Rincón Juniorista | EL HERALDO

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Rincón Juniorista

Así celebró Comesaña en Medellín

El entrenador de Junior pasó la noche en la capital de Antioquia. Una cena con vino, una charla y a dormir.

Escoltado por sus hijos, Vanina, Lorena y Alejandro, secándose las lágrimas, disculpándose con los periodistas que querían seguir sacándole declaraciones después de conceder las mil y una entrevistas, Julio Comesaña se retiró de la zona mixta y se dirigió directo al camerino visitante del estadio Atanasio Girardot de Medellín.

Ya había besado su medalla, ya había cargado el trofeo, ya había gritado, ya había llorado, ya se había abrazado con todo el mundo rojiblanco, jugadores, directivos, hinchas, periodistas y por supuesto con sus retoños, que tampoco pudieron evitar el baño en las mejillas.

“Uno sufre mucho, cada partido es sufrimiento. Hicimos mucha fuerza, teníamos la esperanza de que todo se iba a dar. Es verlo a él, son los años que tiene y ver el trabajo que hace, cómo se entrega por Junior....”, dice Vanina a EL HERALDO con la voz entrecortada.

Comesaña tampoco puede terminar de hablar cuando se refería a su familia en medio de la celebración.

“Esto le quita mucho tiempo de uno para la familia...”, decía el DT cuando le ganó el llanto de nuevo.

Cansado y agitado, no pudo parar. Sus dirigidos lo esperaban en el camerino para volver a estrechar su mano y agradecerle tanta sapiencia.

“¡Pelo e’ burra! ¡Pelo e’ burra! ¡Pelo e’ burra!”, coreaban los futbolistas con Teófilo Gutiérrez como voz cantante. 

Llegó la hora de partir. Los jugadores empacaron y se fueron en un bus rumbo al aeropuerto de Rionegro, Antioquia, para volar a Barranquilla en dos aviones privados y continuar la celebración.

Comesaña no cabía en esas dos pequeñas aeronaves y se quedó en Medellín junto a sus hijos, el preparador de arqueros José María Pazo, el asistente Luis Grau y el jefe de seguridad del equipo Iván Portela.

El timonel regresó al hotel San Fernando Plaza muy tranquilo y en el lobby se encontró con un grupo de unos 20 jóvenes barranquilleros que estaban hospedados ahí y que celebraban la octava estrella bastante emocionados. “¡Comesaña! ¡Comesaña! ¡Comesaña! ¡Comesaña!”, corearon abrazándolo, tomándose fotos y haciendo videos con él.

Se portó amable con los chicos y se fue al restaurante. Mientras la gente en Barranquilla se tomaba las calles de la ciudad y gritaba a los cuatro vientos que “Junior es tu papá”, Julio Avelino se sentaba en una mesa a brindar con vino y a disfrutar de una buena cena.

Antes de 10 de la noche ya estaba en su habitación descansando. A sus 70 años de edad, era lo que prefería, estar lejos del jolgorio y disfrutar de la paz que difícilmente se tiene en un equipo como Junior.

Comesaña no fue el único que se quedó en la capital de Antioquia. Marlon Piedrahita aprovechó para reencontrarse con los suyos en su tierra, lo mismo Jonathan Ávila, que festejó tiñéndose el cabello de amarillo.

La camiseta de la suerte

Comesaña reconoció lo que ya era evidente para la afición y la prensa: usaba la misma camisa en cada partido por cábala.

“Una vez no me la puse y los muchachos, mi mujer y todos me decían que la camiseta, que me la pusiera, je, je, je, entonces no dejé de ponérmela”, aceptó el orientador.

“Lo más curioso de todo es que esa camiseta la compré acá en Medellín. La voy a subastar para una buena causa”, agregó.

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