El Heraldo
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Salud

Efectos de la pandemia en la salud mental de los niños

Docente de UniNorte participó en estudio sobre el impacto de restricciones por covid-19 en menores.  Angustia y tristeza los que más los afectan.

Desde el año pasado cuando cursaban los aislamientos por causa de la emergencia sanitaria por covid-19, los pediatras advertían sobre una pandemia de salud mental en niños y adolescentes.

Un año después se empiezan a ver los efectos de la limitada socialización de los niños con personas de su edad, y en algunos casos el impacto por la pérdida de seres queridos.

Un artículo científico publicado en la revista especializada Children’s Geographies en el que participó la docente Jenny Acevedo, investigadora del Instituto de Estudios en Educación de la Universidad del Norte, aborda aspectos, experiencias y visiones que se relacionan con los niños en medio de la pandemia.

Uno de los puntos clave de esta investigación es que los niños han sido invisibilizados y han estado fuera del foco de respuestas frente a la pandemia.

Caso

Desde que se decretó el estado de emergencia sanitaria en Colombia, en marzo de 2020, Liany Cañas no ha tenido mucho contacto físico con otros niños. De hecho, son contadas las veces que ha salido de su casa.

Su madre, Kelly Campo, reconoce que en un tiempo tuvo mucho miedo de que ella y su pequeña de nueve años resultaran contagiadas con la covid-19. Trabajaba como empleada doméstica en una casa familiar y debido a la situación tuvo que dejar de laborar.

Liany requería entonces del acompañamiento de su mamá para poder acceder a las clases virtuales. Tenía que valerse del único celular que había en la casa.

Cuando intentaba salir a la terraza a ver la gente pasar, su mamá la llamaba para recordarle que en esas calles donde solía compartir con sus amigas ya no podía hacerlo como antes porque un enemigo invisible estaba al acecho.

Sin duda, la vida de la pequeña de nueve años cambió de un momento a otro. El choque para ella, según relata su mamá, fue muy fuerte porque “todo el tiempo preguntaba cuándo se iba a ir el virus y cuándo volvería a ver a sus amigos del colegio”.

“Trataba de explicarle de la mejor manera porque de todos modos aunque es una niña ella tenía que estar consciente de lo que pasaba. Lo que si no había, hasta julio por lo menos, era una respuesta a cuándo podía salir nuevamente”, comenta Campo.

En agosto la niña se tornaba más irritable, otros momentos se ponía inquieta, había días en los que no quería hacer tareas y de repente rompía en llanto porque “estaba aburrida, no veía a sus compañeros y no tenía contacto con la familia”.

Ya las videollamadas no eran suficientes

Liany quería compartir con sus primos y amigos. También dejó de ser participativa en las clases.

Un día su mamá le preguntó por cómo se sentía a lo que le respondió que “muy triste y muy asustada”.

“Yo encendí las alarmas cuando me dijo que estaba aburrida de estar encerrada, pero al mismo tiempo tenía miedo de salir porque no quería morirse. El abuelito de su mejor amiga había muerto por covid-19 y ella lo supo, entonces se le metió en la cabeza que ella tenía el virus e iba a contagiar a sus tías si las visitaba”.

Otro de los agravantes era que en televisión había visto una noticia en la que a los niños se les consideraba vectores de contagio del virus.

“Yo no sabía ni qué hacer, ella estaba angustiada y hasta dejó de comer”, recuerda la preocupada madre.

Tuvo que acudir entonces a teleconsulta por psicología porque ya estaba muy inquieta con la situación de su hija. Una especialista la atendió y luego de escuchar todo lo que la pequeña tenía por decir le comentó a Kelly que la menor de edad estaba sufriendo un estrés agudo.

“Me acuerdo que la doctora me dijo que ese día había atendido a tres niños más con síntomas parecidos”.

Precisamente en el artículo científico en el que trabajó la docente Jenny Acevedo se concluye que se debe “hacer visible las necesidades que tienen los niños en las nuevas condiciones que se han creado en su vida cotidiana a partir de sus movimientos, limitaciones, espacios, conocimientos, dinámicas familiares, entre otros”.

Las escuelas sirven como espacios para fortalecer las habilidades sociales.

Escuelas, más que tareas

La psicóloga Liliana Daza explica que en un principio no se tuvieron en cuenta las consecuencias que podían generar las medidas de aislamiento en los niños, pero con el paso del tiempo se fueron abriendo espacios para que ellos pudieran compartir, teniendo en cuenta las medidas de bioseguridad, con “pares”.

“Los niños han mostrado una gran receptividad con respecto a tomar las medidas de prevención necesarias frente al virus para evitar contagios”, explica.

Frente al regreso de los niños a las aulas de clase dice que en algunos casos no será fácil, pero cita Healty Children al apuntar que las escuelas brindan a los niños aprendizajes sobre habilidades sociales y emocionales, además los planteles educativos cuentan con psicorientación.

La experta también hace énfasis en las herramientas con las que cuentan los niños en casa para completar sus obligaciones escolares y en muchas ocasiones la falta de las mismas afecta el proceso cognitivo.

“Los estudios han demostrado que por lo menos uno de cada cinco niños no puede terminar su tarea en casa porque el acceso a internet falla”.

Más investigación

El ‘Estudio sobre los efectos en la salud mental de niñas, niños y adolescentes por covid-19, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef’ también concluye que los menores requieren de interacción con los demás.

El estudio, publicado recientemente por Unicef, advierte que entre los niños y niñas de 3 a 12 años se observaron malestares subjetivos que no estaban asociados a trastornos de salud mental.

Aunque estos no tenían un impacto sobre las actividades cotidianas eran la forma de responder a “reacciones defensivas y adaptativas esperables frente a la incertidumbre y preocupación que produjo y produce la pandemia”.

Entre los menores que participaron en el estudio se encontraron comportamientos ligados a la irritabilidad y mal humor. Por su parte, un grupo reducido de dijo sentir  miedos y temores vinculados a la preocupación por el contagio de sus padres.

Según el estudio, el 10% de niños, niñas y adolescentes realizó una consulta por un problema de salud mental.

Otra de las conclusiones del estudio es que a pesar de la continuidad de las clases a través de la virtualidad, los menores entre 3 y 12 años “extrañan las posibilidades de afectividad propias de las manifestaciones corporales con sus compañeros”.

 A esto se agregó la dificultad que presenta la virtualidad en la experiencia escolar, motivo de valoraciones negativas por parte ellos: se sienten agobiados por la cantidad de tareas que no comprenden o no pueden realizar solos.

Infodemia

De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (PAO) y Healty Chlidren los niños también han sido víctimas de infodemia, razón por la cual su salud mental se ha visto afectada.

La primera vez fue al inicio de la pandemia, con una invisibilización de este grupo poblacional frente al virus como describe el artículo donde participa la docente de Uninorte; el segundo momento fue el de estigma cuando a los niños se les señaló de ser “super contagiadores” y el tercer momento donde se evidencia la crisis consecuencia del fracaso en la comunicación de información en este grupo poblacional.

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