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Los presidentes Nicoás Maduro, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Andrés Manuel López Obrador y el presidente de Colombia Iván Duque. Archivo
Política

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En 2019 cambiará de manera radical la geopolítica en América Latina. ¿Cómo le irá a Colombia?  

Pocas veces al continente americano se le había presentado un panorama tan complejo en materia geopolítica como el que se vislumbra a partir del próximo primero de enero. Los cambios en las jefaturas de Estado de Brasil y México, así como los retos políticos y económicos que deberán afrontar Estados Unidos y Venezuela, en cabeza de Donald Trump y Nicolás Maduro, tendrán consecuencias para Colombia en 2019. La administración de Iván Duque deberá asumir posiciones radicales y drásticas, tanto para marcar distancias con algunos gobiernos como para fortalecer alianzas con otros.

El próximo año estará en juego la fortaleza diplomática del gobierno, así como su liderazgo regional, algo que ha brillado por su ausencia en las últimas décadas. En efecto, desde el llamado Grupo de Contadora, que fue determinante para la pacificación de Centroamérica, en tiempos de Belisario Betancur, Colombia no ha tenido protagonismo continental.

La llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela, hace veinte años, significó para los demás países de la región -incluyendo Brasil- tener que cederle el papel estelar al llamado “Socialismo del Siglo XXI”.

Chávez se convirtió en el referente mundial de América Latina, hasta el punto de “exportar el modelo chavista” a países como Argentina, Ecuador y Bolivia, entre otros.

Pero los tiempos de las vacas gordas de la llamada “Revolución bolivariana” quedaron atrás y hoy Venezuela atraviesa la peor crisis de su historia. El chavismo fracasó de manera estruendosa, hasta el punto de que la lucha de Maduro y sus aliados es por mantenerse en el poder, más que por expandir el chavismo a otras naciones. El sueño terminó en pesadilla.

Mientras tanto en Estados Unidos, Donal Trump libra su propio batalla por encontrar respaldo a sus demenciales iniciativas, como la de construir un muro que impida el paso de mexicanos y de otros migrantes latinoamericanos a su país. Semejante estolidez contó con el respaldo masivo de votantes republicanos, quienes continúan a la espera de que Trump cumpla con su promesa de campaña. 

La sensatez y cordura de los congresistas demócratas, que le acaban de negar 5.000 millones de dólares para que termine de construir el “muro de la vergüenza”, tiene a Trump salido de sus casillas. “Nos veremos forzados a cerrar la frontera sur completamente –amenazó Trump– si los demócratas no nos dan el dinero para terminar el muro y cambian también las ridículas leyes migratorias”.

México –por su parte– inició otra riesgosa aventura política de la mano de Andrés Manuel López Obrador, quien rompió con la hegemonía de los partidos tradicionales, en especial del PRI, que también cedió el control del Congreso. Ello significa que López Obrador cuenta con las mayorías parlamentarias para sacar adelante sus iniciativas y para imponer sus propuestas.

Otro viraje radical en materia política se dará en Brasil a partir de este primero de enero, cuando asuma la Presidencia el derechista Jair Bolsonaro, abierto contradictor de los exmandatarios Luis Inácio Lula y Dilma Rousseff, quienes llegaron al poder en representación del Partido de los Trabajadores (PT), hoy caído en desgracia por cuenta de múltiples escándalos de corrupción, entre ellos la financiación por parte de la multinacional Odebrecht.

Bolsonaro prometió durante la campaña presidencial “erradicar” todo aquello que huela a PT, o tenga cualquier vínculo con Lula o Rousseff. Esa oferta electoral contó con el respaldo del 60 por ciento de los votantes en la segunda vuelta. 

¿Qué le espera a Colombia con estos gobiernos en 2019?

Nicolás Maduro, ¿hora del rompimiento definitivo?

La tradición colombiana en materia de relaciones internacionales es la de asumir posturas amigables que permitan superar las diferencias con otros países. Nuestros gobiernos han preferido siempre un mal arreglo a un buen pleito. Pocas veces Colombia rompe relaciones con otro país. El caso más reciente fue con Cuba en 1981, durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala, quien acusó a Fidel Castro de “inmiscuirse en asuntos internos de Colombia”, al entregar armamento al grupo guerrillero M-19. No obstante, el drástico deterioro de las relaciones con Venezuela en los últimos meses -que incluyó expulsiones de funcionarios diplomáticos de lado y lado- creó el escenario de un rompimiento definitivo de las relaciones entre ambos países. Para Colombia el régimen en cabeza de Nicolás Maduro carece de legitimidad y por ello promueve una cruzada internacional que ponga fin al chavismo en el vecino país.

