El Heraldo
Diógenes Rosero - Coordinador MOE Atlántico
Política

¿Cómo opera la cadena de la trashumancia y la compra de votos?

En Barranquilla existe un mercado de votos al por mayor.

La trashumancia es un delito que está directamente conectado a  la compra de votos, el cual prendió las alarmas en el departamento durante la semana del 6 al 12 a de julio, en la que la inscripción de cédulas creció un 280%. Solo en Barranquilla se inscribieron más de 113.000 personas.

En el Distrito, la compra y venta de votos es una empresa que elección tras elección mueve alrededor de $20.000 millones, según cuenta el coordinador de la MOE, Diógenes Rosero.

Por medio de la implementación de grupos focales en las comunidades de más alto riesgo en la ciudad, sumado a un seguimiento constante de denuncias realizadas por medios como EL HERALDO, la MOE, ha logrado delimitar las nuevas modalidades de compra de votos que se destacan por ser manejadas al por mayor.

En la base de la pirámide se encuentran los ciudadanos que manejan una ‘micro unidad’ de votos. “Son las personas que manejan los votos de su núcleo familiar y de sus vecinos, ellos se ganan una intermediación por la venta de esos votos”. Según Rosero el precio del voto en la calle está alrededor de los $70.000. “Estas personas se están ganando $10.000 por voto más o menos”.  Al final de la pirámide y dado que cada actor cobra una intermediación, el valor del voto puede subir hasta $150.000.

Un eslabón más arriba se encuentran los ‘mochileros’, que son los que concentran los votos en los barrios. Ellos tienen a su cargo alrededor de 10 personas a las cuales les piden entre 20 y 50 votos. Los ‘mochileros’ responden a los ‘capitanes’ y estos a su vez hacen lo propio con los ‘taquilleros’.

“El capitán es una persona a quien el político le paga durante los cuatro años para mantener una clientela cautiva. Él los conoce, los atiende, hace cosas por ellos y los tiene ahí”, señala Rosero.

Esta persona no tiene trabajo distinto a mantener un electorado delimitado y responder por él ante el ‘taquillero’, quien recibe estos caudales electorales y los vende al por mayor.

“Eso funciona como un mercado, al principio se dio una proliferación de compradores de votos y ahora hay una reconcentración, en el sentido de que hay una persona que tiene el dominio de la votación de la ciudad y es conocida en los barrios del suroccidente como el ‘taquillero mayor’”, afirma el coordinador de la Misión.

EL HERALDO contactó a varios ‘mochileros’, quienes señalaron que el ‘taquillero mayor’ es un senador de la República. El mismo señalamiento hizo la MOE en julio. Sin embargo, se abstuvieron de dar su nombre.

Rosero explica que el ‘taquillero mayor’ es la persona que tiene el control de los votos en el suroccidente, porque maneja a una gran cantidad de las personas que compran los votos. “¿Cómo funciona? Tú vas a esa empresa, que es un mayorista, y compras un pedazo de la votación”.

Esta estructura empieza a operar desde el trabajo de los ‘capitanes’, quienes mantienen por años al electorado y un año antes activan el proceso de inscripción y posterior sufragio del votante. “Se paga una parte del voto al momento de la inscripción y la otra después del día de la votación, más lo que cueste transportar a la gente”,  dice uno de los ‘mochileros’ entrevistados.

Como en todo mercado, hay otros compradores, y cada político maneja una clientela.

Otra modalidad es la compra del voto ‘in situ’, es decir, el mismo día de las elecciones, que suele subir el precio de los votos, ya que es producto del miedo del político a perder la elección.

Trashumantes en ATlántico. En Candelaria, como en otros municipios del Atlántico, la tolerancia ante los votantes foráneos ha llegado al límite.

“La situación se está complicando porque la gente ya no quiere que otros de afuera elijan a sus gobernantes”, explica la licenciada en educación Sila Guido, quien junto con unas 40 personas más recibió a EL HERALDO en días pasados en la Plaza de La Libertad.

*Chicho, quien pide sea preservada su identidad, explica: “Los líderes políticos del pueblo, que pueden ser los mismos concejales o aspirantes, traen gente de otros municipios como Barranquilla, Soledad, Ponedera, Malambo, en camiones o buses. Los traen dos días antes, los instalan en casas de familiares o en fincas de políticos, los ponen a dormir en esteras, hamacas o colchonetas, todos juntos a otros, y los van sacando ‘graneaditos’. En esos dos días les dan un adelanto del pago, de comer sancocho y hasta traguito”. 

Este retrato de la trashumancia se repite en 15 municipios del Atlántico que están siendo investigados por el CNE y por los 50.000 votantes que en cada elección se mueven de municipio en el departamento, según la MOE. Solo Barranquilla aporta el 40% de los trashumantes.

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