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Sociedad

Derechos menstruales: más allá de copas vaginales y toallas higiénicas

Un reciente informe del Dane dejó en evidencia las dificultades económicas de las mujeres al momento de acceder a productos de higiene menstrual.

Trapos, papel higiénico y calcetines son utilizados por  mujeres colombianas de bajos estratos para atender su periodo menstrual. Así lo dejó en evidencia una reciente encuesta de Pulso Social, realizada por el Dane, aplicada a 12.304 personas jefe de hogar o cónyuge en 23 ciudades capitales, que presenta unas cifras desde mayo de 2021.

En el trimestre entre mayo y julio de 2021, el estudio arrojó que el 76.8% de las personas en Barranquilla AM afirmaron que la situación económica actual de su hogar es “Peor” o “Mucho peor” comparada con la de hace 12 meses. Este resultado se ve reflejado, por ejemplo, en el porcentaje de mujeres a las que se les dificultó adquirir productos de higiene menstrual.

En el resultado global de las 23 ciudades, en mayo de 2021 el 14,1% de las mujeres encuestadas reportaron dificultades para adquirir los productos, y para el mes de julio se vio una disminución con el 13,3%. No obstante, en la desagregación de la población “Pobre”, estas dificultades están muy marcadas, representadas con el 19,3% en mayo, 19,6% en junio y el 17,6% para julio.

“Es decir, las jefas de hogar o cónyuges que se encuentran en situación de pobreza están presentando el doble de dificultades para atender su menstruación”, explicó Juan Daniel Oviedo, director del Dane, en el lanzamiento de Pulso Social.

En otro apartado, el informe ubica a Barranquilla como la quinta ciudad con más dificultades para el acceso a estos productos con un 17,3%, y como la segunda de las Área Metropolitana después de Cali (22,0%).

Según el Dane, con un 93,15%, lo que más utilizan las mujeres son las toallas higiénicas, que en promedio un paquete cuesta entre 4.000 y 6.000 pesos. Posteriormente, el tampón (11,26%), copa menstrual (1,84%), ropa absorbente (0,09%), telas o trapos, ropa vieja, calcetines, papel higiénico, papel, servilletas (1,76%), y el 0,69% indicaron no utilizar ninguno de estos.

Por otro lado, el 7,3% de las mujeres encuestadas tuvieron que suspender o interrumpir sus actividades usuales laborales, de estudio o tareas del hogar a causa de su periodo menstrual. La población “Pobre” ocupa el 8,0% de este porcentaje. De manera general, Barranquilla está en el noveno lugar de esta lista con un 9,7%.  Los motivos por los que más deben suspender estas actividades son por dolor de estómago, espalda, cabeza o malestar general (98,0%), y por falta de dinero para adquirir los elementos de higiene (1,7%).

Un 6,6% de las jefas de hogar o cónyuges afirmaron tener dificultades para acceder a un baño cercano, privado y limpio para cambiar sus implementos de higiene para atender su menstruación. En Barranquilla, el 1,0% respondieron “Sí”.

En busca de garantías

“Los derechos menstruales son fundamentales y su propósito es garantizar una experiencia menstrual informada, digna, donde se tengan las condiciones necesarias para no sufrir ningún tipo de violencia o inhibición social, cultural o política. Buscan promover a las personas menstruantes poder tomar el control sobre su ciclo menstrual y sus cuerpos. Esto solo se dará a través de las garantías jurídico-estatales que pueda brindar el Estado”, afirmó Laura Benavides, vocera del colectivo Derechos Menstruales Colombia.

Hay una transversalidad de los derechos menstruales con otros derechos humanos como el acceso al agua potable, servicios de saneamiento básico, a la salud, a la educación, al trabajo, a la dignidad humana, y a los derechos sexuales y reproductivos.