En esa misma dirección apunta el secretario general de la OEA, Luis Almagro. Pero romper con Venezuela no es lo mismo que romper con Cuba. La ruptura tendría graves consecuencias políticas, económicas y sociales. La población colombiana en el vecino país se estima en 5 millones, mientras que por cuenta del éxodo que se ha dado en los últimos años, en Colombia el número de venezolanos sería 1 millón y es creciente. Todos estos factores -entre otros- deberán ser tenidos en cuenta por Duque a la hora de considerar el rompimiento de relaciones con Venezuela.

 

López Obrador, ¿populismo a la mexicana?

Con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en Mexico pasa lo mismo que con Jair Bolsonaro en Brasil, pero a la inversa. Es decir, si le va bien con sus propuestas, a muchos candidatos de izquierda se les abrirán las puertas y es probable que varios de ellos alcancen altas dignidades, incluyendo jefaturas de Estado. Pero si a AMLO le va mal, aquellos que hoy promueven sus banderas serán los primeros en renegar de ellas, como de hecho sucede con quienes defendían el chavismo hasta hace algunos años. Después de varios intentos fallidos por llegar a la Presidencia, López Obrador supo interpretar la desilusión de los mexicanos con los políticos –como ocurrió con Bolsonaro en Brasil– y elaboró un discurso convincente para derrotarlos.

Y lo logró. Algunas medidas de AMLO, como abrir la residencia presidencial de Los Pinos, para que el público vea el derroche y la ostentación de riqueza de sus antecesores, le fascinan a la galería pero si no están acompañada de decisiones contundentes en la lucha contra la corrupción, no pasan de ser un saludo a la bandera. De manera que tanto López Obrador como Bolsonaro convirtieron en votos tanto la frustración como el enfado que sentían los electores contra los políticos. Ahora deben convertir todas sus promesas en obras.

Jair Bolsonaro, ¿la ultraderecha llegó para quedarse?

De cómo le vaya a Jair Bolsonaro en Brasil dependerá la suerte de futuros gobiernos en América Latina. A diferencia de otros gobernantes de la región, que asumen “vergonzantes posiciones de derecha”, Bolsonaro está jugado a fondo con sus tesis de lucha frontal contra los partidos y movimientos de izquierda, como ocurre con el PT brasileño al que derrotó de manera contundente. Ex militar, ferviente católico y abanderado de la lucha contra la corrupción, Bolsonaro, 63 años, podría significar el primer eslabón de una cadena de gobiernos ultraderechistas en América Latina. Para lograr ese propósito primero necesita sacar a Brasil de la crisis que atraviesa, con indicadores de desempleo, pobreza y miseria nunca antes alcanzado. Requiere, además, de la elaboración de un discurso de unidad que trascienda al polarizante y divisionista que utilizó durante la campaña presidencial. A partir de este primero de enero se sabrá si la ultraderecha llegó para quedarse en Brasil y América Latina o si será flor de un día. Todo depende de cómo le vaya a Bolsonaro.

 

Donald Trump, ¿solo narcotráfico?

Las relaciones de Colombia con Estados Unidos pasan siempre por la camiseta que tenga puesta el presidente de esa nación. Si es demócrata, las relaciones tienen un tono, y si es republicano, el tono cambia. Los demócratas –Clinton y Obama–, para solo citar los más recientes- fueron partidarios del “tratamiento social” del fenómeno del narcotráfico, mientras que los republicanos Bush y Trump han sido partidarios del “tratamiento policial”. De manera que las relaciones con Trump en 2019 dependerán de cuántas hectáreas de hojas de coca seamos capaces de erradicar. A más hectáreas, mejor tratamiento y más recursos. Y a menor hectáreas, menos recursos. Punto. Estados Unidos cuenta con Colombia, su aliado histórico, a la hora de medir fuerzas y dirimir conflictos con otros países, como podría ocurrir con Venezuela o México. Pero el gran reto de Duque con Estados Unidos en 2019 será “desnarcotizar” las relaciones binacionales para permitir que los vínculos comerciales -fijados en el Tratado de Libre Comercio (TLC)- logren mayor desarrollo y consolidación, algo que hasta la fecha no ha sucedido.

 

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