Rincón Juniorista | EL HERALDO

El Heraldo
Los hinchas, que asistieron a bares en el norte de la ciudad, se paralizaron y se hundieron tras el tiro penal convertido por el Paranaense. César Bolívar
Rincón Juniorista

Del ambientazo a la ‘pena máxima’

Al norte de Barranquilla se movilizaron cientos de aficionados que sufrieron con la más oscura noche de los tiros penales del Junior.  La tristeza por la derrota también se apoderó del sur de la ciudad.

Esto es Junior. Se leía en la pancarta que colgaba en el segundo piso de la terraza del Centro Comercial Plaza del Parque como un vaticinio de lo que vivirían los cientos de aficionados del Junior, el subcampeón de la Copa Sudamericana 2018.

De un ambientazo en el norte de la ciudad, con el comercio y los establecimientos abiertos reuniendo a los hinchas tiburones enfrente de una pantalla, la venta de cervezas, la picada y la euforia en el gol de Teófilo Gutiérrez, se pasó a un silencio colectivo y en réplica. El primero cuando Jarlan Barrera estuvo a doce pasos de tocar la gloria con el onceno rojiblanco y erró su disparo. Y después en la ruleta de la definición de los tiros penales. Un duelo y un dolor personal. Cada aficionado tragó la derrota que solo podía explicarse desde la “pena máxima”.

Desde el barrio Bellavista, donde la tienda de la esquina de la calle 58 con carrera 62 tenía a una pareja y tres aficionados dispersos sentados con cerveza en la mano, el ambiente comenzó a fuego lento.

En la calle 70 con la carrera 52, la brisa de la tarde, ocho minutos antes de las 6 ondeaba los suéteres tendidos. Y el sol en el occidente de la ciudad buscando el encuentro con la noche, iluminó el vendedor callejero que dijo: “Las ventas estaban bajas”. Las seis banderas con sus astas y una decena de camisetas rojiblancas las cargaba en su hombro derecho en la esquina de la calle 84 con carrera 47. Buscaba clientes al frente de un bar con terraza y pantalla gigante.

A 15 minutos del comienzo del partido, el Cumbión del Junior, en la voz de Juan Piña, calentó las voces de la decena de aficionados, la mayoría con su suéter rojiblanco. Al Tiburón, otro de los himnos que cantan los hinchas, se sumó en el prólogo del partido. 

“Nojoda mira ese estadio”, le dijo un aficionado sorprendido a su amigo que compartían una mesa en la terraza de ese bar de la calle 84. 

Hubo espacio para todos en este sector de la ciudad, desde el vigilante que salió de turno con su pantalón azul y una raya en la parte posterior cayendo de la cintura a la bota, hasta la joven mujer atractiva que ofreció su producto de apuestas a esos aficionados que lo vieron fuera del establecimiento. Al preámbulo también fue llamado la pareja de venezolanos que pidió una moneda. 

Aficionados hundidos en el Centro Comercial Plaza del Parque. César Bolívar

La sede de una escuela de aviación cerca de la calle 86, con carrera 47 acondicionó su fachada para instalar sillas y una pantalla. El ambiente subía de todo.

En la terraza del segundo piso del Plaza del Parque, dos pantallas y dos televisores, con una amplificación de verbena en Carnaval, estalló el ambiente.

Ni el gol del Paranaense hundió la afición, que valoró la apuesta del Junior de jugar y buscar las cosquillas del rival. 

“La embarraron en la salida”, dijo el acompañante de una joven. Ella se puso las manos en la cabeza tras el golpe de los brasileños. Él, en cambio, manoteó y dijo: “Viera tenía que haber salido”.

Eva y Miladis, dos amigas de hace 40 años y sin acompañantes, disfrutaron el partido.

–A Junior lo que le hace falta es el gol, dijo Miladis.

Junior remonta, lástima el error, dijo un aficionado cerca de Eva y Miladis.

Con el gol de Teófilo Gutiérrez y el empate, el bar como un volcán estalló en júbilo. Lo que solo puede generar el fútbol, con abrazos entre desconocidos, apareció. El sorbo de cerveza tras una buena jugada.

Llegaron las opciones de anotar, el penal fallado de Jarlan y un sufrimiento expresado en las manos juntas como elevando una plegaria.

No faltó el hincha que se arrodilló y elevó sus brazos al cielo. Y la mujer rubia, de ojos claros, que miró un cómplice para decir: “No quiero ver esa…”

Nadie quería ver el desenlace después de 120 minutos en los cuales Junior pudo sentenciar y ganar su primer título internacional.

Los tiros penales hundieron a una afición, que solo tuvo un respiro con Sebastián Viera, que esta vez no fue el ángel para los aficionados.

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