La historia de amor detrás del ascenso al poder de Isabel II

El idilio que rodeó el ascenso de la primogénita de York se remonta a su tío, el rebelde y polémico rey Eduardo VIII, quien a pesar del paso de tiempo ni los medios, ni el pueblo dejan o dejarán de hablar.

Era un joven díscolo, muy en contra de las convenciones protocolarías y las tradiciones. Su actitud, de hecho, preocupó a la cumbre política del país que a su vez le comunicaban tal angustia a su padre, Jorge V.

Su padre, el rey enfermo y fue en 1936 cuando falleció. Durante la tensión familiar y el duelo, el joven mantenía contacto con Wallis Simpson, una socialité estadounidense que había conocido hace algún tiempo, divorciada de su primer marido y en proceso de divorcio de un segundo, para nada el modelo de mujer que la corona británica aceptaría. 

No conforme con el cortejo a una mujer separada y aún soltero, Eduardo tuvo que asumir el trono y el imperio, causando una crisis constitucional con la noticia que estaba presto a dar: se iba a casar con Simpson.

Todos los primeros ministros de la mancomunidad se opusieron radicalmente, el rey no se importó, siguió con su promesa de amor.

En aras de parar lo imparable, el jefe de estado de aquella época, Stanley Baldwin amenazó con renunciar y el gabinete le mostró al ya investido rey las consecuencias de la deshonra que traería contraer matrimonio con la norteamericana. 

Entre tanta presión, negación y rechazo, el soberano abdicó, hecho histórico para Gran Bretaña que perdió 2 reyes en menos de un año.

Su hermano, solo un año menor, con dificultades para el habla y con pocas habilidades sociales, tuvo que asumir el liderazgo de una nación y otros dominios. Su esposa, que se convertiría en la reina Isabel I, fue siempre el baluarte que le permitió dar un paso adelante. 

Todo el traspiés cambió para siempre la línea de sucesión de la corona británica. En ese orden de eventos, ‘Lilibet’, como era llamada la hija mayor de esta pareja de cariño, quedó como la sucesora legítima al trono inglés.

A su vez, a Isabel II también le llegó de momento de probar lo que era ser juzgada por amor, pues la elección de su esposo, Felipe, no fue vista con los mejores ojos.

La princesa, en ese entonces, después de un cortejo que duró casi 13 años, unió su corazón en matrimonio al de Felipe, el hijo de los príncipes Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg, una de las familias reales más controvertidas de los últimos tiempos.

La cuestionable situación financiera y la nacionalidad de su marido hicieron que la boda estuviera llena de comentarios. Incluso, ministros y consejeros del rey llegaron a insinuar que el después nombrado duque de Edimburgo no era suficiente para la joven princesa.

“Era un príncipe sin hogar ni reino”, expresó el medio allegado al Palacio, poniendo un grito en el cielo.

Entre tanto, ahí estuvo su compañero de vida, a su lado hasta el 9 de abril de 2021, cuando este falleció.

Acompañada de su esposo vivió buenos recuerdos, que en sus palabras, “los buenos recuerdos son nuestra segunda oportunidad de felicidad”.