Bogotá, que debería ser ejemplo nacional de buenas prácticas políticas y administrativas, por ser la capital de Colombia y la cuna del centralismo cachaco, ha sido la vitrina del escándalo desde hace varios años. Todo comenzó cuando, sin que el tradicional ‘tapen tapen’ pudiera evitarlo, se develó, con la ayuda de Petro, la maloliente cloaca de la corrupción en la contratación, en la que se vieron envueltos los hermanos Moreno Rojas, los primos Nule, el excontralor Moralesrussi, e influyentes abogados de cuello blanco como el recientemente detenido Álvaro Dávila.
La conmoción bogotana ha seguido por cuenta de la batalla campal que se ha desatado entre el alcalde Gustavo Petro y los sectores políticos, empresariales y periodísticos que se han trenzado en un pulso de poder que tiene expectante al país acerca del desenlace que pudiese tener.
Petro, un político combativo que descolló en el Congreso y militó en el M-19, logró ganar la Alcaldía, pese a su escepticismo inicial respecto a sus posibilidades de triunfo, aprovechando la división que se presentó en lo que algunos analistas de izquierda califican, ligeramente, la derecha al repartirse ésta en los electorados de Enrique Peñalosa, Gina Parody, Carlos Fernando Galán y David Luna, e incluso Antanas Mockus, inesperadamente y tras su retiro del Partido Verde, se postuló aunque luego declinó para irse a las toldas de Parody.
Ganó Petro entonces y con apenas un 30% del electorado que concurrió a las urnas. Siendo, por tanto, un gobierno de minoría, lo esperable era que Petro, siguiendo el ejemplo de Santos, convocara a un gobierno plural y de unidad. Navarro, que tuvo un paso fugaz por el gabinete y que sin duda le hacía sombra a Petro por ser un dirigente de mayor experiencia, quiso subsanar esa debilidad del gobierno petrista ofreciendo participación burocrática con compromisos programáticos, pero un asesor del Alcalde lo tildó de ‘clientelista’ y esto, más razones de tipo personal que luego Navarro adujo, precipitaron la salida del último jefe del M-19.
Tras esa sensible baja y más tarde con la de Daniel García-Peña, que mostró su malestar con Petro de quien dijo esperaba no se convirtiera en un ‘déspota de izquierda’, el gabinete capitalino quedó reducido a un grupo de personas desconocidas, salvo el secretario de salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, y, además, sin el recorrido suficiente para administrar una ciudad grande y compleja como Bogotá. Con el agravante de que no es un equipo de gobierno con la personalidad de Navarro y García-Peña para contradecir al Alcalde, un hombre solitario que cree saberlo todo y cuya frialdad no compagina mucho con su llamada ‘Política del amor’.
Petro, sin duda, es un gobernante casado con la justicia social, señal de lo cual es el mismo lema ‘Bogotá Humana’ que adornó su Programa de Gobierno e identifica su Plan de Desarrollo, y a fe que ha tomado medidas en beneficio de los más débiles como el mínimo vital de agua y la rebaja de tarifas del Transmilenio.
Pero a Petro le tienen el ojo puesto porque se ha declarado enemigo de los carteles de la corrupción, ha peleado con mucha gente e incluso en el mismo círculo de sus amigos ha generado resistencias y resentimientos, muchos lo ven como futuro peligro presidenciable si triunfa como Alcalde, y desde mucho antes de que se posesionara hay un intención revocatoria contra él, y la ley contentiva del mecanismo democrático de la revocatoria del mandato pareciera haber sido reformada para aplicársela a Petro.
Sin embargo, la revocatoria parecía haberse aquietado cuando Petro logró tender puentes amistosos con el gobierno del presidente Santos –que hoy y por esas carambolas exóticas de la política colombiana comparte enemigos comunes con el Alcalde– hasta que éste pretendió, con argumentos válidos pero aparatosamente, poner en marcha un nuevo modelo de recolección de basuras, excluyendo a los privados, que le estalló en las manos, lo que provocó la indignación de la ciudadanía bogotana, curiosamente con mayor intensidad en el sur de la capital donde habitan los sectores sociales que Petro ha beneficiado con las medidas de alivio.
Quedan, desde luego, varias preguntas como en las radionovelas de suspenso de antaño. ¿Logrará Petro sortear la revocatoria que le han montado? ¿Saldrá indemne de las investigaciones disciplinarias, penales y fiscales que han activado contra él y que podrían colocarlo por fuera de la Alcaldía? ¿Le servirá la confrontación que está afrontando para modificar su estilo personal, rectificar autocríticamente, conformar un gabinete mejor, y recobrar y ampliar la confianza?.