La sociedad puede llegar a confundir a los derechos menstruales con los sexuales y reproductivos, pero para Benavides esta es una “separación necesaria”. Detalló que dentro de los derechos sexuales y reproductivos “no se tiene en cuenta” lo que implica la menstruación como un “proceso biopsicosocial”. Recuerda que en Colombia, la Corte Constitucional con la Sentencia T- 398 de 2019, que es la primera que pone la salud menstrual como un derecho, reconoce el periodo menstrual como un asunto de salud pública. De hecho, se está estudiando en el Congreso de la República un proyecto de ley que tiene como propósito establecer una licencia por la menstruación con el objetivo de otorgar un día al mes cuando las mujeres se encuentren con el periodo.

El colectivo busca poner sobre la agenda pública una garantía en términos de educación menstrual, salud menstrual y de productos para atender el ciclo.

Primero la salud

Representa un “gran riesgo” para la salud el mal tratamiento de las toallas higiénicas, tampones o copas menstruales. Elizabeth Dautt, ginecóloga y docente de la Universidad del Norte, manifestó su preocupación ante esta problemática.

Las infecciones vaginales se pueden dar por el uso incorrecto de los elementos de higiene durante el periodo menstrual, y la población más vulnerada son las mujeres de estratos bajos que a veces no tienen ni siquiera posibilidades para adquirirlos. “Muchas los usan durante un tiempo muy prolongado, o en peores escenarios se ven obligadas a utilizar cortes de tela o ropa de uso cotidiano que no tienen medidas de higiene”, contó.

“El área vulvar es una zona mucosa que tiene un flora bacteriana natural, con el uso de este tipo de telas puede generarse una infección ya que no tienen la condiciones de higiene necesarias. Esas bacterias también pueden acceder a la vía vaginal y causar infecciones pélvicas, ese es el impacto fisiológico más importante”. Suele manifestarse con picor, secreción vaginal, e incluso fuertes olores.

La ginecóloga resaltó que también puede repercutir en la piel con laceraciones, señales de rascado, úlceras, o la transmisión de enfermedades como el herpes o dermatitis.

Si estas mujeres entran en contacto sexual con su pareja se convierten en portadoras de gérmenes adquiridos por la mala higiene, y puede afectar a los hombres si no hay un cuidado adecuado en el acto sexual. “De hecho, es preferible no tener relaciones sexuales durante la menstruación porque la sangre muchas veces trae gérmenes de la vagina y aparte puede generar inflamación en la pelvis”, destacó Dautt.

Además, la falta de educación sexual impide, incluso, que estas sepan cómo ponerse una copa menstrual, una toalla o un tampón, que debe ir acompañado de un lavado frecuente con agua y jabón.

Perspectiva social

La pobreza menstrual está relacionada con la desigualdad social. Así lo afirmó Jair Vega, investigador, sociólogo y docente de la Universidad del Norte. Esta puede generar un impacto negativo en la confianza, el desarrollo individual, y en el desenvolvimiento en sociedad de las mujeres afectadas.

“Hay datos en América Latina que indican que gran parte de las niñas y adolescentes no tienen para suplir esta necesidad, y aparte se sienten avergonzadas de su periodo”, dijo.

El costo de una toalla higiénica es alto para muchas niñas y adolescentes que no tienen la capacidad económica para adquirirla. “Esto incide hasta cuando van al colegio, y al no tener estos elementos a la mano recurren a otras formas alternativas como papel higiénico o trapos que no les garantizan comodidad e higiene”.

A su vez, el experto hace énfasis en que algunos planteles educativos no tienen baños con las condiciones adecuadas para que las niñas se mantengan con los debidos cuidados.

Desde el ámbito cultural existe el tabú de que la menstruación es “algo sucio”, aunque sea un ciclo femenino totalmente natural, según el experto.

“Es necesario transformar este tipo de prejuicios porque el no tener condiciones económicas y culturales lleva a que haya un grupo que estigmatice y segregue, pero por otro lado, esto genera una pérdida de confianza, que puede causar que las niñas prefieran no ir al colegio, y consecuente a esto, se merma el rol activo que pueden tener las niñas en la toma de decisiones desde sus propios contextos”, concluyó Vega.

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