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Rodolfo Hernández anunció su renuncia a la curul en el Senado. Archivo
Política

La Ley del Montes | ¿Messi o menso?

La renuncia de Rodolfo Hernández a su curul en el Senado no es solo un irrespeto a sus 10.000.000 de votantes, sino una muestra de cinismo y politiquería. ¿Y la oposición qué?  

La renuncia de Rodolfo Hernández a su curul en el Senado de la República es un hecho grave. Demasiado grave para nuestra frágil democracia. Hernández nunca entendió la enorme importancia de ocupar una curul que fue producto de muchos años de lucha para darle a la oposición un lugar en el Congreso de la República. Contrario a lo que piensa Hernández, esa curul no es un regalo, sino un reto y un sueño que costó sangre, sudor y lágrimas.

Las curules que obtuvieron Hernández en el Senado y su fórmula vicepresidencial Marelen Castillo en la Cámara de Representantes, nacieron de la negociación del gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc en La Habana y hacen parte del llamado Estatuto de la Oposición. La primera persona que ocupó dicha curul en el Senado fue Gustavo Petro, después de perder la Presidencia con Iván Duque en 2018.

Desde el primer día que Petro llegó al Congreso, como “senador opositor”, se dedicó a confrontar al gobierno de Duque de forma implacable, sin hacerle ningún tipo de concesión ni reconocimiento a su mandato.

De eso se trata la oposición. Fue Petro quien movilizó a millones de jóvenes y los sacó a las calles para que se opusieran a la “reforma Carrasquilla”. Fue Petro quien, desde el Senado, fustigó a la Corte Suprema y luego a la Fiscalía para que mostraran resultados en el proceso contra Álvaro Uribe, jefe natural del Centro Democrático, partido del entonces presidente Iván Duque. Fue Petro quien –contra toda evidencia– señaló al gobierno de Duque de “fracasar” en su plan de vacunación nacional, que permitió hacerle frente a la pandemia de la covid-19. Fue Petro quien señaló a Duque de haber llevado a la quiebra a miles de empresas en Colombia durante la pandemia.

De manera que Petro, como opositor, no le dio un segundo de respiro al gobierno de Duque. Y mal no le fue. Todo lo contrario: supo sacar provecho electoral de su condición de opositor al gobierno de entonces. A diferencia de quienes serían después sus contenedores por la Presidencia, Petro tuvo cuatro años haciendo campaña desde el Senado para llegar a la Casa de Nariño. Petro, con habilidad y astucia, supo sacar réditos políticos de su condición privilegiada de “senador y candidato presidencial”.

En una democracia tan frágil y tan precaria como la colombiana que el candidato derrotado y su fórmula vicepresidencial cuenten con una herramienta tan poderosa como es el hecho de disponer de dos curules en el Congreso de la República, no es un asunto menor, como creyó –de forma errónea– el ex alcalde de Bucaramanga.

Al dejar tirada su curul, Hernández demostró que no tenía ni idea de su importancia. Su renuncia a la curul es una vergüenza más a la que nos tiene acostumbrados la clase política nacional. Pero es también una demostración de cinismo y un gesto irrespetuoso y grosero con más de 10.000.000 de personas que votaron por él para la Presidencia. Hernández, no es Messi, como con soberbia y prepotencia se autodefine, sino un politiquero más, de los muchos que abundan en el país y que él tanto critica. ¿Para qué sirve las curules otorgadas a los candidatos presidenciales? ¿Cuál es el futuro político de Rodolfo Hernández?

Estatuto de la Oposición: un enorme reto y una gran responsabilidad con millones de electores

Si de algo se quejaba la oposición política en Colombia es de no tener garantías para ejercer sus derechos a confrontar a los gobernantes de turno. Y tenía razón. En Colombia durante décadas los opositores a los gobiernos –nacionales, departamentales y municipales– no contaban con las herramientas necesarias para hacerle frente a quienes ejercían el poder.

Su voz no solo no era escuchada, sino silenciada mediante acciones violentas. Fueron muchos los candidatos de la oposición asesinados en Colombia, varios de ellos aspirantes a la Presidencia, como Bernardo Jaramillo Ossa y Jaime Pardo Leal de la Unión Patriótica y Carlos Pizarro del M-19, entre otros. De esas muertes y de esas luchas nació el Estatuto de la Oposición, que luego de varios intentos se convirtió en una realidad en los diálogos de La Habana.

