Trajes indígenas reemplazan las corbatas en la Plaza de Bolívar
Comunidades como los koguis hacen presencia para la posesión de Gustavo Petro como presidente.
Alrededor del centro de Bogotá, por las distintas calles coloniales que llevan a la Plaza de Bolívar, ríos de ciudadanos, jóvenes, indígenas, afros, activistas, políticos y artistas, ondeando algunos la bandera tricolor característica de los 7 de agosto y los partidos de fútbol, llegan en procesión alegre y tranquila a la posesión del primer presidente de izquierda en la historia del país: Gustavo Petro.
Así, con atuendos de culturas ancestrales como las atávicas yaknas de los koguis, coloridas melenas adolescentes en jeans e informales sudaderas dominicales se va llenando poco a poco el habitual lugar de las palomas, las llamas y los turistas, cercada al fondo por el Capitolio Nacional, a la derecha por la Alcaldía, a la izquierda por la Catedral Primada y al respaldo por el Palacio de Justicia.
Son espectadores espontáneos del inusual acto de transmisión de mando en la Casa de Nariño, tradicionalmente tapizado de oscuros trajes y conservadoras corbatas de los distinguidos invitados especiales del presidente entrante.
Algunos, desde la media mañana, despiden a Iván Duque con la tonada del 'Duque ciao', versión de la canción popular 'Bella ciao', que coreaban los simpatizantes del movimiento partisano italiano durante la Segunda Guerra Mundial en contra de las tropas fascistas y nazis, y que fue popularizada en los últimos años por la megaexitosa serie de Netflix 'La casa de papel'.
La mañana, fría y plomiza, coloratura climática que no resulta rara en el día a día de la meseta cundiboyacense, permanece por ahora en tranquilidad, a pocas horas del acto, en el que se esperan al menos 100 mil asistentes, bajo la vigilancia de 15 mil uniformados, una decena de jefes de Estado y actos culturales y retransmisiones en al menos siete plazas de la ciudad y las principales del país. Un evento que se viste de pueblo pero que vale $2.400 millones, y del que se espera transcurra en paz y que no se torne en una batalla que no sea únicamente la acostumbrada reminiscencia teatral, patriótica y libertaria de la de Boyacá.