El Heraldo
Rodolfo Hernández, candidato Liga Anticorrupción. Gustavo Petro, candidato por el Pacto Histórico. EFE
Política

La ley del Montes | ¿Qué le espera al nuevo Presidente?

La lucha contra la corrupción debe ser la gran bandera de quien sea elegido hoy presidente de la República. ¿Están Petro o Hernández dispuestos a darse la pela?

Luego de padecer la más despiadada y sucia campaña presidencial de las últimas décadas, Colombia elige hoy al sucesor de Iván Duque en la Presidencia de la República. Solo hay dos nombres para escoger: el ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero desmovilizado del M-19 Gustavo Petro y el empresario y ex alcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández. Uno de los dos ocupará la Casa de Nariño a partir del próximo 7 de agosto.

Las encuestas indican que quien gane lo hará por un margen muy estrecho, lo que significa que el perdedor deberá reconocer el resultado con gallardía y espíritu patriótico. Pero esa decisión no será nada fácil, puesto que si alguien ha sido cuestionado en estas elecciones ha sido precisamente el registrador nacional Alexander Vega, cuyo desempeño recibió duras críticas por distintos sectores, en especial por parte de representantes del Pacto Histórico de Gustavo Petro.

Reconocer la derrota será, pues, fundamental para sanar las heridas que ha dejado una campaña virulenta y cruel en la que se han irrespetando desde el derecho a la intimidad hasta la reputación y el buen nombre, tanto de los candidatos como de sus familias. La “línea ética” ha sido corrida de forma constante y sin ningún tipo de escrúpulos.

 

Tomar la bandera de un supuesto fraude sin tener pruebas contundentes que lo demuestren significa embarcar al país en unos años de zozobra e incertidumbre cuyo resultado final no podrá ser otro que la ruina económica, la fractura social y el odio político.

En esas condiciones será muy difícil para el nuevo gobernante cumplir con el principal reto que lo espera a partir del próximo 7 de agosto: unir al país en torno a propósitos comunes y ello incluye –por supuesto– a quienes no votaron por él. Significa dejar atrás las rencillas y la pugnacidad que surgieron durante la campaña.

El nuevo presidente deberá liderar la Colombia que deje atrás la pobreza y la desigualdad. Pero también la que permita iniciar y sacar adelante nuevos emprendimientos que generen empleos dignos. La Colombia que estimule la inversión nacional y extranjera, que permita mejorar los actuales niveles de competitividad.

Nada de lo anterior será posible si el nuevo presidente no logra convocar a todos los colombianos en torno a esos propósitos comunes, como la lucha frontal contra la corrupción, que es el cáncer nacional.

La lucha contra la corrupción tendrá que ser el gran propósito nacional y para ello el nuevo presidente debe dar ejemplo. El nuevo gobernante necesita desprenderse de aquellos corruptos que se subieron a su campaña, con el único propósito de seguir haciendo sus fechorías y salvarse de la acción de la justicia. El nuevo presidente debe colaborar para que los jueces obren en contra de esos corruptos con absoluta independencia. Hacer parte del nuevo gobierno no debe prestarse para comprar salvoconductos de impunidad por parte de quienes tienen sobre sus hombros voluminosos prontuarios.

Pero el nuevo presidente también deberá mostrarse dispuesto a acatar los fallos judiciales. Su principal compromiso debe ser el respeto por la ley y la justicia. El acatamiento de la ley es la regla de oro de todo buen gobernante. Nada más antidemocrático que ignorar las decisiones judiciales. La ley es mucho más que letra muerta escrita en papel al que el gobernante de turno pretenda darle el uso que a bien tenga. 

¿Cuáles son los grandes retos del nuevo presidente?

De frente contra la corrupción

Si hay un tema que une a la inmensa mayoría de los colombianos es la lucha contra la corrupción. Para decirlo con todas las letras: ¡los colombianos estamos mamados de la corrupción! Punto. Los corruptos acabaron con el país. Allí radican todos nuestros males. Por la corrupción los niños se mueren de hambre, los puentes caen y las cosechas se pierden.

