El Heraldo
Junto a su mascota, y rodeado de los enseres de su casa, este menor aguarda a sus papás, con los que se regresó de Maracaibo a través de Paraguachón. Héctor Palacio
Colombia

Las dos caras de la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela

Junto a los 33 deportados que ingresaron por Paraguachón, ayer siguieron ingresando familias que se devolvieron por temor a nuevos operativos.

Junto con los 91 colombianos que han sido deportados en las últimas 48 horas por Paraguachón también están los que por iniciativa propia han regresado a nuestro país porque tienen miedo de los operativos de las autoridades venezolanas, pero sobre todo de que los separen de sus hijos y familiares.

En esta situación arribó ayer a esta zona de la frontera la barranquillera Rosalyn Caballero, que hace tres meses fue deportada, pero que valientemente regresó a la nación vecina para poder traer parte de sus enseres y así iniciar una nueva vida en su tierra natal.

“Allá lo que hay es un miedo colectivo por las noticias que vemos, por el cerco militar que hay en Maracaibo y el temor a que las casas sean marcadas  o destruidas”, afirmó, sin dejar de llorar por la crisis que se registra desde el viernes por el cierre de la frontera por el lado de Cúcuta y las masivas deportaciones.

Contó que en Venezuela no podía salir a comprar comida, sus dos hijos no regresaron al colegio y ni su esposo ni  ella podían trabajar en la carpintería que tenían desde hace varios años.

“Hasta para comprar un kilo de arroz tenemos que buscar a un venezolano porque a los colombianos no nos quieren vender y tampoco nos pueden dar facturas según dicen”, explicó Rosalyn.

Rosalyn iba montada ayer en un pequeño camión que alquiló para traerse la mudanza entre la que trajo su máquina de coser con la que espera ganarse la vida.

“Toca empezar de cero, pero no hay como estar en la tierra de uno”, dijo.

Otra mujer, María del Rosario Gutiérrez, huyó con sus cuatro hijas de Maracaibo, en donde vivía desde hace 12 años. “No se que irá a pasar con eso, pero lo principal eran mis hijas a quienes no quiero perder”, manifestó en la sede de la Cruz Roja de Maicao donde llegó a pedir ayuda.

Ella vivía en el sector Santa Rosa de Aguas y dice que el temor de todos los colombianos es el mismo, porque las autoridades venezolanas anuncian deportaciones, pero aseguran que los niños venezolanos se quedan allí

Ambas mujeres atravesaron muchas trochas para evadir los puestos de control de la guardia venezolana. El viaje que normalmente dura dos horas entre Maracaibo y Paraguachón, esta vez fue de cuatro horas y media.

Afirman que no volverán al vecino país por lo que solo esperan un impulso para reintegrarse a su vida en Colombia.

Por Paraguachón también entró el equipo de Kickingball Las Panteras del Zulia, cuyo entrenador José Hernández expresó un mensaje de hermandad para los colombianos.

“Dejamos cualquier miedo atrás y vinimos a competir en Cartagena donde nos están esperando con los brazos abiertos porque siempre hemos sido países hermanos”, manifestó a los periodistas en el puesto de Migración, antes de posar con el grupo de niñas para una selfie.

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