Se fue Benedicto. Nunca hizo parte de mis afectos, no me cuadraba su actitud complaciente con los curas pederastas y la falta de carácter de la que siempre hizo gala para combatir a los bandidos que se tomaron el manejo de las finanzas del Banco Vaticano, malhechores entre los que se encuentran por supuesto, varios de los cardenales más cercanos al expapa. A pesar de todo, hay que reconocer que el viejo, con su renuncia, sentó un precedente histórico de rechazo a esas prácticas nefastas que tanto daño le han hecho al prestigio y a la credibilidad de la iglesia Católica, si es que alguna vez lo tuvo.
El pobre Benedicto estaba tan asqueado y aparentemente maniatado para combatir la podredumbre de la Iglesia, que consideró que la única forma de poner en evidencia a aquellos que convirtieron los templos en verdaderos prostíbulos de corrupción era abandonando el puesto de sumo pontífice, como efectivamente lo hizo. A mi juicio, hubiese sido mucho mejor, sin duda, que el Papa ejerciera con autoridad su omnímodo poder para castigar con severidad a las “ovejas descarriadas” de su fétido rebaño. Pero lo que natura no da salamanca no lo presta: Benedicto nunca ha sido un hombre aguerrido, mucho menos ahora, cuando la edad empieza a hacer estragos en su humanidad.
Más allá de la cloaca destapada oficialmente por Benedicto, de la que además todos sabíamos y pocos nos atrevíamos a hablar, hay un hecho que me causa gran sorpresa: Benedicto o mejor Joseph Ratzinger, después de 61 años al servicio de la iglesia católica, se jubila con una magra y austera pensión equivalente a $5.000.000. El emolumento Vaticano destinado para el otrora jerarca de los católicos, contrasta con las pensiones millonarias y desproporcionadas, de las que gozan algunos de los más ilustres exfuncionarios del Estado colombiano.
No hay derecho a que en un país paupérrimo como el nuestro, haya una élite de privilegiados que devengan pensiones públicas de hasta de 35 salarios mínimos, frente a un 95% de la población que no alcanza ni siquiera a pensionarse con 1 salario mínimo. Esa inequidad rampante puede eventualmente generar más violencia que cualquier otro factor desestabilizador o grupo armado ilegal.
Es absolutamente necesario, para la recuperación de las finanzas y de la economía nacional, para evitar los ‘carruseles de las pensiones’ y para generar mayor justicia social, que la ponencia presentada por el magistrado Jorge Pretelt, que busca una reforma estructural al régimen pensional, acorde al espíritu de la Constitución, sea aprobada por la Corte Constitucional.
La idea es que las pensiones no superen, bajo ninguna circunstancia, los 25 salarios mínimos, incluyendo aquellas que han sido adquiridas con anterioridad. En cuanto a los llamados ‘carruseles’, la ponencia prohíbe expresamente que aquellas personas que al 1 de abril del 1994 no eran beneficiarias de regímenes especiales, se vean cobijadas por los mismos, como consecuencia de nombramientos posteriores. Actualmente, es permitido por la ley que quien sea designado por periodos cortos de tiempo en determinadas posiciones puede optar por hacerse acreedor de importantes privilegios pensionales. El 81% de los subsidios estatales se encuentran destinados al cubrimiento de las “pensiones especiales”. Con los recursos que le ahorraría al Estado una redistribución de esa partida, se podría garantizar a largo plazo, el pago de otras pensiones no tan privilegiadas.
Esperemos que la Corte Constitucional no sea tan pusilánime y cobarde como Benedicto, y haga lo que en derecho corresponde, más allá de los intereses creados y las presiones oscuras que se ciernen.
La ñapa I: Es una vergüenza que aún sigan atornillados a sus puestos magistrados de las Altas Cortes, que tienen la edad de retiro forzoso. ¡A dar ejemplo, señores!
La ñapa II: El país va rumbo al desastre, y el Gobierno no se percata de ello. Es hora de dar un viraje estructural Presidente.
La ñapa III: El ‘flamante’ Rector encargado de la Uniautónoma, un tal Mariano Romero, considera que el proceso contra Silvia Gette es un show mediático. Veamos si sigue creyendo lo mismo el día que la argentina sea condenada a 40 años de prisión por el asesinato de Fernando Cepeda.
Por Abelardo De La Espriella
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