La nutrida protesta adelantada el pasado viernes por los conductores de taxis en las calles de Barranquilla ha puesto una vez más sobre el tapete la necesidad urgente de hallar concertadas soluciones a los problemas que aquejan a esta actividad tan importante para la movilización de los habitantes de esta capital y de los municipios que conforman el área metropolitana.

En esta ocasión, la protesta fue motivada por lo que consideran un crecimiento desmesurado y descontrolado del parque automotor de la ciudad. Pero a esta inconformidad se unen otras preocupaciones que ya ellos han venido planteando. Una de ellas es la dilación de la firma por parte de los alcaldes de Soledad y Puerto Colombia del acuerdo que asigna al Área Metropolitana la facultad de ser la autoridad única de transporte metropolitano.

Dichos burgomaestres han hecho algunos reparos a algunas condiciones de ese acuerdo en aspectos jurídicos, los cuales esperan poder discutir durante la próxima Junta del Área Metropolitana. Igualmente consideran que fue una medida tomada por el Distrito sin haber convocado dicha instancia competente.
Para los conductores de taxis, de no firmarse prontamente dicho acuerdo, se corre el riesgo de que se vuelva a imponer la planilla de viaje ocasional para movilizarse entre los municipios metropolitanos (la cual se halla temporalmente suspendida) y el consecuente encarecimiento de las carreras a los usuarios. Otras exigencias planteadas por los taxistas son, por un lado, la realización de un censo que establezca con exactitud el número de taxis que circulan en la ciudad –petición que ha sido reiterada por años– y, por el otro, el mejoramiento de las condiciones laborales de los conductores de taxis, quienes carecen de prestaciones sociales dignas, acordes con las de otras ocupaciones.

Pero volviendo a la razón primaria de esta protesta, la cual bloqueó en horas pico el Corredor Universitario y el Centro de la ciudad, se puede decir que lo que los taxistas están reclamando es una mejor planificación de la movilidad en Barranquilla y su área metropolitana, de manera que no se sigan matriculando, cada vez, más nuevos carros de servicio público. Debido a la alta competencia, los conductores de taxi viven su propio viacrucis a la hora de lanzarse a recorrer Barranquilla de arriba a abajo, en busca de una carrera, pues no solo deben cumplir con el pago diario de una tarifa, sino solventar las necesidades económicas de su familia.

Lo de la realización de un censo automotor es una exigencia justificada, pues en sí no se sabe con exactitud el número de taxis que circulan en la capital del Atlántico. No obstante, la Secretaría de Movilidad estima que aquí ruedan entre 10.000 y 15.000 taxis, sin contar los ilegales y aquellos carros gemelos que ruedan con copias falsas, cuya existencia y cuantía están siendo investigadas. De igual manera, se espera que nivel distrital se sigan los operativos y las medidas que intentan frenar el flujo de taxis colectivos y la competencia desleal que afectan las rutas de los buses regulares y las del Transmetro.

Es hora de poner en orden el flujo de taxis en el área metropolitana, para lo cual se requiere del consenso de las administraciones municipales. Toda esta problemática, que se visibilizó con la ola amarilla que recorrió puntos neurálgicos de la ciudad, pone de manifiesto la necesidad urgente de que las administraciones distritales de Barranquilla, Soledad y Puerto Colombia demuestren firmemente, y sin más dilaciones, su voluntad para ponerse de acuerdo en la implementación de medidas específicas que den solución a las peticiones de los taxistas y no se siga afectando seriamente la movilidad.