sentirse más protegido”.

Más allá de lo expresado por Santamaría, creyentes y personal médico se aferran a la fe su conocimiento para superar esta pandemia. Como reza el Salmo 91 en uno de sus apartes: “El (Señor) te librará del lazo del cazador, de la peste destructora”.

Una familia aferrada a su fe que salió victoriosa del coronavirus
Zenith Rodríguez, Juan David Neira y Robinson Neira ya están en casa.

Ahora más que nunca Juan David Neira pone su vida “en manos” de Dios. El joven docente y comunicador social estuvo apunto de ingresar a una unidad de cuidados intensivos tras registrar un severo compromiso en sus pulmones producto de la covid-19. “Mi fe y mi actitud hicieron que no entrara a una UCI porque llegué a saturar en 60”, indica. 

Su mamá, Zenith Rodríguez, y su hermano, Robinson Neira, también registraron complicaciones que hicieron necesaria su hospitalización. Los tres fueron ingresados a la Clínica General del Norte.

A Zenith Rodríguez le advirtieron que debido a su edad y a su diabetes podía tener una evolución complicada. En redes sociales armaron cadenas de oración para la familia implorando por su salud ya que todos necesitaron de oxígeno.

Durante su hospitalización, mientras les ponían los antibióticos cantaban alabanzas. “Una de ellas marcó todo mi proceso, se llama ‘Tú eres mi respirar’. Según el comunicador, tanto las plegarias por fuera como las propias empezaron a surtir efecto. Robinson fue dado de alta a los siete días de ingresado y al día siguiente su madre también salió victoriosa del virus a pesar de las comorbilidades. 

Juan David fue quien tuvo un desarrollo más complejo de la enfermedad. Al ingresar a la clínica, el médico que lo atendió le dijo que no le daba garantías sobre su recuperación porque la enfermedad estaba acabando con sus pulmones. “Yo le dije a Dios que él tenía el poder para hacer un milagro, mi fe estaba intacta”. 

Juan David también reconoce que hubo momentos en los que llegó a pensar que su misión en la tierra había terminado. 

“Si ya es el momento, gracias. Salva a mi mamá y a mi hermano. Si aún no es el tiempo, dame una nueva oportunidad de vida a mí y a mi familia. Sabes cuanto te amo y cuanto amo servirte, amo vivir para tu reino, sopla tu vida en mí”, imploró. Aunque todavía requiere de terapia de oxígeno, desde el 24 de marzo está en casa junto a su familia dando “testimonio de vida”.

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