Por la corrupción no hay escuelas, ni hospitales, ni vías. Antes le achacábamos todos los males a la guerrilla y al conflicto armado, hoy sabemos que son los políticos corruptos los grandes culpables de esa desgracia. Y esos políticos corruptos son los que no pueden tener cabida en el próximo gobierno, sea de Petro o de Hernández. Pero ahí están. Ahí los vemos en primera fila.

Todos lucen sonrientes y felices montados en el carro de la victoria. El nuevo presidente si de verdad quiere combatir la corrupción debe salir de los políticos corruptos. Solo de esa forma puede hacer de la lucha contra la corrupción una bandera creíble. Mientras siga acompañados de corruptos, su compromiso contra la corrupción no pasa de ser pura y física carreta.

 

¿Qué hacer con el Congreso?

Una de las funciones más importantes del Congreso de la República es el control político. No solo se trata de hacer leyes. Los congresistas también deben ejercer control político sobre los funcionarios del gobierno de turno. Y en ese sentido lo mejor que le puede pasar tanto a Petro como a Hernández es tener un Congreso vigilante, que no permita sus extralimitaciones y desafueros.

En el caso de Petro, es necesario que el Congreso ejerza control sobre muchas de las iniciativas que anunció como candidato. Es el caso, por ejemplo, comprometer la independencia del Banco de la República, que hoy por hoy permite preservar la salud de la economía en medio de difíciles circunstancias internas y externas.

La independencia del Banco de la República no puede verse afectada por decisiones coyunturales del gobierno de turno. Y Hernández debe saber que necesita del Congreso para sacar adelante sus iniciativas. Ello no significa que tenga que ofrecer puestos y contratos a los congresistas. Ningún presidente puede gobernar de espaldas al Congreso o con un Congreso en contra. Los acuerdos y los consensos con el Congreso son fundamentales para lograr un buen nivel de gobernabilidad.

La Ley se acata y se respeta

Si alguien debe dar ejemplo de acatamiento a la ley es el presidente de la República. Ningún colombiano puede pasarse la ley por la faja, mucho menos quien se desempeña como jefe del Estado. La separación de poderes es la columna vertebral de todo sistema democrático. La relación entre los tres poderes debe ser independiente y armónica. Valerse de argucias y atajos para desconocer un mandato judicial es un pésimo ejemplo de un gobernante.

El populismo –propio de Petro y de Hernández– promueve la agitación popular como herramienta para desconocer fallos judiciales. “¡Qué el pueblo decida!”, parece ser su máxima, cuando de cumplir decisiones judiciales se trata.

En un sistema democrático nadie está por encima de la ley y ello incluye al presidente de la República. Durante su desempeño como alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández dio muestras de poco apego y respeto por los mandatos judiciales, como lo evidencian audios y videos que han circulado en las redes sociales. Ese talante autoritario muestra un gobernante poco tolerante no solo a la crítica, sino —sobre todo— a la ley.

Fiscal General no puede ser del bolsillo del Presidente

No se trata de que el fiscal general sea enemigo del presidente de la República. Pero tampoco es bueno que sea su gran amigo. En Colombia hemos tenido más de lo segundo que de lo primero. Entre los primeros podría considerarse a Alfonso Valdivieso Sarmiento, quien estuvo al frente de la Fiscalía General durante el gobierno de Ernesto Samper. Valdivieso fue el fiscal del proceso 8.000 y por cuenta de ello los samperistas lo señalan de ser enemigo de Samper.

A la postre Valdivieso sucumbió a las ofertas de aspirar a la Presidencia de la República, tarea en la que fracasó. En el otro extremo está el actual fiscal Francisco Barbosa, “llave” del presidente Iván Duque desde sus años de estudiantes en la Universidad Sergio Arboleda.

Los detractores de Duque señalan a Barbosa de cubrirle la espalda y de blindarlo de toda investigación en su contra. Tanto Petro como Hernández deben postular para fiscal general a una persona que cumpla los requisitos para el cargo y con la idoneidad y la experiencia suficiente para desempeñar sus funciones a cabalidad. El fiscal general no está ahí para perseguir a los “enemigos del gobierno”, ni tampoco para ser alcahuete de sus amigos. Un fiscal general de bolsillo sería fatal para el próximo gobierno.

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.