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En la tribuna, Viera mostró su corazón juniorista

 Dicen que cuando se trata de fútbol, la perspectiva varía mucho entre quienes sudan la camiseta y los que ven el juego desde la tribuna.La noche del jueves, el destino le entregó al arquero Sebastián Viera la oportunidad de acortar esa brecha y meterse, por 90 minutos, en los zapatos de un hincha de Junior para comprobar que, bien sea con el balón en los pies o el Cristo en la boca, desde cualquier lado del estadio se aporta.Viera no pudo estar en la nómina rojiblanca que derrotó 2–1 a Gremio de Porto Alegre por un problema de rodilla que sufrió en el encuentro con León de Huánuco en Perú. Sin embargo, la molestia no fue impedimento para que llegara al Estadio Metropolitano acompañado de su familia.“Peor es quedarse en la casa”, sostuvo un hincha a su lado. “Hubiera dado cualquier cosa por estar ahí”, se limitó a decir el guardameta con cara de profundo pesar.Su novia Patricia, la hija de ésta, Valentina y Mauro, su hermano, estaban mucho más animados por la experiencia en el estadio. Las dos mujeres del clan demostraban su emoción llevando orgullosas las réplicas de la camiseta del Ángel del arco.Con el pitazo inicial se decretó silencio absoluto, no sin que antes Viera recibiera algunas muestras de cariño de los hinchas vecinos que le pedían un autógrafo o un saludo.En los primeros minutos el semblante del jugador reflejaba pura tensión, mezclada tal vez con la impotencia de no poder actuar.Un temprano gol del visitante empeoró la cara no sólo de Viera, sino de todo el Metropolitano y hacía crecer la tensión en los acompañantes del jugador.La distracción para ese momento eran los comentarios de la joven Valentina, hija de Patricia, que hacía los apuntes más divertidos con las faltas de los futbolistas.Como toda visita al estadio debe ser completa con platanitos y gaseosa a bordo, Sebastián se apuntó a comprarlos por recomendación de Patricia, quien ya los había probado.—Viejo Viera, ¿será que esa rodilla está lista para el domingo?—, preguntó el vendedor que le alcanzó la bebida.—Yo no creo—, se escuchó decir a otro aficionado que irrumpió con una sonrisa en la conversación.—Ah, caramba ¿es que vos sos médico?— agregó Viera con la primera sonrisa que se le vio en toda la noche y que ayudó a distensionar el ambiente.Sí, sacarle un buen comentario al jugador no era su cometido, el aficionado terminó haciéndole un favor, pues de ahí en adelante se vio la transformación, aunque discreta, de Viera en un aficionado rojiblanco más, de esos que ponen todo el corazón.Con los platanitos en la mano, llegó el primer gol de Junior y con él la demostración de que el arquero no es un hombre de celebraciones efusivas.—Bien viejo Viera, ahora sí, ¡vamos con todo!— volvieron a gritar los aficionados que nadie pudo adivinar dónde se sentaron.“Mis hermanos y padres me escriben para decirme ¡gol!, y yo les contesto que si creen que no estoy en la cancha”, apuntó una sonriente Patricia Fierro a la alegría del empate.Los minutos que siguieron al gol en el primer y segundo tiempo, en donde Junior bajó la velocidad y puso a sufrir a toda la ciudad, se hicieron eternos.Los gritos se hacían cada vez más fuertes y animaron a Viera a expresarse como cualquier hincha en el estadio: “¡Corre, Bacca!” y “¡Cuidado, Peto!” fueron las frases más frecuentes para animar a sus compañeros que hacían que la gente no parara de comentar lo particular que se veía Viera en los zapatos de un hincha.Hasta que llegó el gol. Las más de 20 mil personas que estaban en el ‘Metro’ estallaron de júbilo, igual que la comitiva uruguaya. Todos discretos, pero con una alegría de la cual esta vez el jugador fue el líder, poniéndose de pie sobre su silla y dando saltos reprimidos como si quisiera volar hasta la grama.La sensación de alivio fue general, pero el nerviosismo del arranque volvió a apoderarse de todos, haciendo que el juego pareciera un círculo.Cuando ya los barranquilleros rezaban para que el tiempo pasara más rápido y el partido terminara, Viera abandonó la tribuna. Se fue a reunir con sus compañeros para felicitarlos y volver a casa, con una satisfacción adicional: el cariño de los hinchas que le agradecieron estar con los Tiburones también de corazón.Por Jeniffer Varela Rodríguez

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