El Estatuto de la Oposición establece que quienes les sigan en número de votos a los ganadores a la Presidencia de la República, gobernaciones y alcaldías tendrán derecho a una curul en el Congreso de la República, las asambleas departamentales y los concejos municipales. Por eso fue Petro senador desde el 2018 hasta el 2022. Por esa razón a Hernández le correspondía también ser senador del 2022 al 2026. No es un capricho, ni una dádiva, sino una enorme responsabilidad con sus electores y con el país.

 

¿Y los 10.000.000 de votos de la oposición?

El Estatuto de la Oposición permite al candidato perdedor a la Presidencia no solo acceder a una curul en el Senado, sino disponer de recursos para su sostenimiento y también le otorga el “derecho a réplica”, cuando considere que el presidente o miembros de su gobierno incurran en falsedades que comprometan su integridad o su buen nombre.

Son los mismos derechos que tienen los partidos o movimientos políticos que se declaren en “oposición al gobierno”, un mes después de la posesión del nuevo presidente. De hecho, el propio Hernández –a regañadientes– se definió como opositor, luego de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) reconociera Personería Jurídica a su partido, la “Liga de Gobernantes Anticorrupción”.

Pero para sorpresa de todos, pocas semanas después de tomar esa decisión, Hernández dejó tirada su curul, porque considera que su futuro está ahora, al parecer, en la Gobernación de Santander o en una Alcaldía de su departamento. De cualquier manera, llama mucho la atención el comportamiento de Hernández. Buena parte de sus electores están asombrados por su comportamiento cínico y evasivo ante la responsabilidad que recayó sobre sus hombros: ser opositor al gobierno de Petro.

Los más de 10.000.000 de votos que sacó a la Presidencia representan el “AntiPetrismo” nacional. Punto. Es decir, así como hay 11.000.000 de personas que votaron por Petro, hay más de 10.000.000 que votaron en su contra. Son estos últimos los que se sienten traicionados por Rodolfo Hernández. Son ellos quienes esperan una respuesta seria de Hernández, más allá del chiste flojo de creerse Messi.

 

Por Hernández votaron 10 millones de colombianos en las presidenciales.
¿Renunciar por puro cálculo político es o no corrupción?

“En el Congreso me siento como se sentiría Messi de portero. Siento que me estoy robando el salario y por eso hemos tomado la decisión de retirarnos”, fueron algunas de las palabras que pronunció Rodolfo Hernández para justificar su renuncia a su curul en el Senado.

En su pronunciamiento dejó abierta la posibilidad de aspirar a una alcaldía en Santander o a la Gobernación del departamento. Es decir, su renuncia obedeció a un cálculo político, propio de los politiqueros que tanto cuestiona. Hernández se comportó como un politiquero más.

Ser corrupto es no solo “robarse el salario”, como cree Hernández, sino también moverse al son de las conveniencias electorales, sin importar el daño causado a la democracia, cuando se deja tirada una curul que tanto costó conseguir en Colombia. Corrupto no es solo el que roba, sino quien evade responsabilidades para ejercer vigilancia y control político que impida que otros roben. Hernández fue inferior al reto impuesto por sus 10.000.000 de votantes, que vieron en él a la persona capaz de hacer oposición al gobierno del Pacto Histórico.

¿Qué papel debe jugar la oposición?

El gobierno de Gustavo Petro necesita de una oposición seria, sólida y coherente, tanto en el Congreso como por fuera de este. Es lo más sano tanto para la democracia, como para el propio gobierno. El unanimismo que se respira en el Congreso no es sano ni conveniente para el gobierno de Petro.

La aplanadora conducida por el presidente del Senado, Roy Barreras, necesita con urgencia control y orden. El control político debe tener plenas garantías por parte de quienes ahora tienen el mando en el Congreso de la República. La oposición –encabezada por el Centro Democrático– y los independientes –encabezados por Cambio Radical– no pueden tener talanqueras para ejercer a plenitud su función. La democracia no es solo el ejercicio del poder por parte de las mayorías, sino –sobre todo– el respeto de los derechos de las minorías.

Por fuera del Congreso es necesario abrir espacios a voces, como las de Jorge Enrique Robledo y Sergio Fajardo, entre otros, quienes han asumido una postura de abierta de oposición al gobierno de Petro. Solo escuchando a quienes piensan distinto es como se fortalece la democracia. Contrario a lo que piensan quienes hoy son gobierno, el unanimismo es el peor enemigo de un sistema democrático. Nadie mejor que ellos, que lo padecieron por décadas, pueden dar fe de que ello es así.

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