Recuerdo cuando las cumbiambas, las danzas, comedias y letanías recorrían las calles de Barranquilla; las danzas del Congo Grande, La Burra Mocha, la del Torito y otras más le daban una gracia en su bailar ya que la pareja estaba conformada por maricas muy bien ataviados.
Las cumbiambas hacían su recorrido a pie, sin dejar de bailar, y cuando lo hacían era en determinados puntos del recorrido y el público corría para verlos danzar.
Pero ahora las danzas como las cumbiambas llegan a la Vía 40 a la Batalla de Flores y Gran Parada en buses y los recogen los buses, privando al pueblo de verlos bailar en las calles de los barrios de nuestra ciudad; además, ¿qué pasó con las comedias? Ya no se ven, las comedias representaban el diario vivir de la vida del colombiano.
Las letanías eran una crítica con altura, se criticaba el acontecer del país sin tanta asquerosidad y vulgaridad, tanto que cuando son leídos, a los niños y niñas los mandan a salir para que no escuchen tanta porquería.
La Unesco le dio el nombre de patrimonio de la humanidad, eso fue lo mejor que le pudo suceder a Barranquilla, ojalá sigamos mejorando el Carnaval.
Y si de tradiciones se trata, ¿qué decir de la Semana Santa? Antes todo era recogimiento, los fieles asistíamos a los templos para presenciar las procesiones de la pasión y muerte de Jesucristo. Ahora las ciudades se quedan solas porque las personas se van para las playas a beber licor, bailar y hacer toda clase de actividades distintas a las esperadas en Semana Santa.
Antes usted llegaba a una casa de cualquier amigo y lo primero que hacían era brindarle un plato de dulce elaborado en la misma casa, los famosos ‘rasguñaos’. Hoy dichos dulces los compran en la puerta de un supermercado a las negras que se aprovechan de la flojera de las amas de casa que no quieren cocinar dichos dulces.
Un vasito del tamaño de un trago de aguardiente lo cobran a mil pesos, y si es más grande lo clavan con cinco y hasta diez mil pesos.
Por eso digo cómo cambian los tiempos, querido lector.
Jack Lux D.