Rincón Juniorista | EL HERALDO

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Rincón Juniorista

El sentimiento juniorista se crece en el extranjero

Adriana Cepeda Pérez, una barranquillera que tiene cinco años viviendo en Buenos Aires, Argentina, contó a EL HERALDO su experiencia.

Solo los barranquilleros que vivimos en el exterior sabemos la enorme emoción que nos abraza cuando algo representativo de nuestra tierra se asoma en el lugar donde nos radicamos por cosas de trabajo, estudio o amor. Una muestra de Carnaval, un acento costeño, una canción y esa camiseta rojiblanca que tanto amamos, nos pone a latir el corazón a millón. “Sí, Junior, mi Junior, tu Junior, nuestro Junior, nuestro equipo del alma”, como acostumbra a narrar Ramiro Jiménez, me generó una gran felicidad y entusiasmo al verlo en Argentina, el martes anterior.   

Uno de los días más calurosos de todo el verano argentino le dio la bienvenida al Junior en Buenos Aires. Seguramente que se sentía como en casa. Unos 40 grados de sensación térmica y un sol insoportable no hacían presagiar lo que vendría horas después. El equipo se hospedó desde la madrugada del martes en un hotel a las afueras de la Capital Federal, el Holiday Inn de Ezeiza, y a las 5 p.m., hora local (3 p.m., hora colombiana) se desplazaría a las canchas del mismo predio para el primer entrenamiento en suelo gaucho.

La práctica no comenzó puntual, se retrasó una hora por una torrencial lluvia, con granizo a bordo, que se desató a raíz de tan alta temperatura y humedad. De todas formas, yo emprendí mi viaje, en compañía de mi suegro argentino, Patricio Femia, desde mi casa hasta el hotel donde se encontraba el equipo. Toda una odisea, 18 kilómetros de recorrido bajo la tempestad, sobre una autopista casi inundada, y una preocupación: “Se van a ir a otro lado y no los voy a ver”.

Adriana presenció el entrenamiento, recogió autógrafos y se tomó fotos con Gamero, Alexis Pérez y Sánchez.

Hace cinco años estoy radicada en Argentina y tengo más de cuatro que no puedo ver un partido de Junior desde un estadio. Y hace tanto tiempo que no estoy cerca de un jugador rojiblanco, por eso la ansiedad se apoderaba de mí. 

A pesar de las dificultades, logré llegar al hotel para presenciar la primera práctica, pero la lluvia no cesaba. Entro al hotel corriendo bajo el paraguas y me encuentro de frente con José Luis Chunga. El arquero me confirma que estaban esperando si entrenaban afuera o en el predio,  y luego bromea por mi acento, mezcla de costeño con argentino. 

Me río con la típica ‘mamadera de gallo’ de Chunga y espero en el lobby del hotel por más jugadores. Mirando para todos lados, a la espera de la aparición de más jugadores,  me doy cuenta de que soy la única hincha de Junior en el lugar, la única con camiseta rojiblanca, la única con ‘paso arrebatao’… 

“Mucho mejor”, me dije a mí misma. Solitaria tendría primera fila en el entrenamiento, que ya estaba siendo preparado por el profesor Alberto Gamero, que caminaba de un lado a otro cuadrando y señalando todo.

A medida que fueron bajando, los abordé, les pedí autógrafos y me tomé fotos con ellos. Los utileros y algunos jugadores se abrigaron, guayos listos y a entrenar. 

En medio de la leve llovizna que se mantenía, me acomodé en primera fila y observaba con atención los movimientos de los jugadores. Presión zonal, pase a un toque, definición mano a mano. Después de más de 4 años, ¡de nuevo volvía a ver a mi Junior jugar! 

Sí, una práctica leve me llenaba de emoción, me trasladaba a aquellas tardes calurosas en el estadio Metropolitano, donde los goles de Bacca y los pases de G10 (Giovanni Hernández) nos deleitaban. 

Todo el esfuerzo había valido la pena, no importaba la odisea de la llegada o la lluvia que me mojaba, estaba viendo al equipo de mis amores, las estiradas de Viera, los pases de James Sánchez, los remates de Ovelar. 

Se hicieron las 8 de la noche. La travesía terminó. Entrevistas, fotos, videos y hasta una camiseta autografiada son el botín de tan hermosos 36 kilometros recorridos ida y vuelta. Una ilusión renovada sellaba el final de tan maravilloso viaje. Quisiera poder viajar hasta Tucumán, pero no puedo por razones laborales. 

Aunque extraño más que nunca a Barranquilla en esta época de Carnaval, espero poder festejar con Junior esta soñada clasificación a la fase de grupos de la Copa  Libertadores y así, carnavalear a lo ‘quillero’ en la tierra del tango. 

*Adriana Cepeda Pérez, barranquillera de 26 años de edad, que vive en Buenos Aires hace cinco calendarios.

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